—¿Me estás vacilando? —pregunté sin poder creerme lo que mis oídos escuchaban.
—Te juro que no—contestó riendo a carcajadas, abrí los ojos sin poder contener yo tampoco las carcajadas.
—No me lo puedo creer, ¿a quién se le ocurriría tirarte a un pantano el día de tu cumpleaños?
—A los idiotas de mis colegas —contestó rodeando los ojos, como si no le extrañara aquello viniendo de ellos—. Les di una paliza nada más salir del pantano.
Abrí los ojos como platos sonriendo divertida por aquella anécdota.
—Tendrías que haber visto como corrían los gilipollas —contó con la voz burlona.
Miré fijamente su perfil sin poder eliminar la sonrisa de mis labios, sus ojos verdes estaban clavados en la carretera de enfrente mientras sus manos se aferraban al volante. Luego de dos horas de viaje, esperaba con ansias llegar a nuestro destino; él me había asegurado todas las veces que había preguntado, que no habían sido pocas, que estábamos apuntito de llegar, pero la carretera parecía ser infinita.
Llevé una de mis manos a su mejilla y la acaricié con suavidad, admirando la calidez de su piel. Sentía una sensación en el pecho bastante agradable y me daba miedo que las situaciones o las personas pudieran arrebatármela en un futuro. Su mano descansaba en mi muslo, había estado casi todo el trayecto en esa postura y solo había dejado de tocarme cuando cambiaba de marchas, pero después volvía a colocarla ahí.
—¿Cómo es qué se te ha ocurrido lo de esta noche? —le pregunté luego de unos minutos de silencio.
Mi pregunta le tomó un poco de sopetón, pareció un poco extrañado, pero no sorprendido. Apartó su mirada de la carretera por unos instantes para fijarla en mí, me miró como si estuviera pensando en qué decir.
Volvió a mirar la carretera y al creer que no contestaría, giré mi mirada hacia la ventana de mi lado, a la vez que alargaba un suspiro.
—Simplemente quería pasar tiempo contigo —contestó de repente cuando comenzaba a darme por vencida, lo miré—, ¿te sorprende? —me preguntó un poco confundido.
—No me sorprende, pero sé que esa no es del todo la verdad —me sinceré.
Suspiró, algo en su mirada fija en la carretera y en la vena marcada de su cuello me decía que no quería hablar de esto. Algo en él parecía temer hablar de temas serios, siempre que lo hacíamos acabábamos mal, pero era necesario para en un futuro... acabar bien.
—¿Por qué has querido pasar tiempo conmigo, Castiel? —volví a preguntar.
—No lo sé —dijo de pronto, con el ceño fruncido.
Un fuerte latido en mi corazón me desconcertó, dejándome atónita a lo que acababa de escuchar. Sin embargo, no dije nada al respecto y esperé pacientemente a que continuara, porque sé que esa respuesta tenía muchas más explicaciones detrás.
Él se dio cuenta de que estaba esperando más respuestas de su parte, me miró de reojo y suspiró de nuevo.
—Siento que debo pensar en mí por una vez en mi vida —susurró entonces con la voz ronca.
—¿A qué te refieres con eso? —pregunté confundida.
Su mirada se encontró con la mía por unos instantes.
—Me haces bien, le haces bien a mi puto alrededor. Eres como una luz entre mi oscuridad, y aunque necesito que sigas alumbrándome, temo acabar apagándote —comentó, era la primera vez que lo escuchaba hablar de esa manera con tanta seriedad.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Teen Fiction¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...