Parte 1

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Amantes escondidos

Son las 6 de la mañana en punto y el siempre perfecto despertador hace su bullicioso saludo de cada día. Solo de oírlo ya me siento cansada, más me alegra que hoy no tengo que ir al restaurante. Por fin un día para mí, un día de descanso. Pese a que mis ojos aún se sienten arenosos, estiro mi cuerpo y me obligo a parpadear, el sol apenas comienza a dar destellos en el exterior y uno de ellos se cuela entre los tejidos de la cortina color crema que cubre el ventanal, con un resoplido obviamente cargado de fastidio extiendo mi mano derecha hacia el ruidoso aparato y lo apago con más fuerza de la que se requiere. Pero no me importa, en realidad me gustaría haberlo hecho más fuerte y verlo hecho añicos, luego recuerdo que es un regalo de mi madre por mi vigésimo sexto cumple años y no queda de otra que alejar la tentación de mi cabeza.

Resignada vuelvo a mi rutina, me levanto y calzo mis pies con unas pantuflas de conejito que, ¡vaya! ya necesitan un cambio, luego, tomo la bata que he dejado a los pies de la cama y me la coloco con un pequeño estremecimiento, la tela está fría en comparación con la calidez de mi piel, aun así ignoro el hecho y me ato el lazo a la cintura al tiempo que veo hacia la cama, una milésima de segundo después, mi boca vuelve a soltar el aire con enfado. Muy a pesar de todo el ruido que ha hecho el aparatejo, mi compañero de cama y de vida durante los últimos 16 años duerme aún con una santa calma que es imposible no envidiarle. Nuevamente mi lado malévolo revolotea sobre mi hombro diciéndome que le despierte y no precisamente con un beso, si no con un balde con hielos para que por lo menos se espabile sobresaltado como yo lo he hecho. Finalmente, no lo hago, para su fortuna antes de que ceda a la tentadora idea, recuerdo la fecha en que estoy y salgo a aprisa hacia la cocina, luego de bajar las escaleras casi a trompicones y encender la radio de la sala a un volumen algo inapropiado debido a las tempraneras horas, me apresuro a comenzar el desayuno. El menú de hoy, un colorido plato con fresas, mango y kiwi con un poco de miel o yogur y granola para acompañar, también preparo 3 vasos de jugo de naranja recién exprimido y coloco la cafetera dos segundos antes de que escuche a lo lejos el sonido de otro despertador.

—¡Mamá, Te dije que no lo quería! —Escucho que me gritan un segundo después y por primera vez suelto una risilla. Rini mi dulce y ya nada pequeña hija efectivamente me dejó en claro que no era feliz con mi despertador de regalo, pero como si fuera un ritual en la familia, la obligue a tenerlo y yo misma lo active para su estreno esta mañana. Por supuesto todo para mi propia conveniencia.

—Deja de quejarte y date prisa, cuando llegue el autobús y no tengan que apurarte me lo agradecerás —Le grito aguantando la risa y volviéndola a oír refunfuñando vuelvo a mis deberes, para ese momento mi nieta de 4 patas ya a escapado de la habitación de mi hija y me saluda con un chiqueón "miau" mas para exigir su desayuno que para saludarme en sí, —Hola Diana ¿Tú también estás molesta por el despertador? —Le pregunto acariciándole el mentón y esta con un ronroneo delicioso parece decirme que sí pero me perdona con su alimento, o quizás solo me gusta pensar así, como sea, rápido le sirvo un tazón con croquetas y otro con leche que pronto se concentra en degustar, luego veo hacia la sala y recaen mis ojos en el reloj de péndulo que hay al otro lado del comedor y sus manecillas ya marcan las 7:06 de la mañana lo que significa que tengo 39 minutos antes de que el autobús escolar recoja a mi hija y 44 minutos antes de que mi esposo se salga de la casa. —Darien ya levántate, llegaras tarde —Le grito a todo pulmón y no recibo respuesta alguna. Un minuto después repito la tarea. —Darien ya son las 7 con 10, si no te levantas y llegas tarde no me culpes de las consecuencias.

—Ya voy mujer, ya voy —Por fin me grita y ruedo los ojos imaginándomelo con los ojos cerrados caminando al tocador.

Ahora que sé que ya se ha levantado vuelvo mi completa atención al desayuno, es momento de comenzar con las tostadas francesas de mi hija y el omelet de espinacas y queso para mi esposo. 20 minutos después escucho a mi hija gritar porque nuevamente se ha resbalado en el último escalón.

Amantes Escondidos *One shot-Lemon*Where stories live. Discover now