De regreso a Lakeland

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A veces me pregunto por qué la empresa de mi padre tuvo la ‘brillante’ idea de trasladarnos por su trabajo al pueblo donde nací, crecí y viví hasta los cinco años antes de mudarme a la fabulosa ciudad de Miami, donde termine la primaria y comencé la preparatoria. Pase mis mejores momentos en la costa de South Beach, Florida con mis viejos amigos. Recuerdo que después del colegio solíamos ir a la playa a comer helado y surfear hasta la caída del sol. Supe que esos momentos no se repetirían en el instante en que subí al maldito Chevrolet Tahoe de mi padre.

En ese instante me encontraba sentada con la cara puesta en la ventanilla del auto, incluida la compañía de la melodiosa voz de Chris Martin mientras cantaba ‘Every tear drop is a watefall’ desde mi i pod.

A mis pies se encontraba mi adorable gatita siamés Cookie, el felino más lindo que piso la tierra. Suelo llevarla a todos lados desde que me la regalaron hace ya dos meses, cuando apenas tenía un par de semanas de nacida.

Del otro lado del auto se encontraba sentada mi hermana mayor Amie, quien había comenzado a cursar la licenciatura en letras, aunque sus clases aún no habían empezado. Ella pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo sus novelas, y mientras tanto, yo disfrutaba al leerlas. Siempre admire a Amie, quien tenía el cabello rubio que le caía hasta la cintura lacio y suave como la seda, y sus ojos azules impactaban a todo aquel que los viera. Siempre le dije que fuera modelo, pero ella tiene cierta debilidad por los libros.

 Mi hermana es el típico estereotipo, a diferencia de mí, que no soy fea pero tampoco soy Afrodita. Mi pelo castaño claro y enrulado cae por mis hombros hasta mi pecho y mis ojos no son de un azul penetrante, sino que son café claro. En la escala del uno al diez, yo soy ocho y Amie diez.

En el asiento del medio estaba sentado mi hermanito menor Henrie, o como yo lo llamo, ‘mi pequeño Hen’, quien poseía una imaginación enorme para ser pequeño, pienso que incluso ningún niño de once años es capaz de crear lo que él logra. No es por ser su hermana, pero Henrie es el ser más lindo y dulce del mundo, tanto que nadie puede evitar abrazarlo luego de ver sus hermosos ojos verdes y sus lindos cachetes rosados y regordetes sonreír. El simple hecho de que su pelo rubio oscuro caiga despeinado sobre su linda frente, lo hace aún más tierno.

Mis hermanos son dos de las personas que más amo, sin contar a mi mama Sindie y mi papa George, que hicieron todos sus esfuerzos para convencerme de que el cambio de ciudad sería muy bueno para mí y la familia, porque piensan que necesitamos salir de las grandes ciudades y lujos de la Florida, pero yo estaba convencida de que ese pequeño pueblo vacío y desolado solo sería un estorbo.

Estaba pensando en las pocas posibilidades de volver a Miami que tenía cuando Hen me saco mis auriculares para pronunciar las palabras que justamente no me apetecían oír

-Magg, ya estamos llegando- como vio mi cara sin emoción positiva aparente, añadió –No estas feliz de ver a los tíos, a la abuela Heidi y a nuestros primos Jase y Johnny?

Siempre me alegraba ver a mi abuela, tía Helen y a tío Charly, sobre todo a sus hijos Jason, el mayor, y John, él bebe de la familia, aunque preferíamos llamarlos Jase y Johnny.

Pasábamos grandes momentos en las playas de Miami, pero no había vuelto a Lakeland desde que nació Henrie, asique sería una experiencia nueva para mí.

-Henrie, siempre me alegro de verlos, pero eso es en casa, no en ese pueblo viejo y olvidado- le dije a mi hermano de una manera poco delicada.

Al parecer a mi madre no le gustó mucho el comentario que accidentalmente dije, ya que se dio vuelta mirándome con enfado, supongo que fue porque la tía Helen es su hermana. Aunque sin duda, a papa no le afecto tanto mi acotación, porque cuando hablo, lo hizo con ternura y cierta chispa de esperanza

-Margot, tal vez deberías darle una oportunidad al cambio, después de todo, allí fue donde naciste-

-Es verdad amor, recuerdas a tus amigos Martin y Nathan? Solías jugar mucho con ellos- aclaro mama

-Si ma, recuerdo muy bien a Martin, era mi mejor amigo, pero no tengo recuerdos de Nathan-

Mentí. En realidad esos recuerdos yacían en la parte más oscura y solitaria de mi memoria. Como olvidar a alguien tan insoportable como Nathan Henderson, el niño que me torturo la mitad de mi infancia con sus bromas y jugarretas. Preferí olvidarlo antes que recordarlo. Esperaba que él también se hubiera mudado del pueblo, así evitaría volverlo a ver y, posiblemente, matarlo.

-Yo si recuerdo a Nathan- dijo Amie fastidiándome más de lo que ya lo estaba –si mi memoria no falla, ustedes no se llevaban muy bien, supongo que era porque siempre se metía en problemas. Pero eso fue antes Magg, tal vez incluso haya madurado y sea lindo-

Maldición. Es que Amie no puede parar de imaginar cosas absurdas. Aun así, espero que se equivoque. 

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Hola! aca Angel, soy nueva en esto y para mi es un honor q hayan leido la primera parte de mi novela la cual es muy importante para mi. No se olviden de votar y compartir.

Besos y abrazos <3 Angel

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