Mis pasos resonaron por todo el pasillo. Me moví veloz al oler la sangre, el fuerte olor a hierro me indicó que tenía que darme prisa.
Encontré la puerta entre abierta y la luz del fuego salía por la ranura. Moví la puerta para entrar, y me recibió el calor que hacía que el frío que había en el pasillo me abandonará.
Estaba espaldas a mi, sentado en su silla frente al fuego, y escuché los suspiros de dolor.
Me acerque y coloque mis rodilla en el suelo, y estaba en pose de oración frente a él. Estaba llorando con sus manos sobre las rodillas como en pose de derrota. Su cabellera le tapaba un poco el rostro pero me era posible verle.
-¿Acaso soy un monstruo?
Me quedé en silencio- Responde por favor.
Me pidió con un poco de suplico en la voz.- No.
Respondí firme.- Entonces por qué me siento como si fuese uno.
No sabía que decirle, el estaba desconsolado y su camisa manchada de sangre y sus manos también.
- Mi corazón y mi alma saben que no eres un monstruo. Es el instinto, es el que nos domina, todos los seres en este mundo tenemos instinto.
- Me llamaba.
- ¿Quién?
- La sangre de ese pobre hombre que ataque esta noche.
-A todos nos llama la sangre.
El seguía llorando, como un niño.
Me levante y lo abrace.
- Por qué tus ojos son los únicos a los que engaño, todos me ven como lo que soy, un demonio.
Hablo ahogado por el llanto.- Lo que mis ojos ven, es a un hombre triste y desolado, un hermoso joven que tiene miedo al mundo.
- No soy más que un asesino.
- Acaso los hombres no matan también inocentes entre absurdas guerras, y matanzas sin sentido por territorio, incluso a animales inocentes por el hambre, por que tu tendrías que ser peor que eso.
Se quedó en silencio, luego de que soltara mi agarre de él, lo levante de aquella silla suavemente mientras sostenía sus manos caminamos despacio y lo lleve junto a la ventana donde entraba la luz de selene y me vio con profundo pesar y me habló.
- Dime como soy ante tus ojos.
La luz platinosa de la luna bañaban todo su encanto, haciéndolo más sobrenatural.
- Tu cabello cenizo como si se hubiese prendido fuego y luego apagado.- dije pasando mi mano sobre sus rizos.
- El único recuerdo de mi madre.
- El icor de una diosa derramado sobre ti.
DijeSonrió levemente y la melancolía se apoderó de su gesto, deslicé mi mano hacia sus ojos que se cerraron ante mí toque.
- Los ojos dorados como el sol.
- Ojos cambiantes como si fuera una bestia, solían ser azules como el mar.
- El mar se volvió oro entonces.
Baje mi mano a su mejilla.
- Piel cual porcelana que parece fría pero al tacto es una de las cosas más tibias y cálidas que mis manos han tocado.
- Lo único que sé es que mi madre me dejó esto también.
- Un verdadero alivio.
Baje mi mano a sus labios rosados y cálidos, el toque que inicie me hizo paltitar el corazón.
- Las frutas más frescas y maduras se mueren de envidia al ver cuán perfectos son tus labios.
- No cuando beso para matar.
Abrió la boca y dejó que mi dedo pulgar tocará su colmillo y se undio en mi piel hiriendola.
- Las perlas afiladas tan blancas como las nubes.
- Hojas de navajas puestas por el demonio.
- Las navajas jamas se vieron tan tentadoras.
Luego baje mi mano a su pecho.
- Un corazón encantador como el de cualquier otro
- Aún así siento que estoy muerto.
- Pero no lo estas, estas vivo, respirando, andando ¿Acaso no es una prueba de que eres un humano aún?
- En parte.
- Una parte que está dispuesta a vivir lo mejor que se pueda.
- La otra me pide que mate me convierta en una bestia sanguinaria y me beba la sangre como si fuese vino.
- Esa mitad también quiere vivir.
- Deseo que no.