Mi lado de la cama

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Aitana ha perdido una apuesta con sus compañeros de programa, razón por la que se encuentra comiéndose una cola de 15 minutos en la cafetería nueva que han abierto a tan solo un par de calles del edificio donde está la radio.

En realidad tampoco tiene nada más interesante que hacer en su descanso, así que no le importa pasarlo allí, para agradecerles también, a su manera, la forma calurosa con la que la han recibido y lo bien que funciona el equipo a pesar de que lleven poco tiempo en antena.

El programa se postula como la revelación de la temporada, y eso que apenas lleva unas semanas emitiéndose. Hace tan solo un par de días les han comunicado que va a pasar a emitirse dos veces a la semana y tienen pendiente una cena para celebrarlo.

Desde la cola de la cafetería decorada en tonos pasteles, puede ver la puerta del edificio que cruzó durante años y una extraña sensación la recorre de arriba abajo. No le cuesta imaginar la sonrisa de la recepcionista del edificio y el sonido que hacía el ascensor al llegar a la planta cero.

-Bueno días-le saluda una chica de apenas 20 años y con una coleta despeinada hecha con gracia, devolviéndole con su sonrisa al presente.

-Hola, perdona. ¿Me pones 6 galletas de estas, por favor?-dice señalando el mostrador mientras busca en el bolso la cartera- Y un té.

Al levantar la vista, su mirada queda encallada en un taburete junto a la barra pegada a la pared a pocos metros de ella.

También a él le ha pillado por sorpresa por la expresión indescifrable de su rostro. Le dice a la joven que se quede con las vueltas sin saber muy bien el valor del billete con el que ha pagado.

No le cuesta ver cómo Luis traga saliva y se pone en pie, avanzando hacia ella como está haciendo Aitana, sin saber muy bien qué harán cuando estén cerca, dejándose llevar por una fuerza enigmática que les lleva hacia el otro.

-Hola-tartamudea ella buscando su mirada.

-Hola-murmura él con una débil sonrisa.

Estaría difícil decir quién ha levantado los brazos antes, pero el caso es que han acabado abrazándose en mitad del local, ajenos a las miradas desconocidas, que ignoran que no son dos amigos precisamente los que se acaban de reencontrar.

Han sido muchas las veces que han querido tenerse a esa distancia a lo largo de los meses, para sentarse a hablar y no levantarse hasta que todos y cada uno de los puntos de la lista de conversaciones no habladas hubieran quedado claros.

Pero ahora que apenas les separan unos centímetros, todas las palabras parecen haberse evaporado.

Por un segundo parece que, a pesar de ello, no han perdido del todo la capacidad de comunicarse con la mirada en estos meses en los que la distancia ha hecho de las suyas, y sonríen tímidos a la vez.

-¿Cómo estás?-pregunta finalmente Luis.

A simple vista, no parece que esté mal o, al menos, no tan mal como hace unos meses. Cada mañana pone esfuerzo en maquillarse y arreglarse y como tarea de su psicóloga hacer una lista de las cosas buenas que tiene, así que está guapa. Luis sabe que a él siempre le parece guapa, porque es consciente de que ha encontrado la belleza en su rostro incluso cuando la oscuridad parecía querer arrastrarla toda.

Huele bien y lleva el pelo más corto y claro, que aporta seguridad a sus facciones.

Él tampoco está mal. Se ha estado poniendo en forma con Roi, animado por Miriam y esa frase suya de que no hay nada que una buena carrera no cure, al menos durante un tiempo. Lleva el pelo también algo más corto y la barba perfectamente recortada. Tiene tentaciones de decirle que sigue llevando las mangas así, se le van a ceder y jersey debe ser nuevo, porque ella no lo conoce.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora