Parte única.

819 102 44
                                    

Craig empezó a sospechar que algo en él no iba bien cuando cumplió los treinta y siete. Se miraba todos los días al espejo buscando alguna arruga que denotara el paso del tiempo, día tras día y el resultado era el mismo: nada. Se había quedado estancado en los veintiuno.

Al principio no le pareció tan mal. Solo aparentaba ser más joven, ¿Qué tiene eso de malo? Es una ventaja. A más de uno le gustaría.

Lo dejó pasar. Los años fueron avanzando, cumplió los cuarenta y cinco, los sesenta y nueve, los noventa. Seguía teniendo la apariencia de un joven de veintiuno.

¿Qué podía hacer? Si se lo decía a alguien lo iban a tomar por loco. Por no mencionar que la mayoría de sus amigos estaban o muertos o demasiado dementes para funcionar.
Podrían tomarlo por loco, pero la fecha de nacimiento estaba en su DNI. Ese era un hecho.

Se dió cuenta de otras cosas. Por mucho que sangrara, ni tan siquiera se mareaba. Era como si su cuerpo fabricara más sangre y lo estabilizara todo. Tampoco tenía ninguna enfermedad crónica propia de su avanzada edad. Ni siquiera un mísero dolor de espalda.

Craig siempre había pensado que todo el rollo de la inmortalidad era una mierda. ¿Quién querría vivir para toda la eternidad? Que horror. Morir es un descanso merecido después de años de aguantar basura ajena.

Y para su mala suerte, Craig resultó ser inmortal.

• • •

Todo estaba bien ahora. Sí, al final uno se acostumbra a las vueltas de la vida. Cuando has vivido doscientos cincuenta años poca cosa te puede sorprender

Debía ser cuidadoso de todos modos. Cambiar su apariencia cada cierto tiempo, utilizar un DNI falso para que su fecha de nacimiento encajara con su aspecto físico. Pero, ¿Por el resto? No debía de preocuparse por absolutamente nada que no fuera salir de fiesta y traer alguien nuevo a su cama cada noche.

Nunca quedaba con alguien más de una vez. Una noche era más que suficiente para rellenar aquel vacío provocado por la soledad eterna que padecía.
Aunque realmente, no es cómo si nunca se hubiera enamorado.

Tendría diecisiete años por aquel entonces. Era un chico rubio, hijo de los dueños de la cafetería a la que iba todas las tardes. Sus ojos verdes le atrapaban de una forma que nunca creyó posible.

Sin embargo, aquel chico nunca sintió lo mismo por él. Eran amigos y nada más, aunque Craig sufriera por dentro cada vez que lo veía mirar de reojo a Tricia, su hermana.
Extrañaba demasiado a Tweek, pero aún más a su hermana y a sus padres.

Por eso no quería enamorarse de nadie, ni tener ni un amigo. Porque nadie iba a corresponder nunca sus sentimientos con la misma intensidad. Y después de todo, ¿Para qué? Amar a alguien que morirá en poco tiempo es un desperdicio; no quería pasar toda la eternidad -demasiado tiempo- llorando por alguien que ya nunca volvería.

Craig creía que nunca podría encontrar a alguien que le hiciera sentir como si todo el mundo se tambaleara a sus pies.
Y entonces, le vió otra vez.

• • •

Aquellos ojos del color del cielo lo llamaban a gritos desde la otra punta del antro. Brillaban con deseo bajo las coloridas luces; incitándole a caer en el pecado mundano.

Se acercaron. Casi parecía que sus pasos estaban sincronizados, de la misma forma que sus respiraciones agitadas encontrarían un ritmo común más tarde.

Craig le miró de pies a cabeza. Observó su cabello rubio cayendo en mechones similares a cascadas de oro, sus abundantes pecas que parecían cambiar de color bajo los focos. "¿Acaso es un ángel?" Pensó el moreno, deleitándose con la vista. Nunca había encontrado tanto atractivo en alguien, nunca. Ni siquiera en Tweek y sus repentinos tics.

Otra vez;; crennyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora