Capítulo 24 (Editado)

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Capítulo 24



No mintió cuando lo dijo y eso tuvo como recompensa que les dieran la confianza para salir juntos cada que quisieran. Maya, a diferencia de lo que se creía, jamás bajó su promedio en la escuela haciéndola ganar una beca estudiantil que su padre presumió orgullosamente a todos en el pueblo, y Dimitri había conseguido algunas prácticas en una buena empresa que le pagaban como profesional y no como recién graduado, todo estaba relativamente bien entre ellos. Solo habían tenido un par de discusiones tontas que rápidamente solucionaban entre besos y risas.

Ese día caminaban de regreso a su casa luego de que Dimitri había pasado por ella a la escuela como todo un caballero, incluso le había llevado un hermoso ramo de margaritas y un trozo de tarta de limón. La ayudaba con su mochila mientras le tomaba la mano y reían de cualquier cosa sin prestar mucha atención a las personas a su alrededor que obviamente en un principio habían criticado la relación diciendo que no tendría ningún futuro.

—Mi papá no para de hablar de eso. —la joven reía mientras daba saltitos como una niña pequeña. —A todo el que conoce le ha dicho que soy la mejor de la escuela.

Y no miente. —la atrajo a su pecho para dejar un beso en su coronilla. —Eres la persona más hermosa e inteligente que conozco y esa beca te la has ganado con tu esfuerzo. —sonrió mientras lo decía.

Lo abrazó deteniendo el paso mientras sus mejillas se tornaban rojas como cada que su novio le daba algún cumplido.

Maya estuvo apunto de responder cuando una camioneta un poco desgastada pasaba por su lado deteniéndose frente a ellos con rapidez. No hubo necesidad de decir una palabra ya que ambos sabían de quien se trataba.

—Hijo mío. —el hombre se bajó del vehículo con rapidez mientras se posicionaba frente a los jóvenes con el rostro tenso.

Aarón Petrova era todo un personaje en el pueblo. Temido a la par que odiado, y sí que se lo había ganado. Desde los veinte años hasta principio de los treinta, se había pasado la mayor parte de sus días entre rejas por diferentes delitos que incluían apuñalar a un tipo con un lapicero por el simple hecho de que el hombre no lo dejaba pasar a un bar. Lo habían juzgado por asesinato varias veces, y en ambos casos había salido después de que todos los testigos desaparecieran como por arte de magia; incluso el resto de los familiares de las víctimas sabían que era mejor no meterse demasiado con él. El hombre era violento por naturaleza, tenía un reconocido negocio de drogas que por supuesto estaba bien camuflado y un sinfín de cosas más de las cuales Dimitri prefería no hablar. También era reconocido por reclutar a los vagos del pueblo para ponerlos a trabajar junto a él, como era el caso de Carmelo, un fiel seguidor que hacía todo lo que el hombre le ordenara sin discrepar, como en ese momento que se encontraba junto a él a la espera de cualquier orden.

—Padre. —respondió con voz firme sintiendo como Maya le apretaba la mano con fuerza aparentemente nerviosa.

—Y tú debes ser mi querida nuera. —su voz había cambiado a una más chillona al dirigirse a ella, como si de una niña se tratara.

—Hola, señor. —saludó con voz entrecortada sin saber que más decirle. —Mucho gusto.

—El gusto es todo mío, pero no me habían dicho que eras tan hermosa. —le dirigió una mirada cómplice a su hijo. —Me parece haberte visto por ahí alguna vez.

—Es la hija de Gustavo Fernández. —Carmelo había dicho con un tono oculto en su voz.

—Oh. —exclamó mientras la miraba de arriba abajo y Dimitri la colocaba detrás de él en un acto de protección. —Pues es un gusto que seas parte de la familia. —definitivamente el tono de voz le hizo saber que no lo era, pasó su mirada por ella una última vez antes de dirigir de nuevo su atención a su hijo. —No has ido a verme, llevas meses sin aparecerte por la casa. —sus ojos tan iguales a los de Dimitri conectaron al decirlo. —Eres mi único hijo, sabes que me preocupo por ti.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora