Prólogo

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Aquella noche de navidad era tranquila, con la blanca nieve adornando las calles y en las casas se respiraba paz y armonía.

Había una pequeña casa al final de la calle, solo vivía en ella una joven pareja. La hora de abrir los regalos llego, pero en la puerta del hogar de los Rogers sonó un golpeteo interrumpiendo aquel momento.

Al abrir, el alfa de la familia no pudo ver al responsable del sonido, de hecho lo vio a nadie hasta que bajó la vista. Ahí, el piso de la entrada vio una canasta, lo que estaba dentro estaba cubierto con una manta blanca.

Joseph levantó la canasta entrando con ella a la pequeña sala donde su hermosa Omega Sara esperaba frente al fuego.

—¿Quién era Joseph, querido?— pregunto Sarah.

—No lo sé cariño, pero dejaron esta canasta en nuestra puerta— contesto su esposo.

Al terminar de hablar, de la canasta salió un agudo llanto de un bebé. Sarah rápidamente acudió al llamado de la criatura, levantando la sábana blanca, observaron ambos al pequeño niño que lloraba. La Omega estrecho al pequeño entre brazos para calmar su llanto, pero el pequeño rubio al sentir las cálidas manos paró de llorar para volver a dormir. Joseph buscó en la canasta algún indicio sobre el niño, pero no encontró nada aparte de la sabana y una almohada.

Quería hablar, pero las palabras se quedaron en su garganta al ver la divina imagen de su esposa sentada frente al fuego de la chimenea sosteniendo al pequeño rubio en sus brazos mientras tararea una canción de cuna. Era la imagen familiar que había buscado, pero que nunca pudo darle a su esposa.

—Sarah— Dijo el alfa— Aquí no dice nada del niño

—Si no tiene familia nos lo quedamos— Contestó ella con tranquilidad, viendo al bebé dormir entre sus brazos— Tal vez Joseph, él sea nuestro regalo de Navidad.

—Si va a ser nuestro hijo necesitará un nombre.— Habló el Alfa sentándose al lado de su esposa para poder ver mejor al niño

—Steven, Steven Rogers— contestó ella después de meditarlo un rato.

La pareja se quedó ahí, en uno de los sofás, frente al fuego con hijo en manos.


¡Hey! Aquí Cielo.

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¡Muchos besos!


Como La Dama y El VagabundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora