Salió el sol, pero yo sigo en la cueva, siendo un ermitaño más que en pensamientos se enreda, aunque parece, por mis movimientos casi neandertales, que no poseo capacidad de pensar. La cueva no siempre se ve igual, hay días en que me despierto y está resplandeciente, las paredes están limpias y no hay líquidos en ellas, el suelo está barrido, la mesa puesta y todos los muebles bien ordenados, en esos días siento la inconfundible sensación de estar maquillado, me siento incomodo, como si hubieran limpiado la cueva pero la basura no la sacaron, solo la metieron bajo la mesa. Y esa basura al otro dia se encarga de ensuciar la habitación, la cual es húmeda y oscura, con animales que buscan ganar terreno en el único lugar que conocieron hasta ahora. El piso es uniforme y cada dos por tres un terremoto lo sacude, y a mi junto con el. No hay muebles ni pintura tapando nada. En estos días me siento muy cómodo y quiero quedarme asi por siempre, las aspiraciones y motivos desaparecen, el resentimiento y el enojo salen de sus tumbas para instalarse y aconsejar a los murciélagos. No me gusta pero a la vez quiero vivir ahi, es mas fácil que mantener el cuarto ordenado.
