Persecución (III)

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Uno de los que habían salido de las trampas era un ser verdoso y musculoso, un orco lleno de cortes. La otra era similar, también con cortes y furiosa. La maga que atacaba a Goldmi aún estaba oculta, pero su tamaño era mucho menor a los algo más de dos metros de los orcos. Estos se abalanzaron hacia la arquera, dejando a su suerte al humano que se enfrentaba a la lince.

Desequilibrado, intentaba con las dos manos evitar que las mandíbulas de ésta lo alcanzaran. Usó Reforzar para doblar su fuerza por unos segundos, a costa de un gran consumo de energía, logrando así hacer retroceder a su atacante. No obstante, había sufrido varias heridas por las garras y fuego de su enemiga. Por ello, aprovechó ese instante para sacar una poción de curación.

Mientras, Goldmi confiaba en Retroceder para ganar distancia con los orcos, esquivar otro ataque de la maga y acercarse a ésta. Disparó una flecha con Acelerar hacia el enemigo de su hermana y guardó el arco, empuñando espada y daga para enfrentarse a la maga. Ésta poseía un escudo capaz de parar sus flechas, y no era fácil ir debilitándolo mientras la perseguían. Mediante Deslizar, logró ganarle rápidamente la espalda, colocando a ésta entre ella y los orcos.

Un rostro de incredulidad apareció en el humano cuando la poción que iba a consumir estalló casi en sus labios, al ser atravesada por una veloz flecha, un momento de distracción que permitió a la felina saltar sobre él.

–¡Maldita bestia!

Alzó la espada y escudo hacia su atacante, para pararla y atravesarla al mismo tiempo, pero el filo fue detenido por las garras reforzadas con Desgarrar. Apenas pudo aguantar de pie ante el impacto contra el escudo, pues ya había expirado el efecto explosivo pero breve de Reforzar, y fue demasiado lento para darse cuenta de que su enemiga no había sido rechazada por éste, sino que lo había usado como plataforma para saltar a su espalda.

Cuando se giró, unos poderosos colmillos ya estaban atravesando su yugular, mientras unas poderosas garras lo rasgaban, quemaban y encastraban contra el suelo. De nivel 48, sus tres niveles de más no fueron suficiente para contrarrestar la experiencia de la felina y sus veloces ataques por sorpresa.

A su vez, la elfa presionaba con MultiEstocada a la maga, quien no tuvo más remedio que reforzar su escudo para intentar contrarrestar ataques físicos cuerpo a cuerpo, contra los que no estaba bien equipada. Su posición natural era en la media distancia, protegido por guerreros.

Por suerte para ella, los orcos estaban al llegar. La primera en hacerlo atacó sin vacilación a Goldmi, quién usó Finta al Pie, combinándola con Daga Sorpresa. Con la primera engañaba a su oponente, dejándose caer para esquivar y atacar con el pie. Con la segunda, añadió una daga a ese ataque con el pie, clavándosela a la enorme orco.

Ésta trastabilló y a punto estuvo de caer, chocando con su compañero, quien se había apresurado a atacar desde atrás. La colisión no fue fuerte, pero permitió a la elfa ganar tiempo. Cuando el orco volvió a embestir hacia ella, se encontró con otro Abismo de Viento.

Su compañera entró en Bersérker, ignorando la herida del pie para atacar a la elfa, mientras que la maga dudaba. Sus ataques a distancia podrían dañarla también a ella desde tan cerca.

Goldmi usó de nuevo Retroceder y sacó el arco del inventario, disparando una Lluvia de flechas hacia los tres, e invocando un Anillo de Viento. La orco embistió hacia ella a pesar del anillo y las flechas, siendo su velocidad reducida por Golpe de viento en cuanto pasó por encima, incrementándose así el daño.

Por su parte, la maga estaba ocupada defendiéndose de la lluvia de flechas que la orco ignoraba, mientras que el orco entraba también en Bersérker, liberándose de la trampa a costa de aumentar sus heridas.

La arquera se encomendó a Bloqueo y Retroceso para contrarrestar la enorme espada a dos manos de la orco. Es cierto que una daga por sí misma no podía bloquear aquel poderoso ataque realizado con furia y Sesgar, pero lo que hacía la habilidad era precisamente aprovechar la fuerza del contrario para ser arrastrada por ella. Cuanto más fuerte fuera el ataque, mayor era la distancia recorrida.

Así, mientras su enemiga prácticamente sentía haber golpeado aire, la elfa ganaba distancia y, mientras volaba hacia atrás por la fuerza del impacto, volvía a empuñar el arco. Ayudada por Dispara Como Sea, podía empezar a disparar incluso antes de detenerse.

Tres ráfagas de tres flechas fue capaz de lanzar antes de aterrizar, momento en el que guardó el arco y rodó por el suelo, en un movimiento que podía hacer con facilidad gracias a ser la continuación de la habilidad.

Las nueve flechas se habían clavado en las piernas de los orcos, intentando acertar en rodillas y tobillos para obstaculizarles sus movimientos. Estos, en su estado de frenesí, seguían avanzando hacia ella, arrancándose las flechas sin preocuparse de que desgarraran sus músculos al hacerlo, o que dañaran sus manos al intentarlo con flechas de maná. Si bien es cierto que la dura piel de estos había impedido que se clavaran muy profundamente, tampoco habían salido indemnes.

Por su parte, una vez la presión sobre ella había disminuido, la maga lanzó de nuevo varias Bolas de Fuego hacia la arquera, pero pronto tuvo que detenerse. Su escudo mágico vibró y amenazó con colapsar. Una enorme felina la atacaba desde atrás.

Se volvió casi en pánico, lanzando lo que parecía un Aliento de Fuego por la boca. Claro que, a una lince con el Linaje de la Llama, poco le afectaba el fuego. No obstante, no se envolvió en él. Mientras la maga le lanzara hechizos de fuego, no iba a darle pistas sobre su casi inmunidad.



A cierta distancia, varias sombras observaban la pelea, un tanto asombrados porque el bando menos numeroso aún permaneciera en pie, e incluso hubiera eliminado a uno de los contrarios.

Aunque, más que la batalla, les preocupaba el interior de la cueva donde se encontraba la dríada. Su misión era no intervenir si no era imprescindible, y hacer lo posible para no ser vistos, pero, ante todo, asegurarse que la dríada saliera de allí, viva o muerta, y sin que pudieran asociarles con nada de lo que allí estaba sucediendo.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora