P42: Arlene.

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Cuando Danna abrió los ojos lo primero que vio fue a Erick sonriéndole ampliamente mientras sostenía su mano cariñosamente.

—Hola…—la saludó en voz baja.—¿Cómo te sientes…?

—Me duele todo el cuerpo.—respondió con voz entrecortada. Pestañeó un par de veces y cuando terminó de acostumbrarse a la luz blanca dela lámpara del techo pudo notar un par de ramos de flores, globos y una pequeña mesita repleta de regalos.—¿En dónde está nuestra bebé…?—cuestionó tratando de incorporarse.

—Tranquila, mi amor—susurró.—Está bien. Está en los cuneros, la enfermera no debe tardar en traerla.—le explicó sin soltar su mano.

—¿Cómo es? ¿Ya la viste…?—Erick negó.

—Preferí que los dos la viésemos juntos.—anunció.—Dan…hay algo de lo que tenemos que hablar…

—¿Qué es lo que sucede?—cuestionó en voz baja.—¿Algo va mal, Erick?

—No, nada va mal y no sucede nada malo en realidad pero creo que tenemos que tener esta charla…

—No entiendo.—murmuró.

—Cuando estabas en labor de parto en el quirófano tu padre apareció.—las cejas de la chica se fruncieron de inmediato.

—¿Tú llamaste a Renato?—Erick volvió a negar.

—Es que…no me refiero a Renato. Sino a Sebastián Silvetti…—El corazón de la muchacha dejó de latir un segundo, dejó escapar un pequeño suspiro y negó.—Dan…

—¿Tú lo llamaste?

—No, claro que no.—respondió de inmediato.—Vino con mi papá…

—Pues entonces dile que se vaya.—decidió.

—Mi amor, tienes que escucharlo antes de decidir si en verdad quieres que se vaya.—le aconsejó acariciando su mano lentamente.

Danna dejó escapar un pequeño suspiro  y lo miró a los ojos un segundo.—Erick…

—Creo que al menos podrías escucharlo…—susurró.—Solo escúchalo…

—¿Hablaste con él, verdad?—Los ojos verdes del muchacho se apartaron un momento antes de asentir lentamente.

—No te voy a decir que tienes que perdonarlo o darle una oportunidad pero sí creo que tienes que escucharlo. Después d decidirás que hacer…—anunció él sonriéndole débilmente.

—De acuerdo…—murmuró la chica.—¿Podría…podrías llamarlo…?—le preguntó en medio de un suspiro.

—¿Justo ahora?

—Bueno…dicen que al mal paso darle prisa ¿verdad?—Erick rio en voz baja y llevó su mano hasta sus labios para depositar en ella un cálido beso.

—Eso dicen…—respondió poniéndose de pie.

—Er…—lo llamó.

—¿Qué pasa, mi amor?

—¿Puedes decirle a la enfermera que traiga a nuestra hija? En serio me muero por conocerla…—Erick sonrió y asintió firmemente.

—Le diré…

(…)

La puerta se abrió suavemente y el corazón de Danna se aceleró. Un hombre alto, delgado, de tez blanca y brillante cabello castaño quedó delante de ella. Posó sus ojos miel en los de Danna y automáticamente un nudo se formó en su garganta.

—Yo…la verdad es que no sé muy bien por donde comenzar…—susurró y automáticamente los ojos de la muchacha se humedecieron.

—¿Te parece por el principio?

¿Sera porque te amo?||Erick B. Colón.|Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora