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Llegamos a casa luego de un viaje en silencio. Bajo de la camioneta y por alguna razón, mi casa se encuentra en paz. Estoy a punto de irme a mi habitación, cuando papá se me acerca y me besa en la frente.

— Tengo que volver al trabajo ¿Estás bien? — pregunta con voz suave y una media sonrisa.

Veo de reojo que mamá se tapa el rostro con su cabello y va casi trotando hacia el baño.

— Mejor ve a verla a ella antes de irte, yo estoy bien.

Me volteo para subir las escaleras cuando papá habla detrás de mi.

— En algún momento vamos a conversar de ese amigo tuyo.

Cierro los ojos con fuerza y siento una vaga pizca de diversión en su triste voz. Subo las escaleras más rápido y cuando por fin estoy en mi habitación, me permito llorar. Las lágrimas comienzan a salir como si fuera que nunca lloré en mi vida.

Apoyo mi espalda en la puerta y me deslizo hasta quedar sentada en el piso. No se cuanto tiempo paso llorando, pero si algo tengo en claro, es que quiero estar sola. Quiero desahogarme sola. Hoy fue, oficialmente el peor día de toda mi vida. Incluso peor que el día que casi muero. Por lo menos ese día me agarró desprevenida, ahora en cambio sé que voy a morir dentro de 6 meses ¿Como no sentirme desesperada?

No se cuanto tiempo pasa, pero comienzo arrastrarme hasta mi escritorio. Quiero dibujar. Me siento frente a las hojas en blanco y comienzo a dibujar lo primero que se me viene a la mente. Dibujo paisajes, personas, dibujo el mar y también dibujo a un muchacho vestido de negro caminando por la calle de un vecindario de casas blancas. Él, lo único en lo que puedo pensar incluso cuando me avisan que me voy fallecer.

Que ironía. Me enamoró justo cuando voy a morir.

Cierro los ojos sintiendo más lágrimas cayendo por mi rostro.

Dejo de dibujar de golpe cuando siento una fuerte puntada en la cabeza.

¡Mierda! Me agarro las sienes con las manos mientras me levanto del escritorio y camino despacio hasta mi cama. Me acuesto y miro hacia el techo lleno de luces de navidad. Pequeños puntitos blancos que me ayudan a dormir. Alargo mi brazo y prendo las luces en la oscuridad de mi habitación.

Siento como si fueran las 9 de la noche pero seguramente no pasa del medio día. Anoche estuve aquí, durmiendo con Benjamín y ahora estoy sola, con una sentencia de muerte.

Miro las luces hasta que me quedo dormida.

                               ~•~

— ¿Male? Despierta.

Siento que me tocan el hombro. Abro los ojos y me encuentro con los ojos llorosos de una morena de cabello ondulado.

— Jess...

Me siento en la cama y abrazo fuerte a mi prima. Me doy cuenta que le cuesta no sollozar.

— Está bien, estoy bien. — Suelto para tranquilizarla.

— Lo siento, es algo difícil de procesar.

Cuando me separo de ella me doy cuenta que no se cuanto tiempo dormí. Me limpio un ojo con el dorso de la mano.

— ¿Y mamá? ¿Que hora es?

Jess me sonríe limpiando sus mejillas llenas de lágrimas.

— Está abajo, con mamá. Son las 3 de la tarde. Vine a buscarte porque queremos que tomes el té con nosotras.

Sonrío al saber que mi tía está abajo. Mamá siempre luce más tranquila cuando su gemela está cerca. Luego de conversar un rato con Jess, nos disponemos a bajar. Cuando entramos a la cocina con mi prima, de la mano, veo dos mujeres de espalda, casi iguales, que si no fuera porque mi tía tiene el cabello corto, no las distinguía.

— Las gemelas Maria e Isabella juntas... ¿Quién lo diría? — Le digo a Jess en tono burlón.

Mi prima se ríe sin ganas. Ambas se voltean al mismo tiempo en un movimiento casi idéntico. Mi madre me lanza una media sonrisa y mi tía se levanta rápidamente y viene a abrazarme tan fuerte que apenas puedo respirar.

— Hola madrina... — Le susurro al oído.

— Mi pequeña... — Me contesta con voz dulce parecida a la de mamá.

Nos sentamos a tomar el té mientras conversamos enérgicamente antes de que se le haga la hora de ir a trabajar a mamá y a mi madrina, que trabaja de radióloga en el hospital donde me atiendo. 

— Hoy Ceci no vendrá así que te quedarás con Jess. — Me suelta mamá en tono autoritario.

Mi madrina pone los ojos en blanco y me hace sonreír. Sabe que su gemela tiene un carácter fuerte.

— Si señora.  — Contesto con sarcasmo. 

Luego de que mamá y mi tía se van, con Jess, nos sentamos en el living a mirar películas de terror mientras comemos pochoclos. Por un segundo, mientras Jess comenta chistes sobre las sobreactuación de la actriz de la película, siento que todo esta bien y no me siento triste.

Luego doy un respingo y me pregunto por qué realmente mamá no quiere dejarme sola ¿Por qué tiene miedo de que me pase algo? O tal vez.... Piensa que me voy a deprimir y puedo llegar a cometer alguna estupidez.

El celular de Jess suena y me saca de mis pensamientos.

— Oh mierda...

La miro mientras ella le da toda su atención al celular.

— Mi compañera de trabajo se cortó la mano y alguien tiene que cubrir su turno.

Alzo las cejas.

— Pues ve a cubrirla.

Jess me devuelve una mirada llena de duda.

— No quiero dejarte sola.

Me río.

— No me voy a suicidar y voy a estar el resto del día sentada aquí ¿Que crees que va a pasarme? Por lo menos nada hasta dentro de 6 meses.

Jess abre los ojos como platos y yo me río.

— Malena, no digas eso. — Me contesta, incomoda.  — Okey voy a ir, pero quiero que me mandes mensajes todo el tiempo.

Asiento mientras me como un puñado de pochoclos. No quiero que nadie más, límite su vida por mi culpa. Tarda en irse y me repite varias veces que le avisé si la necesito.

Cuando por fin se va, me quedo sola en la casa hasta las 9 de la noche. Me doy cuenta de que en el momento en el que Jess sale mi casa, todo se vuelve sombrío. Las ganas de llorar vuelven y me doy cuenta de que tal vez mamá tiene razón en no dejarme sola.

Si antes estaba deprimida, ahora esto terminó de condenarme.

Apago la tele y subo nuevamente a mi habitación. Levanto la persiana de mi ventana para que entre la luz del día, me desnudo totalmente, preparo un baño de espuma y luego entro a la bañera para intentar que el agua se lleve todas mis penas.

Mi maravillosa creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora