Capítulo Único

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El aire traía un sabor a polvo en su recorrido, y Pieck volvió a sentir lo que era estar en una guerra, caminaba con lentitud, pues sabía que podía ir lo suficientemente confiada sin correr peligro alguno. El aroma era tan gris y melancólico, y de nuevo, volvió a sentir lo mismo; la guerra nunca traía nada bueno, y ella, que salió de una para meterse en otra, estaba sintiendo en sus propias carnes lo inútiles y problemáticos que eran esos conflictos.

Era la Guerra de Paradis.

Aquella en la que esa isla, de la que tantas veces había hablado, donde se encontraban los demonios -a los que ella pertenecía- cuyos antepasados hicieron cosas tan terribles, pero ella no podía compartir ese odio, que a sus ojos lo veía tan irracional, pues todo lo que hizo siempre fue por su padre, una ambición que, podría ser más olvidadiza a veces, le importaba, pero si fuese su única preocupación que siempre se encontraba con alta intensidad en sus pensamientos, sería una obsesión, y Pieck sabía diferenciar entre una ambición y una obsesión.

También pensaba muchas veces en sus compañeros, podía confiar en ellos, y más que compañeros les consideraba amigos, ella sabía que su propio país no dudaría en deshacerse de ella, y que esos amigos compartían el mismo destino, pero ella nunca la traicionarían, aunque como siempre hay excepciones, esta situación no podía ser menos; Zeke Yeager, siempre fue alguien que nunca llegó a conocer del todo, a pesar de relacionarse con él desde que se entrenaba como marleyana honoraria.

Siempre con su expresión tan cínica, una gran falta de empatía hacia todo lo que le rodeaba -quizás porque estaba demasiado consumido en su ambición-, la gente nunca sabía en qué estaba pensando, y Pieck no podía decir que ella sí lo sabía, pero los dos compartían la cualidad de ser inteligentes, por lo que ella fue la única que notó que Zeke era un traidor, y tampoco podía culparle, porque ella también lo era.

Pero da igual, eso no importaba ahora, tenía que vaciar su mente y centrarse en lo que tenía que hacer.

Caminó por un recorrido por el que nunca pensó en pasar, intentando no pensar en nada, preparándose para pensar en todo.

Las marcas de su cara, indicando que hacía poco había abandonado su forma titán, eran visibles. Zeke estaba herido, respiraba con dificultad en medio de todo el alboroto que ocurría en su entorno, y la sangre no paraba de salir de su estómago mientras intentaba presionar contra la palma de su mano derecha donde había recibido la grandísima mayoría de las balas gracias a la unidad panzer liderada por Pieck.

Pero ahora esto era sólo entre ellos dos.

Su torso, desde arriba hasta abajo, llegando incluso a sus rodillas, estaba lleno de heridas, unas más graves que otras, pero si él no contase con la maldición de ser un titán cambiante, haría unos minutos que su vida habría llegado a su final, probablemente por pérdida de sangre.

Ella le miraba con confianza y desconfianza a la vez, pues sabía perfectamente que ese hombre estaba en una condición desfavorable, probablemente no podía moverse, al menos de forma no limitada, pero si algo había aprendido de todos los años que le conocía, era que nunca llegaba a conocerle del todo. La idea de que tuviese un as bajo la manga, con la intención de salir de ahí para alargar su vida un poco más, o provocar más daños de los que ya había causado -porque Zeke realmente no mostraba reparo ni arrepintimiento en lo que causar desastres o herir o matar a gente se refería-.

—¿Qué tal el día, Zeke?

Le preguntó la mujer intimidantemente, aunque su expresión se mantenía neutral, haciendo casi imposible descifrar en lo que estaba pensando. El tono de su voz gozaba de ese toque de ironía tan suyo, ya que ella sabía perfectamente cómo le había ido el día.

𝕃𝕒𝕤𝕥 𝕎𝕠𝕣𝕕𝕤 {𝑍𝑒𝑘𝑒 & 𝑃𝑖𝑒𝑐𝑘}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora