Sorprendidos por el resultado de la batalla, las sombras siguieron observando. Llegaron a la conclusión de que la forma más fácil de acabar su misión era que la elfa y la bestia llegaran hasta la dríada y mataran a la secuestradora. Suponían que luego se la llevarían al exterior. Si la dríada muriera, mucho mejor, pero la prioridad era que salieran de allí.
Observaron como la elfa desarmaba la barrera, y como entraban en la cueva. Luego las siguieron, a cierta distancia y con precaución. De hecho, incluso tuvieron que esquivar un Abismo de Viento. Aunque a su nivel apenas les haría cosquillas, no podían permitirse ser descubiertos.
La capucha se le había caído mientras cruzaba los túneles velozmente, descubriendo una mujer-rata que era buscada por su pueblo para juzgarla por sus crímenes. En su búsqueda por la vida eterna, había llegado a sacrificar incluso niños, con la esperanza de que su sangre fuera la respuesta.
Estaba asustada. Se había quedado casi sin maná al tender la emboscada, y el ataque de la enorme bestia la había aterrado y herido. Se había refugiado en la cueva y tomado una poción, a la espera de que sus compañeros se encargaran de sus enemigos, pero, una tras otra, las piezas del collar vinculadas a la fuerza vital de sus aliados se habían ido rompiendo. Cuando lo hizo la última, entró en pánico y empezó a correr.
Llevaba a la inconsciente dríada en brazos, incapaz de abandonar el tesoro que tanto le había costado obtener. Subía apresuradamente por los estrechos túneles que le llevaban al exterior, pues era ese el camino de regreso que habían previsto.
Su plan inicial era desangrar a la dríada allí y luego salir por aquel camino, pero ahora no tenía más remedio que correr. Aunque sabía que no podía salir a la superficie con la dríada, pues sería descubierta en cuanto una sola raíz detectara el aura.
–Me habéis llevado a esta situación. Es culpa vuestra que tenga que recurrir a este método– se dijo a sí misma, con rabia.
Se acercó a una pared que habían sellado meses atrás con sumo cuidado, además de colocado múltiples hechizos para evitar que volvieran a abrirla. Luego, se habían ocupado de limpiar el túnel de sus habitantes, uno a uno, una vez que ya no podían llegar refuerzos. Ahora, iba a realizar el proceso inverso.
Con cuidado, desmanteló los hechizos, además de colocar uno nuevo, uno que rompería la pared en menos de un minuto. Y otros tantos en el suelo. Inmediatamente, siguió adelante por el largo túnel ascendente que llevaba al exterior, donde, de momento, no podía ir. Su objetivo era una pequeña caverna lateral donde podría ocuparse de su rehén.
Cuando escucharon la explosión, Goldmi frunció el ceño. Cuando escuchó otras más pequeñas, aumentó su preocupación. Se temían que hubiera hecho colapsar el túnel, impidiéndoles seguirla a corto plazo.
Sin embargo, cuando llegaron cerca, lo que detectó fueron varias formas de vida. No tardaron en descubrir que se trataba de unas enormes hormigas rojas, cuyo nivel más bajo era el 46, y que las atacaron en cuando las percibieron.
Las hormigas había detectado la explosión y acudido a investigar, siendo las primeras en llegar dañadas por sucesivas explosiones, por lo que consideraron que estaban bajo ataque. Cuando elfa y lince aparecieron, las marcaron como enemigas, no dándoles otra opción que luchar.
Las primeras fueron un poco complicadas, pero pronto aprendieron a lidiar con ellas. Eran grandes e imponentes, pero su mayor fuerza estaba en su número. Sin embargo, no cabían más de dos en el túnel.
La arquera probó con Toque Fulgurante, Toque Purificador o Flechas de Luz, para comprobar si tenían algún efecto en ellas, pero éstas eran seres vivos, no seres corruptos o de maná, por lo que eran inefectivas.
Flecha Lenta resultaba fácil de impactar en el amplio cuerpo y estrecho túnel, aunque no con precisión, así que optó por alternar Flechas Etéreas, de Viento y las normales. Primero mutilaba las antenas, cegándolas. Luego se centraba en acabar con ella.
Un Anillo de Viento dañaba a las hormigas más cercanas, mientras que la lince atacaba continuamente las patas, esquivando sus Pisotones y alejándose de sus mandíbulas y ácido. Las provocaba, impidiendo que avanzaran, intentando inmovilizarlas al inutilizar una a una las patas, mientras su hermana las agujereaba desde la distancia.
Pronto se dieron cuenta de que, dejando el cadáver de una, sólo tenían que lidiar con la otra, pues no era rápido para las que estaban detrás apartar los restos. Y si bien podían caminar sobre el cadáver, pronto se acumulaban los suficientes para taponar medio túnel.
Cuando la otra caía, un asistente recogía los restos y limpiaba para que llegara la siguiente, mientras que otro iba continuamente recuperando flechas.
–Esto es agotador. No le deseo a nadie pasar por esto– murmuró la elfa, quitándose el sudor del rostro.
Llevaban horas allí, y había perdido la cuenta de las que habían abatido. No temían por su seguridad, creían tenerlo bastante controlado, pero sí por la de la dríada. De hecho, si una de ellas estaba demasiado cansada, podían dejar que se taponara el túnel al completo y esperar a que ellas se abrieran paso. O incluso hacer turnos para descansar.
–Es entretenido. Si no tuviéramos prisa...– respondió la felina.
Otro de los problemas que tenía la elfa era que las flechas se iban gastando. Aunque la asistente las recogía, cada vez estaban más deterioradas. Y sólo usar las de maná resultaba más lento, pues sus reservas no eran ilimitadas.
No obstante, también estaban subiendo de nivel bastante rápido, debido al continuo flujo de enemigos de entre 46 y 49. Y, a cada nuevo nivel, tenía flechas nuevas.
Es cierto que tenía equipo nuevo sólo cada 5 niveles, pues, en 45, en el juego, ya hacía tiempo que había encontrado a sus compañeros y sido instruida de que era un desperdicio comprarlo a cada nivel. Sin embargo, las flechas se consumían continuamente, así que esas sí las adquiría. Por ello, aún tenía unas cuantas, pero cada vez costaba más subir de nivel, por lo que las flechas disponibles iban disminuyendo. Podía usar las de menor nivel, pero también eran menos efectivas.
Llegar al 46 apenas costó unas diez hormigas, tanto debido a la diferencia de nivel como al progreso acumulado. Para 47, fueron algo menos de treinta. Para 48, debieron de ser unas sesenta. Y para llegar al nivel actual, 49, más de un centenar. Empezaban a preguntarse si se acabarían las hormigas. Era algo que alguien más también se preguntaría en el futuro.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasíaCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...