¡Mamá, los monstruos sí existen!, por Noctámbulo.

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"Ya estaba acostada, tapada y dormida. Hoy, después de tanto tiempo pude soñar con algo que no me asustara. Soñé con esa vez que fuimos al campo todos juntos. Estaba papá, estabas tú, Fernandito. Estábamos jugando a la pelota con Banjir. La lanzábamos y ella corría a buscarla. Todo estaba muy tranquilo, la brisa era fresca, el sol brillaba, las nubes tenían formas divertidas esa tarde. ¡Mami, yo estaba muy feliz! En un momento, papá lanzó la pelota. La lanzó tan fuerte, que fue más allá de la pequeña colina que divide el campo y el bosque. Esa, la que tantas veces nos has dicho que no subamos. Banjir se echó a correr tras la pelota. Cruzó la colina. Papi dijo que volvería cuando la encontrara. No lo hizo. Nos llamaste a comer mientras sacabas de la canasta unos pequeños panes envueltos en papel. Yo me quedé preocupada viendo hacia la colina. Esperaba ver a Banjir volver con la pelota, pero no volvía. Mi mirada seguía fija en el mismo lugar. Fue en ese momento que lo vi. Lo vi otra vez en mis sueños. Subía casi erguido la colina desde el bosque. Traía su sombrero alto y sus harapos rotos como las otras veces. Sus hombros estaban caídos y tan, pero tan flaco. Sus brazos largos se arrastraban mientras caminaba. Estando ya en la cima, me miró. Su atención estaba en mí. Podía sentir su mirada amarilla. ¡Mami, tenía tanto miedo! Levantó su brazo y me señaló. Se estiraba, como si quisiera alcanzarme. Se estiraba más y más. Yo sentía que podía tocarme. Podía sentir sus dedos largos tocar mi nariz. Yo no podía moverme. Ya casi me tenía."

"Me desperté de un salto, casi temblando. Mi frente sudaba y casi no podía ver nada por la oscuridad, pero pude escuchar el crujir de la puerta del armario al otro lado de la habitación. Cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad pude verla entreabierta. Me asusté, pero no grité. Esta vez voy a ser valiente. Por eso escribo esto. Me dijiste una vez que si tenía miedo podía escribir en mi diario lo que sucedía y me ayudaría a tranquilizarme. Mientras escribo, escucho que algo se mueve en el armario. Creo que son ratones, están arañando la madera. La puerta cruje, se abre un poco más. Puedo ver qué hay dentro. No me gusta. Dos aros amarillos se quedan fijos desde adentro del armario. ¡Mami, me está mirando! Vuelve esa sensación del sueño que te hablé. Siento cómo sus ojos me atraviesan. Me mira desde su oscuro refugio. ¡Eso es! Los monstruos le temen a la luz. Bajo mi almohada tengo una lámpara que dejé por si acaso, la voy a tomar. Alumbro dentro del armario. Los aros se apagan tras un quejido. Ya no puedo verlo. Solo veo las ropas guardadas dentro, pero sé que sigue ahí. Aún puedo escucharlo arañando la puerta. No son ratones, es él. Desde aquí puedo ver cómo la ropa dentro se mueve, escucho los ganchos de ropa golpearse entre sí. Tengo miedo, mucho miedo. Pero también tengo mi lámpara, y si la mantengo ahí, no podrá salir. Los sonidos cambian. Escucho cómo el armario resopla. Tengo mucho miedo y mucho sueño, pero tengo qué aguantar. Solo tengo qué esperar a que amanezca y estaré a salvo."

"Ya hace tiempo se detuvieron los ruidos, ya no sé si sigue ahí. Tengo mi lámpara que hasta ahora sigue encendida y fija hacia el armario sobre mi mesa de noche. Y ahora, todo está en silencio. Como si la habitación estuviese vacía. Tengo tanto sueño. Quizá sea seguro dormir."

"Me quedé dormida un par de horas hasta que unos ruidos me despertaron. Escuché que se azotaba la puerta del armario. La lámpara había rodado por la mesa de noche hasta caer al suelo. No podía ver nada. Escuché cómo se arrastraba por el suelo desde el armario. Me estiré hasta el suelo para alcanzar la lámpara y pude verlo por debajo de la cama. Vi cómo se arrastraba por el suelo de mi habitación. Una detrás de otra se intercalaban sus largas garras que usaba para impulsarse, como si fueran remos. Me miraba mientras se arrastraba. En ningún momento levantó la cabeza. Estaba pegada al suelo con el resto de su cuerpo. Como pude tomé la lámpara y la dirigí hacia su oscuro rostro. Por primera vez logré ver más allá de sus ojos amarillos. Tiene una mandíbula muy pronunciada, una boca muy ancha y unos dientes largos, sucios y disparejos. Su cara no mostraba ninguna expresión, pero podía sentir el odio, el hambre. La luz lo hizo alejarse. Se arrastró hasta la cómoda a unos pasos de la cama. Lo vi abrir un cajón, entrar en él y cerrarlo. Un monstruo de dos metros acaba de entrar a mi cajón. Escucho su respiración. Creo que está oliendo mi ropa. Parece que mi olor le gusta. Abre su apetito, pues un lamento suena, no de su ancha boca, viene de entre sus costillas. Aunque ahora está más cerca, aún tengo mi lámpara. Si la mantengo encendida y hacia el cajón, quizá no salga de ahí. Ya funcionó una vez."

"Su respiración sigue profunda. Lleva bastante tiempo ahí. Ya debe estar hambriento. Lo escucho romper mi ropa. Puedo oír que alguien se acerca por el pasillo. Unas garras arañan la puerta de mi habitación. Descubro que no está cerrada, así que la puerta comienza a abrirse suavemente, va dejando entrar la oscuridad de la casa. Escucho que algo comienza a gruñir detrás de la puerta. Lento comienza a entrar mientras los sonidos se hacen más fuertes. ¡Es Banjir! Le está gruñendo al cajón. Intento llamarlo, se está acercando demasiado. Me ignora, está muy concentrado en el cajón. Gruñe. Enseña los colmillos. Se acerca. Desde aquí puedo ver cómo el cajón comienza a abrirse de a poco. Se acerca más. Del cajón empiezan a salir unas garras. Banjir se acerca aún más, levanta las orejas y la cola. Las garras se doblan sobre el borde del cajón y se aferran rasgando la madera. Logro lanzarle mi almohada a Banjir. Voltea a verme. Le llamo y se echa a correr hacia mí. Ya viene. A unos pasos de la cama salta para subir, al momento que las garras se lanzan hacia ella desde el cajón. La atrapan en el aire de la cola. Se queja del dolor cuando la jalan por los aires hasta el cajón. Llega hasta él con un golpe sordo. Entres los chillidos y el crujir de sus huesos, es obligada a caber en el cajón. El cajón escurre sangre y escucho al monstruo roer la carne de Banjir. ¡Mami, estoy aterrada! Ahora todo está en silencio."

"Lloré hasta quedarme dormida. Me desperté al sentir que me jalaban las sábanas. Al abrir los ojos pude notar que la linterna se había apagado y el cajón estaba completamente abierto. Escuché ruidos bajo la cama. Veía cómo las sábanas eran jaladas hasta caer al suelo y esconderse bajo mis pies. Estaba debajo. Una de sus garras subió por el costado izquierdo y se clavó en el colchón. Rasgó toda la cama. Inmediatamente sucedió lo mismo del lado derecho. Esta vez ya me tenía. Sus largos brazos le permitían mantenerse oculto bajo la cama mientras sus brazos se acercaban cada vez más a mí. Logró tomarme de una pierna. Sentí sus manos como lijas raspando mi tobillo. Con el otro brazo logró atrapar mi otra pierna y pude sentir cómo una cosa húmeda y áspera subía por uno de mis tobillos hasta llegar a mi muslo. Era una larga lengua que venía desde debajo de mi cama. Me estiré para lograr alcanzar la linterna. Estaba lejos, pues yo ya me encontraba en el borde de la cama de tantos jalones. Creí que me arrancaría las piernas. La alcancé. Intenté encenderla, pero ya no tenía baterías. Me aferré a la cabecera de la cama. Miré hacia atrás para notar entre la oscuridad cómo su sombra se levantaba. De nuevo esa mirada. Aterrorizada, tomé la cortina de la ventana sobre mi cama. Se arrancó dejando entrar la luz de la mañana, que golpeó al monstruo en la cara y lo hizo volver a su escondite."

"Ya pude calmarme, ahora solo veo el amanecer desde mi ventana. En cualquier momento entrarás por la puerta y todo estará bien. Veo el sol, las nubes, el cielo. Mami, ya estoy tranquila. La pierna me duele un poco, pero sanará rápido. A lo lejos puedo ver cómo una pequeña nube se acerca al sol. Por unos segundos se posa sobre él y apaga su brillo. Pero ya nada importa porque todo está bien. ¡Al final de todo, mami, creo que pude sobrevi

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