Dormidos♡

202 45 140
                                    

Observó la manera en que el gato jugaba con el estambre, ese que ella usaba para tejer bufandas y gorros en tiempos de frío, y sonrió al minino. Luego se levantó de la cama y fue hasta el otro lado de su cuarto, Connie tuvo que sacar al travieso Mochi de la trampa enredosa en la que se había metido él solito al estar mordiendo salvajemente la lana.

—Si sigues así te vas a lastimar —lo regañó cuando por fin separó al gato del estambre.

Como esta situación ya era algo de todos los días, usó una mano para cargar al felino y la otra para guardar en su lugar el pedazo de hilo que quién sabe cómo el otro logró obtener; pues si descuidaba a Mochi de nuevo estaba más que segura que iba a regresar a querer jugar. Al terminar, Connie dejó al gato en la cama recién tendida y se recostó junto a él. Mochi la estaba mirando mal, seguramente juzgándola por haber terminado su diversión, pero como no podía hablar no dijo nada.

—No seas gruñón —dijo la chica, notando como Mochi se acomodaba en la cama dándole la espalda—. La última vez comiste estambre y tuve que jalarlo de tu boca. Fue asqueroso.

Mochi no dijo nada. Connie se acercó más a él, pegando su rostro al pelaje blanco de su gato, a lo que le entró comezón en la nariz. Se preguntó cuándo fue la última vez que lo bañó, recordaba vagamente que fue hace meses, cuando el travieso se había restregado en la basura de hojas secas y tierra del jardín que su hermano estaba barriendo.

—Ámame —se quejó ella al notar que Mochi no estaba de cariñoso—, que te digo que me ames, maldita sea.

Mochi seguía sin decir nada. Bien, si así quería él jugar, que así sea. Connie lo cargó repentinamente y se lo pegó a su pecho. Al inicio él se resistió, pero después de un rato llenándolo de mimos y besitos, se relajó y comenzó a ronronear.

—Cien puntos para Gryffindor —sonrió Connie, no queriendo reír porque sabía que ahí Mochi sí se iba a ir de su lado.

Quedaron así, con Connie viendo el techo de su habitación mientras rascaba detrás de la oreja del gato, y Mochi ronroneando como la mascota mimosa que era.

—Me gustan tus ojos —susurró ella, mirando la carita toda linda del pequeño animal—. Son algo similar a una mezcla de amarillo y café, un lindo color miel. También me gustan tus adorables bigotes —con la mano libre que tenía, le hizo un boop en su nariz—, agradece que no te llamé Señor Bigotes, ¿eh?

Mochi ronroneó, a lo que Connie besó su frente que también tenía algunos bigotitos blancos por ahí.

—Estoy perdidamente enamorada de ti, ¿lo sabías?

Él no dijo nada, otra vez.

—Claro que lo sabes, te lo digo siempre. A ver si algún día me lo dices de vuelta —se burló ella, sintiéndose cansada. Connie cerró sus ojos y se relajó, había parado de acariciar a Mochi, pero eso no importaba, cayó dormida escuchando su ronroneo. 

Escuchando su ronroneoWhere stories live. Discover now