Capítulo 10

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Axel

Me encuentro molesto porque a pesar de tratar de  ser razonable siempre consiguen ver con malicia lo que digo, soy el único que trata de arreglar la situación de todos pero en lugar de agradecerme me sermonean, se enojan o me hacen sentir mal por mis errores aunque sean minúsculos, si soy una mierda “que soy desinteresado y mal amigo”, si me preocupo “debo meterme en mis propios asuntos”, si ayudo a una amiga “que tengo motivos ocultos y no ordeno prioridades”, si no veo a las chicas como amigas “solo pienso en coger” ¡Qué demonios quieren que haga!

Cruzo lleno de enojo la sala de mi casa y lanzo mi chaqueta contra el sillón, estoy a punto de hundirme en mis propios sentimientos y la verdad prefiero pensar en todos menos en mi.

—Vaya, con tanto desequilibrio energético deberías considerar volver a practicar Kick-boxing —papá me mira apoyado en la pared de la cocina, está enfriando una taza de té.

—Yo, tal vez debería... —pienso seguir caminando hacia mi cuarto pero nunca he conseguido poder mentirle a él.

Se acerca con su taza hacia un sillón y me indica que lo acompañe—. ¿Vas a decirme lo que te ocurre, hijo? No hay secretos entre nosotros.

—Tuve una pelea con mis amigos, para variar —me siento a su lado, él me extiende la taza y me sorprendo al descubrir que no era para él, era para mí, papá me estaba esperando.

—¿Qué ocurrió? —me friega la espalda suavente y yo ya no puedo aguantarlo, dejo la bebida en la mesita y lo abrazo y el llanto brota de mí, nadie nunca me ha visto llorar además de mi padre, ni mis mejores amigos, dañaría mi fachada de chico malo—. Saca todo, mi pequeño, no te hace bien aguantar el dolor. ¿Sabes? No necesitas verte fuerte todo el tiempo.

—Siento rabia, papá, mucho enojo, me preocupo por todo cuando no debería, no es mi obligación cuidar de nadie pero no lo valoran —mi voz suena ronca, no puedo creer lo que estoy haciendo, yo Axel Sammuels, un chico que en algunas semanas va a ir a la universidad estoy llorando en los brazos de mi papá como un bebé.

—Son ellos los que se lo pierden, Axel no te rompas la cabeza pensando ¿qué hago mal? Eres un chico muy bueno y fuerte, sé que nadie lo sabe pero debajo de esa personalidad burlona y despreocupada está mi niño dulce y sensible.

Me siento incómodo recordando como solía ser en el pasado, me separo del abrazo porque siento que vamos a entrar en esas conversaciones en las que siempre hay una lección implícita—Vamos, pa, no necesitamos recordar aquello. Soy el tipo fuerte de mi grupo, nadie debe saber que soy bueno.

—No sé porqué te avergüenza admitir que eres un buen hijo,   hermano y amigo. Ser un “chico malo” —hace comillas exageradamente y se ve gracioso— debe ser cansado, apuesto a que haces el trabajo sucio de tus amigos, golpeas chicos, duermes con una señorita diferente cada día mientras me mientes que vas al hipódromo, seguramente fumas y bebes mucho, solo quiero ser cuidadoso en pensar que hay drogas involucradas.

—¡Papá! —no puedo creer lo que dice este hombre, admito que casi todo es correcto pero uno no espera que su papá abiertamente diga lo que piensa.

—¿Miento? —pregunta mirándome lleno de seguridad, la típica frase “te conozco” resuena en el ambiente aunque no diga nada.

—Algunas cosas no son así —digo tratando de arreglar mi imagen.

—Dime que es en lo de las drogas —la mirada esperanzada me hace sentir un mal hijo.

—Sí, te juro... —levanto mi mano derecha—. Que nunca he consumido drogas papá de ningún tipo.

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