Fresa

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Lo prometido es deuda (?)

Éste capítulo está dedicado a Saturnine Evenflow, fiel delirante del BokuAka, gracias por inspirarme y aguantar mis gritos :,)

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La vibración molesta del celular hizo que Akaashi frunciera el ceño, sacando una mano para golpear el maldito aparato al suelo y seguir durmiendo. Al tener el brazo al descubierto por fuera de las frazadas, sintió el aire un tanto congelado de la habitación, haciendo que se refugiara otra vez en la seguridad y el calor de las mantas. En ningún momento había podido abrir los ojos ni asomado la cabeza, por lo que simplemente rogó porque aquel ruido sobre su mesa de noche terminara de una vez.

Gimió satisfecho cuando el sonido cesó, tan repentino como había comenzado.

Para volver a reventarle los tímpanos y sobresaltarlo sobre el colchón a los pocos segundos.

Frunció el ceño y se dio la vuelta, sintiendo el cuerpo cansado y pesado. Creía que era sábado y aquella no era una de las alarmas que utilizaba para despertarse, siempre le ponía sonido...¿había silenciado el aparato la noche anterior? No recordaba...

Y de repente, el envión que utilizó para quitarse las frazadas y sentarse bruscamente en la cama logró que se mareara lo suficiente como para casi caer al suelo. Ni siquiera tuvo tiempo de recuperarse cuando tuvo que salir corriendo por el pasillo. Y casi no había llegado al baño. Tosió varias veces y una arcadas bastante desagradable lo obligó a vomitar absolutamente nada más que bilis, porque no había cenado nada.

Jadeó mientras se sostenía del retrete para no darse la cabeza contra el suelo al sentir otro mareo. Y el maldito aparato seguía vibrando en su habitación, podía oírlo desde esa distancia.

Y a eso le tuvo que sumar el resonar del timbre eléctrico de la casa en el piso de abajo. Una, dos. Tres veces.

¿Sus padres se habían olvidado las llaves? Frunciendo el ceño mientras se enjuagaba la cara, intentó rememorar si había encontrado alguna nota o algo que le indicase que sus progenitores volvían tan pronto...

Y como si una bombilla se encendiera en su cerebro de un fogonazo, recordó.

A paso rápido, recorrió el corredor y bajó corriendo las escaleras, sólo con la ropa interior y la sudadera descolorida que solía usar para dormir, la toalla del baño aún en una mano. Agitado y un tanto ansioso, manoteó el juego de llaves de la pequeña mesita del corredor inferior y casi se estampó contra la puerta de ingreso a la casa, luchando para poder girar los pestillos y abrir.

Ambos resoplaron al verse, uno de sorpresa y el otro de alivio.

Y Akaashi sonrió, tranquilo.

— ¡Akaashi! Si no abrías la puerta...ya estaba pensando cómo tirarla abajo.

— No rompas otra vez la puerta, Bokuto-san.

El Omega amplió la sonrisa cuando Bokuto abrió los brazos con la intención de que Akaashi se acercara y envolverlo en ellos para no soltarlo más. Hacía demasiado frío afuera, no sólo por el viento helado que ingresaba sino por el camperón que el Alfa traía puesto. ¿En qué momento había amanecido, qué hora era?

— Pasa, vas a congelarte.

Y fue Akaashi quien dio un paso atrás hacia el interior de la casa y copió el gesto del otro, abriendo sus brazos. Por supuesto, Bokuto ni siquiera se inmutó porque Akaashi no hubiese corrido hacia él, sino que por el contrario eliminó la distancia existente entre ellos en dos grandes zancadas y abrazó el cuerpo más delgado, apretándolo contra su torso y elevándolo unos centímetros del suelo por la vehemencia con la que lo había sujetado. Akaashi rodeó el cuello del Alfa con sus brazos, riendo un tanto asfixiado.

VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora