CAPÍTULO I
En un departamento ubicado en una zona exclusiva de la Ciudad de México, se encontraba Diana frente a su elegante espejo de piso. Se notaba un tanto nerviosa y su mirada se perdía por momentos en el espejo, mirándose a los ojos como si estuviera recordando.
Después de uno de esos momentos, regresó su atención a lo que estaba haciendo: repasaba los últimos detalles de su vestimenta y maquillaje. Un vestido de marca color vino y con corte reservado hacían notar su belleza natural, y un peinado elaborado delataba el tiempo que había dedicado en él.
Después de revisar su labial comenzó a hablar consigo misma frente al espejo. Hola, ¿qué tal? Hola, ¿cómo estás? ¡Oye!, has cambiado muchísimo, casi no te reconozco. Lorena, ¿eres tú? Gracias, tú te ves muy bien. Si te contara todo lo que me ha pasado...
En ese momento entró su esposo abrochándose las mangas, y con una corbata en su cuello todavía sin ajustar. En su semblante se notaba disgusto.
- Mi amor, ¿con quién hablas?
- Con nadie, amor –contestó con cierto nerviosismo.
- ¿Estás hablando sola?
- No, solo estaba practicando mis frases de hoy.
- Diana, ni siquiera sabemos si va a ir gente –comentó con indiferencia.
- Claro que sí. Vicky me dijo que le habló a todos y que ya confirmaron.
- ¿Quiénes son todos?
- Pues Tato, Pablo, Pepe, Lore... dijo que a Ricardo no lo había podido localizar. ¿No te emociona saber que vas a ver a tus amigos de generación?
- Creo que ya estamos un poco grandes, mi amor –contestó con tono de burla–. ¿Me puedes ayudar con la corbata?
- Has estado muy raro hoy, Alejandro –le dijo mientras componía el nudo de la corbata frente a él–. ¿Sabes?, Vicky me dijo que nos iba a presentar a su pareja, ¿puedes creerlo? Muero por conocerlo. Siempre fue muy rara con sus novios, ninguno le parecía –dijo cuando terminaba de arreglar el nudo.
Alejandro abrió el cajón del buró para sacar su costoso reloj y ponérselo.
- Mi amor, es solo una cena –dijo mientras lo ajustaba–. Vamos a platicar de qué ha pasado con cada uno de nosotros, recordar algunas cosas graciosas y punto. Creo que estás muy emocionada para solo ser eso.
- Qué amargado eres –dijo reclamando–. Casi nunca salimos a divertirnos.
Alejandro estaba tomando su cartera del mismo buró, y al escuchar el reclamo levantó la mirada y volteó a ver a Diana muy molesto.
- Eso es porque tengo que levantarme a trabajar temprano, Diana, para poder darte todo lo que tú necesitas –le dijo mostrándole la cartera que sostenía con su mano–. ¿Vamos a tener esa discusión de nuevo?
Diana agachó la mirada y se quedó callada por unos segundos, evadiendo la situación.
- Voy por tu saco, ahorita te lo traigo –le dijo a Alejandro para después salir del cuarto. Él la vio salir y su mirada se perdió por unos segundos, recordando alguna situación que le inquietaba. Metió su cartera a su bolsillo y se puso frente al espejo. Diana regresaba a la habitación, pero se detuvo cuando vio a su esposo hablando solo. Hola, ¿cómo has estado? Qué bueno verte, ¿cómo te ha ido? Yo estoy muy bien, trabajando como siempre. ¿Cómo ves la bolsa? Ya no se sabe qué hacer frente a esta economía, ¿verdad? Hacía las preguntas simulando una conversación. Después se miró unos segundos al espejo y sonrió sarcásticamente. Qué idiota, se dijo a sí mismo.
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La Reunión de Vicky
RomanceUna novela que nos demuestra que la juventud no es una simple etapa en la vida. Es lo que nos marcará para siempre...