Capitulo 1 [Derek]

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-Hace un año-

-El sol madrugador salía por el horizonte en el anuncio de un nuevo día.
-Un misero lunes por la mañana, un chico de cabello negro abría los ojos para mirar el techo con sus iris color carbón, con su difuso cabello hasta pasar las orejas y incontables mechones rebeldes apuntando al cielo... al ritmo de una firme alarma de despertador, el pelinegro se sentaría sobre su cama para con el desliz de su dedo indice, silenciar aquel molesto barullo.

-"Ugh..."

-Expresó bajando la mirada mientras con el apoyo de sus brazos, salía de aquél colchón con los ojos entrecerrados para levantarse y encaminarse fuera de la habitación con destino a su baño dónde, tras cepillarse los dientes y una ducha, procedería a encaminarse frente al espejo y sacar del botiquín un estuche circular cuyos dos cubículos guardaban dos lentes de contacto, lentes, que en completo silencio el pelinegro se pondría tras lavarlos, pestañeando un par de veces frente a su reflejo con el cabello aún goteando...
-Con su propia expresión tenue y desinteresada, el pelinegro saldría del baño mientras que con una toalla blanca se secaba el cabello, volviendo a despeinar los revoltosos mechones que apuntaban a donde querían; y al terminar, lanzaría la dichosa toalla hacia la más oscura esquina de la habitación, sumiendola en el olvido... y abriendo su armario, tomaría la misma y monotoma ropa de siempre, una camiseta blanca, pantalones negros y una ya vieja sudadera roja, componiendo su vestimenta habitual que este día volvería a acompañarlo.
-Una vez vestido, debería desayunar, pero desinteresado en cocinar se dispondría a salir de su apartamento, encontrándose con una despintada pared blanca que conformaba el largo pasillo que había visto las pocas veces que salía de su casa... y junto a ella, la blanca puerta que llevaba al apartamento de su vecina, una joven chica de prácticamente su misma edad cuyos cabellos castaños y algo largos solían cubrir unos bellos ojos que contrastaban con los descoloridos ojos negros del pelinegro.
-No tenía interés alguno en su entorno, de hecho, ¿Algo le interesaba?, Era una respuesta que el mismo desconocía. Trás salir, el pelinegro se había dirigido a la cafetería más cercana, una cafetería pequeña que no pertenecía a ninguna cadena, y por ende solía ser más barata, eso y la cercanía a su apartamento era suficiente para que el pelinegro fuera un cliente frecuente, era propenso a comprar un café mediano simple y algo de comer al azar, pero ese día sin razón aparente habría pedido un capuccino y un bagel, tomando asiento en una de las mesas para degustar de su desayuno, la cafetería estaba casi vacía con pocos clientes desayunando en silencio y en sus propios asuntos, así que no era una tarea complicada, permitiendole al pelinegro como siempre, sentarse en una esquina junto a la ventana y ver a través de esta el nublado cielo de otoño que avecinaba días de lluvia, clima que de manera opuesta a lo habitual, alegraba al pelinegro...

-"Debería llevar mi paraguas hoy..."

-Expresaría pensando en voz alta antes de darle un sorbo a su capuccino; su voz, atenuada por los años era fría y su forma de hablar lenta, casi melancólica, cosa que contrastaba con su caracter fuerte pero que congeniaba perfectamente con su actitud seria, pronto sería hora de que fuera a trabajar, por lo que tras desayunar y volver a su apartamento a buscar su teléfono y paraguas saldría rumbo a su trabajo, una panadería local en la que trabajaba como simple cajero, aunque aveces le tocaba hacer algo de pan cuando los cocineros están ocupados... a lo que al llegar iría directamente por la puerta trasera, caminando a su casillero para cambiarse a su uniforme, una simple camisa blanca con rayas verdes en los bordes del cuello y mangas, mangas que aunque el pelinegro usaba remangadas hasta los codos mantenían perfectamente el detalle de las rayas, por lo que no solían decirle nada, y ahí le tocaba pasar las próximas 8 aburridas horas...
-No era que odiase su trabajo, sin embargo, no poseía emoción alguna completarlo, y solo lo hacía ya que de algo debía vivir, aunque la paga no era la gran cosa, era suficiente para la renta, facturas y la poca comida que el pelinegro consumía, como cajero no necesitaba de mucha actitud, aunque aún así mostraba una mínima amabilidad latente al atender a los clientes durante su turno... su turno se hacía largo, pero cuando terminaba el pelinegro no tardaba ni dos minutos en irse, cambiándose y tomando sus cosas para volver a encerrarse a su apartamento, y así era su día a día, carecía de familia u amigos, por lo que no necesitaba nada más en la vida... no obstante, ese día mientras subía los últimos escalones de las escaleras a su apartamento sentiría el inconfundible sonido de una cerradura siendo girada por la llave que le pertenecía, al levantar la mirada el pelinegro cruzaría su mirada con la de su vecina, una florista quien, habiendo terminado un pedido estaba saliendo de su casa con un gran ramo de girasoles y claveles... la pelicastaña al ver a su vecino, con la amabilidad que le caracterizaba le dedicó una sonrisa, y notando su mirada vacía optaría por tomar del ramo uno de los girasoles, sacándolo y entregándoselo en mano al pelinegro quien extrañado y en silencio lo miraría por un momento.

-"Te lo doy, a cambio de tu sonrisa"-

-Expresó la chica en busca de alegrar el día de su vecino, así era ella, la flor más dulce que trataba con amor a cualquiera que se le cruzara, justo lo opuesto al pelinegro, quien parecía odiar hasta su propio respirar... pero, pese a dicho odio, una tenue sonrisa de labios pegados se dibujaría en el rostro vacío del pelinegro, en agradecimiento por la flor que acababa de obtener.

-"Así me gusta, pero me temo no tener suficiente para darte el vuelto"-

-Expresó la chica coqueta antes de seguir su camino sin recibir respuesta del pelinegro, el cual, sin más sacaría de su bolsillo la llave de su puerta, y entrando no tardaría en poner la flor en agua...

Like the same flowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora