Uno.

1.5K 149 13
                                    

— No tienes porqué ser el Rey de las Ovejas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— No tienes porqué ser el Rey de las Ovejas.

Nakahara Chuuya, el Rey de las Ovejas, conoció a aquella bella dama a la edad de quince años durante el conflicto de la Port Mafia y su propio tema con el Arahabaki, dios de la gravedad que le había escogido a él como receptáculo de su gran fuerza y hablidad.

Todavía lo recuerda, en como vagando por un vecindario solitario dentro de su propio soliloquio, una pequeña niña de al menos trece años cayó -literalmente- en sus brazos.
El Nakahara atesora esos momentos diciéndose a sí mismo la suerte que tuvo de que aquel ángel le encontrara en su camino.

— ¿Te encuentras bien? — aunque impactado por la situación, preguntó a la joven que había caído de una de las grandes bardas que había allí.

— ¡Si! — ella contestó energética — Gracias por atraparme, de no haber sido por ti me hubiera llevado un buen golpe — confesó entre risas.

Chuuya no pudo evitar sonreír de manera involuntaria al ver la felicidad contagiosa que llevaba encima la niña.

— Fue realmente una suerte — confesó él, pero luego recordó que sucedía — Disculpa enserio, pero, ¿que hacías en la barda? — inquirió en una voz preocupada.

Ella, al recordar también la situación, de manera instantánea comenzó a tambalearse, por lo que él joven peli-naranja la dejó en suelo con rapidez.

— Ah, verás, yo intentaba... — a media confesión, se quedó callada mientras rascaba su cabeza con vergüenza — De casualidad, ¿conoces algún parque que esté cerca de aquí? — cambio el tema radicalmente tomando por sopresa al muchacho.

— A-Acabo de pasar uno como a dos cuadras, ¿por qué? — contestó a su pregunta sin olvidar lo que antes él había preguntado, pero no sé arrepintió al no tener su respuesta, porque al dar la suya, los grandes ojos de la joven se iluminaron provocando en él un sentimiento imposible de descifrar.

— ¿Podrías llevarme? — esperanzada y tomando la mano del joven, ella pidió.

Chuuya, al ver que tomaba su mano, se sonrojo como un chiquillo y se alejó un poco, pero ella jamás le soltó.

— Cl-Claro, te llevaré — accedió sin poner trabas a la desconocida y pronto estuvo mostrandole el camino sin soltar el agarre de manos.

Mientras, ella le cuestionaba con entera curiosidad acerca de cómo era este, pero Chuuya, al haber visto el lugar solo de reojo no pudo contestar todo con claridad, aún así, ella no detuvo sus preguntas hasta que llegaron, después de todo no estaba muy lejos de donde se habían encontrado.

— ¡Wow! — ella soltó nada más tuvieron el parque de frente, y soltando su mano, echó a correr por todo el césped hasta encontrar el área de juegos — ¡Es increíble! — dirigiéndose a él que pronto le alcanzó, confesó.

— ¿Nunca habías venido a un parque? — está vez el de la curiosidad fue él por tal reacción.

Ella se quedó de pie mostrandole la espalda, tiempo suficiente para apreciar el vestido rosa de princesa de llevaba puesto.

— Claro que sí — con felicidad contestó — Pero nunca a uno tan grande y bonito — confesó.

Por ese tiempo, la diferencia de edad se notaba a simple vista por sus conductas. La niña jugaba como si nunca lo hubiera hecho mientras Chuuya la veía hacerlo con una sonrisa en el rostro, ya que nunca había visto tanta felicidad. Él estaba acostumbrado a ver a los niños pobres del barrio Mortero con los que había crecido jugar únicamente con tierra. Lo que hubiera dado para que toda su familia pudiera ser igual de feliz como ella, pensaba el joven.

— ¿Por qué no vienes a jugar? — ella le saco de pensamientos y enseguida negó.

— Ya estoy grande para estos juegos — contestó avergonzado.

— La edad no importa cuando alguien se divierte. Yo tengo trece años, ¿y tú? — acercándose hasta él, preguntó.

— Quince — contestó ocupando lugar el el suelo. Se sintió más avergonzado porque no eran más que dos años los que tenían de diferencia.

— Bueno, entonces ya no jugaré más, de todas formas ya me cansé — diciendo, también ocupó lugar en el suelo junto a él — Ahora, ya que eres bastante grande... — se burló con una risita y él agachó las cejas ofendido — Hablemos como gente adulta — terminó.

— Bien, si así lo deseás — aceptó este siguiéndole el juego.

Empezaron entonces, a embarcarse en una conversación sin final de cosas que podrían no considerarse de gente adulta, sobre todo porque lo primero que ella preguntó fue "que dulce era su favorito", y por algún motivo terminó en Chuuya contándole que era "El Rey de las Ovejas" debido a un juego infantil que ella propuso.

Era apenas una bella niña, si, pero a pesar de eso, le contó todo lo que le afligía nada más tuvo la oportunidad de hacerlo.

— No tienes porqué ser el Rey de las Ovejas — de pronto le dijo con la simpleza que le caracterizaba; con esa voz llena de inocencia — Solo tienes que ser tú mismo y todo va a estar bien.

A pesar de que fue un consejo corto y simple, de alguna manera entró tanto en el interior de Chuuya, que sus ojos se agüaron en contra de su voluntad. Todo aquello sin duda lo tenía estresado hasta ese punto.

— ¡Ahí estás! — escucharon de pronto.

— Papá... — ella siseó.

El hombre de al menos treinta años se acercó hasta ellos y levantó del suelo con cuidado a su hija en brazos.

— Te he dicho que no debes abandonar la casa, cariño. Me tenías muy preocupado — se lamentó mientras ella le abrazaba con cariño.

— Lo lamento, papá, pero mira, he hecho un amigo — señaló con felicidad al muchacho y este se levantó del suelo confundido por la escena.

— Gracias por cuidar de mi hija, muchacho, puede llegar a ser muy traviesa cuando se lo propone — mientras le decía, la preocupación abandonaba poco a poco su cuerpo y pronto sonrió igual que ella.

— No es nada — únicamente contestó Chuuya.

— Bueno, es hora de regresar a casa, te agradezco de nuevo y también te aconsejo que deberías volver pronto a casa, parece que va a llover.

El hombre se alejó con su pequeña mientras él observaba claramente la escena. La niña entonces se fue feliz de haber compartido con él ese día.

— ¡Ah! Ni siquiera pregunté su nombre — el joven se regañó cuando cayó en cuenta de ello.

¿Cómo había sido tan descuidado? Pasaron la tarde juntos y aún así ni ella ni él conocieron sus nombres, pero ya nada se podía hacer. Chuuya también abandonó el lugar cuando de ellos no tuvo noticia, agradeciendo, por supuesto, el inocente consejo que le había regalado.

Así, todo siguió el flujo del tiempo. Las ovejas desaparecieron, Chuuya dejó de ser el Rey y se unió a la Port Mafia para ser el compañero de uno de los miembros mas letales de la organización. Y todo, sin volver a ver a aquella niña de nombre desconocido por propio su bien; eso, hasta que siete largos años pasaron.




ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀ: sɪ ɴᴏ sᴇ ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴀ ʟᴇʏᴇɴᴅᴏ ʟᴀ sɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ ᴇɴ ʟᴀ ᴘᴀ́ɢɪɴᴀ ᴏғɪᴄɪᴀʟ ᴏ ᴀᴘᴘ ᴅᴇ ᴡᴀᴛᴛᴘᴀᴅ, ʜᴀɢᴀ ᴇʟ ғᴀᴠᴏʀ ᴅᴇ ᴅᴇᴊᴀʀ ᴅᴇ ʜᴀᴄᴇʀʟᴏ ʏ ʀᴇᴘᴏʀᴛᴇ ᴇʟ sɪᴛɪᴏ ϙᴜᴇ ʟᴇ ᴘʀᴏᴘᴏʀᴄɪᴏɴᴏ́ ᴇʟ ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴏ.
ᴀᴘᴏʏᴇ ᴀʟ ᴀᴜᴛᴏʀ ᴇɴ ᴇʟ sɪᴛɪᴏ ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ.

ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ sᴜ ᴀᴛᴇɴᴄɪᴏ́ɴ.

Kanashimi / Nakahara Chuuya 🍷.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora