Capítulo 17 "Revelando el pasado"Estoy acostado boca arriba en la cama, recuperándome tras haberme corrido. Debería haberme vestido ya y dejado a Krystal, pero la chica se lo ha currado, así que me siento generoso y me acerco a ella. Empiezo a acariciarle las piernas por la parte interior mientras Krystal permanece tumbada a mi lado, expectante. No voy a jugar con ella, así que me inclino y empiezo a besarla justo por encima de sus pechos de diseño (la conocí poco después de que se hiciera los implantes) para ir acomodándome sobre su cuerpo. Siento sus manos en mis hombros, sé que está excitada y que si quiero puedo penetrarla ya, sin embargo, se merece algo más que un polvo rápido. Le meto un par de dedos, percibo su tensión, gime y le muerdo con suavidad un pezón.
De reojo veo cómo estira el brazo para coger un condón (aunque podría follar a pelo con ella, no termino de fiarme) y me lo entrega.
—Fóllame ya —ronronea.
—Como quieras —convengo, ya que si no quiere que me esfuerce más allá de cuatro empujones, ¿para qué lo voy a hacer?
Me pongo el preservativo con rapidez y medio minuto más tarde se la estoy metiendo. Embisto con fuerza, esto va a ser un visto y no visto. Es lo que Krystal quiere.
Perfecto, con un poco de suerte estoy de vuelta en casa antes de medianoche.
Sigo empujando, giro las caderas para cambiar el ángulo. Krystal jadea cada vez más alto. A veces tengo la sensación de que finge. Bueno, si lo hace peor para ella. A mí me falta poco.
—Jongin... —gimotea—. Estoy a punto...
—Me alegro —murmuro sin perder fuelle.
Cuatro arremetidas bruscas, profundas y me corro. Krystal se retuerce y me aprieta con las piernas, así que supongo que no he sudado en vano.
Me retiro con rapidez para quedarme tumbado boca arriba. Podría besarla, decirle alguna palabra cariñosa, pero no se me ocurre nada aceptable, así que me dedico a relajarme. Ella se mueve, supongo que querrá vestirse, me importa bien poco. Si embargo, me toca, así que abro un ojo y observo qué se trae entre manos.
—¿Qué coño haces? —pregunto, sospechando lo peor.
—¿No lo adivinas? —replica, utilizando mi abdomen para prepararse una raya.
—Joder, creía que lo habías dejado —mascullo, con unas ganas tremendas de unirme a ella y mandar a la mierda tres años de esfuerzos para estar limpio.
—Y yo —responde riéndose—. Pero de vez en cuando lo necesito para seguir adelante. Llevo una semana de mierda...
Se mete la primera raya. Yo cierro los ojos e inspiro, porque para semana de mierda la mía.
—Joder, Krystal...
—No me mires así, tío, no es la primera vez que lo hacemos, antes te gustaba esnifar sobre mis tetas.
—No me lo recuerdes... —gruño y con la poca fuerza de voluntad que me queda, la aparto y me limpio el abdomen.
—Eh, tío, que no la regalan —protesta, pero no estoy para zarandajas y comienzo a vestirme.
Tendría que haberme dado una ducha; sin embargo, son tantas las ganas que tengo de salir de ahí para evitar cometer una estupidez, que me marcho como alma que lleva el diablo y pongo rumbo a mi apartamento.
Menos mal que el trayecto a casa ha sido rápido, porque no estoy para sutilezas.
A pesar de haberme follado a Krystal, sigo tenso, con una especie de inquietud interior que
me pone de muy mala hostia. Supongo que un rato bajo el chorro de agua me ayudará. Al menos eso espero.
No he terminado de vestirme tras la ducha, que presuponía relajante, cuando alguien dispuesto a tocarme los cojones llama al timbre. Es lo que se me pasa por la cabeza mientras camino malhumorado hacia la puerta.
—Una ofrenda de paz —murmura Kyungsoo mostrándome una carátula de DVD—. he traído palomitas. Sé que no te hacen mucha gracia.
Mantengo la puerta entornada. No quiero, mejor dicho, no debo dejarlo pasar. Lo miro en silencio. Como me descuide, se carga la endeble relajación que he logrado con la ducha, porque follar con Krystal ha sido incluso contraproducente.
—Vengo a disculparme.
—¿Por qué? —inquiero, cruzando los brazos en una actitud un tanto indolente.
—Por lo del otro día —aclara—. Lo que te dije estaba fuera de lugar. Pagué contigo mi enfado.
Inspiro hondo sin apartar la vista de su cara. Se ve a la legua que lo está pasando mal. Tiene ojeras, lleva el pelo desaliñado sin ningún glamur y viste un chándal color caqui y una camiseta negra.
—¿Has cenado? —pregunto, sorprendiéndome hasta yo por haber dicho algo así. Kyungsoo niega con la cabeza.
—Yo tampoco.
Lo dejo entrar y me sigue hasta la cocina. Una vez allí, saco diferentes envases del frigorífico. Cuando termino de servir una ensalada de pasta, me suelta:
—Me casé con In Sung por interés.
Arqueo una ceja; queda mucho más elegante que atragantarse con el vino.
—Ajá...
—Él es quince años mayor que yo —añade, aunque no sé muy bien de qué sirve ese dato.
—Si esta conversación es un patético intento de darme pena, te aseguro que vas mal encaminado —le advierto, levantándome un instante para buscar un aliño a la altura de la ensalada.
—Lo conocí en una fiesta del periódico en el que trabajaba como becario. Él gran jefe. Yo tenía veintidós años. Una oportunidad única.
—Sigues sin impresionarme —comento encogiéndome de hombros.
—Nunca me habrían dado un puesto como el que tengo de no haber estado casado con In Sung. Su familia controla varios medios de comunicación —prosigue a pesar de mi tono desapasionado.
He dejado muy claro que me importa una mierda.
Inspiro. Otra vez. Parezco un pez fuera del agua. Si pretende ablandarme, va por mal camino, se lo he advertido. Yo también sé jugar a este juego. No sabe con quién se enfrenta.
—Una vez iba tan pasado de coca que le di un puñetazo a una tía que sin querer me tiró al suelo la raya que me estaba preparando, le rompí el tabique nasal —digo como si tal cosa y continúo comiendo.
Ahora es su turno de sorprenderse. Abre los ojos como platos. Está procesando la información.
—Me he prostituido durante diez años por un trabajo —afirma, mirándome a los ojos.
Tiene agallas, me gusta. Yo también las tengo.
—Eso no es nada. Durante mucho tiempo yo me he ganado la vida buscando tías y tíos buenos, aspirantes en su mayoría a modelos o a actores, para divertir a tipos ricos... Kyungsoo da un respingo—. Ni que decir tiene que yo me encargaba antes de comprobar lo «divertidos» que podían ser.
—Prácticamente durante todo mi matrimonio fingía los orgasmos para no enfadar a In Sung y no herir su orgullo masculino.
—Eso es patético —le digo con una mueca.
Continuamos cenando en silencio. Parece que ha habido un empate. Disfrutamos de las exquisiteces que he traído del Exodus hasta que él, tras probar la mousse de chocolate blanco semifrío, dice:
—Con algo así es difícil fingir...
Y no sólo lo dice con un tono marcadamente erótico, sino que además lame la cuchara de una forma obscena y peligrosa.
Joder, si al final me va a poner cardíaco.
—¿No vas a hacer ninguna confesión más? —lo provoco.
—Dame otra ración y te lo cuento todo —responde y yo se la sirvo.
Kyungsoo mete la cuchara, me mira y emite una especie de gemido que me hace resoplar.
—Desembucha —exijo, haciendo amago de retirarle el postre.
—Cuando me quedé embarazado, en vez de decírselo, aborté en secreto y fingí estar indispuesto. Aproveché uno de sus viajes de negocios para que no se percatara de nada confiesa y, a pesar de su tono neutral, intuyo que es un tema peliagudo. Achico los ojos. Juego duro.
—Puedo superarlo.
—Lo dudo. In Sung creó Secrets sólo para mí. De cara a la galería le gusta presumir de tener un esposo trabajador, de éxito; sin embargo, es controlador, manipulador, taimado y en privado odia que lo contradigan y mucho menos que le repliquen.
La señora Choi y su red de información son fiables al cien por cien.
Si además Kris lo ha corroborado, sé que no miente. Un punto a su favor por ser sincero.
—¿Te pegaba?
—Sí —afirma sin dramatismos—. Nunca he sabido callarme a tiempo o guardar mis opiniones.
Cómo me jode oír algo semejante.
—Sigues sin impresionarme —contesto fingiendo indiferencia.
—Nunca le fui infiel. Ganas y oportunidades no me faltaron.
—No me sirve.
—Dudo que puedas superarlo —me desafía.
—A cabrón despiadado te gano. Engañé a Baekhyun para que se ocupara del catering de una fiesta privada... —Sonrío de medio lado. Doy un trago al vino. Creo expectación.
— Muy privada. De hecho, era una orgía organizada por mi antiguo socio.
Da un respingo.
—Me rindo, tienes razón. Eres un cabrón con todas las letras. Levanto mi copa en un brindis silencioso y sonrío.
—Te lo he advertido.
—Tienes que darme la receta de esta mousse —me pide cambiando de tema.
No sé a qué se debe, aunque la imagen de Kyungsoo chupando la cuchara se va a directa a mi imaginario erótico personal.
—Lo siento, soy un inepto para la cocina. Habla con Baek, él es el artista.
—Aún no me ha respondido a mi propuesta de entrevista.
—Es cosa de él —le digo sincero.
La conversación ha llegado a su fin, así como la cena. Ya no tiene sentido continuar alargando la velada. Ha estado bien, no la jodamos. Recojo los platos, pero al terminar no sé por qué cojones digo:
—¿Con qué esperpento cinematográfico pretendes torturarme hoy?
Señalo el estuche de DVD y no tengo que esforzarme mucho en fingir que no me va a gustar.
—Jet Lag —murmura—. Una comedia romántica francesa.
Pongo cara de fastidio y él se ríe. No ando muy desencaminado al pensar que disfruta haciéndome sufrir con sus gustos cinéfilos.
—¿Es necesario?
—Está incluida en la colección de cine que regalamos cada mes con Secrets.
—Que sea lo que Dios quiera...
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Guardemos el secreto
Romance« ¿Quieres pasar una noche inolvidable? ¿Asistir a eventos exclusivos? ¿Cenar en los mejores restaurantes? ¿Codearte con gente vip? Perfecto, aquí me tienes. A cambio sólo te pido una cosa: a la mañana siguiente ahórrame, por favor, escenas romántic...