Las marcas en su cuello no parecían querer desaparecer. Día tras día se miraba en el espejo para descubrir que aún no lo habían dejado. Las olvidaba con sus tareas y responsabilidades habituales, pero en sus descansos sus dedos buscaban las marcas para atormentarlo. Había cometido un grave error y ni siquiera recordaba cuál había sido exactamente la razón. Le preocupaba no tener control de sus pensamientos ni de sus sentimientos o de sus decisiones. Podría cometer cualquier otra estupidez y en un terminado momento del día no saber qué lo llevó a hacer aquello.
Era grave, más de lo que se había imaginado.
Por otro lado, había enriquecido su relación con su hija; era como si la hubiera conocido por primera vez. Y la idea de que así fuera lo había abrumado los primeros días fuera del hospital. Abigail se había convertido en su confidente después de Brenda, que intentaba reconfortarlo lo mejor que podía. Pero no así con Patrick, quien había decidido distanciarse al menos por un tiempo de él y su familia.
Minho había creado una pequeña academia en la que se destacaban enseñanzas de supervivencia, mecánica y cartografía. Viajaban en barco por las costas, llevándose jóvenes de quince a diecisiete años para prepararlos en caso de que el pasado, aún los estuviera persiguiendo.
Suponía que el que su hijo mayor estuviese bajo el cuidado de Minho, le daba cierto consuelo. Sin embargo, tenía una gran necesidad de hablar sobre lo sucedido. Entender desde su perspectiva sobre uno de los tantos momentos traumáticos de su vida. Ese era el asunto del día: entender.
Terminó de trenzar una red y dejó escapar un suspiro. Aquel día aparentaba ser el más caluroso de lo que recordaba y al parecer no era el único que pensaba de aquella manera. La playa estaba abarrotada de gente disfrutando del agua para mitigar el calor que no daba tregua. Abigail se sentó a su lado con una botella de agua fresca y luego de tomar un trago, le ofreció un poco.
-Escuché que las elecciones para líderes es el próximo mes -comentó ella secando su sudor con el dorso de su mano -. Vince vino a casa para ofrecerte la oportunidad de presentarte como candidato.
-Fue un gesto muy amable de su parte -respondió mirando aún hacia la playa -. Pero dudo que después de lo que hice alguien quiera confiar en mí.
-Eres muy duro contigo mismo, papá. ¿En serio crees que ellos no lo intentaron alguna vez? ¿Crees que todos ellos pueden dormir en paz de noche? -Thomas soltó una pequeña risa mientras se giraba para mirarla -. No debes dejar pasar las oportunidades que se presentan en tu vida porque tienes miedo de ti mismo.
-A veces me das miedo, Abi.
-Te convencí, ¿no?
- Vince juega sucio al mandar a mi propia hija a hacer algo que él no puede. ¿Te dijo a dónde debo ir?
-Al Centro, al bajar el sol.
-Claro, ahí tenía que ser -murmuró con ironía comenzando a doblar la red -. Siempre tiene que ser ahí -añadió negando con la cabeza.
*·*·*·*
El sol había caído. La ciudad que habían levantado tras mucho esfuerzo se iluminó gradualmente y la hora de presentarse en el Centro había llegado sin que lo hubiera podido evitar. Brenda y Abigail lo despidieron en la puerta, no lo siguieron ni le dieron la oportunidad de retroceder ni de ocultarse en su casa. Estaba bien, quizás él podría hacerlo. Llegar sin problemas. Enfrentarse a la roca y a los cientos de nombres tallados. A los treinta y tantos de mujeres y hombres que seguramente serían convocados para la reunión.
Podía hacerlo.
Se sintió sofocado cuando sus pies rozaron las puertas del lugar. Atinó a girarse para largarse cuando Vince lo interceptó con su mano. Había envejecido aceleradamente en todos esos años en libertad, tanto que su cabello había quedado atrapado en un millar de canas y en algunas arrugas bajo sus ojos que, fuera de hacerlo ver viejo y cansado, le daban más bien un aire de un anciano sabio y cascarrabia. Había perdido uno de sus ojos, pero podía sentir perfectamente el peso de su mirada con el que le quedaba.
-¿Ibas a alguna parte?
-No -este asintió y lo obligó a mirar la puerta nuevamente -. Parece que no puedo irme de aquí -murmuró para sí mismo.
-No aún, al menos -dijo Vince empujando la puerta con su pie.
Las voces no se hicieron esperar. A pesar de que el debate no comenzaba oficialmente, el ambiente estaba ya a unos cuantos grados por encima del normal. Pero menguó en cuanto ambos entraron. Thomas reconocía a la mayoría y sabía que ellos lo reconocían a él. Muchos habían encontrado cosas importantes para hacer en la ciudad, a excepción de él que había preferido alejarse de los cargos más importante y dedicarse a la pesca, que por cierto no le había dado más que lo necesario.
-¿Qué es esto, Vince? ¿Lo trajiste a él?
-Sí, bueno, Bob, no nos olvidemos que sin Thomas ni tu ni tu esposa estarían aquí el día de hoy. Esta ciudad no existiría, ni la libertad, ni nuestros hijos -unos pocos bajaron la mirada mientras que el resto no pareció importarle lo que un viejo rechoncho les decía -. La ley dice que podemos presentar a nuestro candidato frente al resto del Consejo del Centro; no existen restricciones de ningún tipo ni de edad, sexo o color, así que cierra la boca, Bob -dejó de mirarlos para buscar una silla. La arrastró hasta cerca de la puerta y se dejó caer con pesadez -. ¿Vamos a iniciar o no?
Sartén y Gally se acercaron a Thomas. Eran quizá los únicos que se habían alegrado de verlo. No hicieron falta palabras, un gesto cordial fue suficiente para recordar los viejos tiempos.
-Bien, que den un paso al frente los diez candidatos.
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The Maze Runner: Aquello que llaman hogar.
Fiksi PenggemarThomas ha crecido, es padre y esposo, y el tiempo poco a poco ha carcomido su jovialidad. Los recuerdos, aquellos que se han convertido en pesadillas, aún lo persiguen cada noche desde aquel día en que sintió que lo había perdido todo. Pero aquello...