GÉNESIS

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Se subió al colectivo en hora pico, volviendo de la oficina. Pudo tomar un asiento cercano a la puerta, lo cual lo alivió porque el trayecto se le hacía tan largo como tedioso, y encima estaba más cansado de lo habitual.

No dejaba de pensar en las palabras de su jefe: "Ulises, la gente esta cansada de los superhéroes, nuestros comics necesitan algo novedoso, alguna innovación, un cambio de aire. Puede que sea hora de sacar un antihéroe al mercado". Y tenía razón. La venta de comics de la empresa para la que trabajaba Ulises había disminuido los últimos meses, y eso era un gran problema que debía solventarse rápido, cualquier paliativo venía bien, la suerte estaba echada. En otro momento quizas no hubiera sido la mejor idea y Ulises se lo hubiera hecho saber, pero ahora tenía que arriesgarse para sacar adelante su editorial.

Sacó un bloc de hojas un tanto arrugadas, pero útiles, al fin y al cabo, y su pluma de tinta negra, que le había regalado su novia apenas empezó a trabajar como dibujante y guionista de historietas. Quiso concentrarse, pero estaba completamente nublado, su mente estaba en blanco, como un televisor que no sintoniza. Para colmo, el conductor, un hombre de unos 50 años y aspecto desaliñado, tenía sonando rock al máximo volumen.

- Chófer, disculpe - gritó Ulises, para que lo escuchara - ¿Podría bajarle un poco a la música?

- Es mi bondi, pibe. Si no te gusta bajate - respondió el chófer de manera soberbia.

- Pero si yo pagué por este servicio, además es transporte público, no es tuyo - replicó muy molesto Ulises, apretando sus puños.

No tuvo contestación alguna, solo vio como el chófer manipulaba la perilla del volumen para subirlo, al igual que subía el enfado de Ulises. Los pasajeros observaban perplejos la situación, sin emitir palabra. Eso aún lo enfureció más ¿Acaso era el al único al que le molestaba la música y la respuesta que le dio el conductor?

En un acto casi involuntario, se levantó de su asiento y se acercó bruscamente al chófer. Éste lo miro por el espejo retrovisor, desafiante, y le preguntó:

- ¿Se te perdió algo?

Ulises, trató de mantener la calma, tomó aire y le dijo, con voz templada:

- Abrime la puerta.

El vehículo frenó de repente en la parada, y algún que otro pasajero se cayó para adelante. Ulises no se bajó sin antes fulminar con la mirada a aquel hombre tan soberbio y agresivo.

Se sentó a esperar el siguiente colectivo, ya estaba anocheciendo. La luz pública titilaba como si de una estrella más se tratara. En esa penumbra se quedó. Estaba completamente solo. "Así que lo que se necesita ahora es un antihéroe", pensó, esbozando una pequeña sonrisa sin motivo alguno.

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