Descalzo, achicharrado, pequeño y con algunas partes faltantes; un pie, o al menos eso parece que era, descansaba sobre una duna desértica. Tan apacible y quieto como si descansara de un largo recorrido, solo se perturbaba con la mecedura del viendo y algunos granitos de arena que, entre los únicos tres dedos, se colaban. Mas que piel, acartonados pedazos negros se aferraban a lo que presumía ser carne podrida y se avistaban montoncitos de lama acariciando algunas esquinas. Un pie que iba desde la punta achatada del pulgar hasta el cercenado tobillo con bordes irregulares. Alrededor de unos veintiséis cm ese era un pie delgado y deshidratado a la vista de cualquiera.
Al cabo de unas horas, un merodeador se topó con la existencia de aquel pie sin dueño. Lo vio desde unos quince metros y se acercó solo hasta que la distancia se redujo a cinco. Incauto y con cierta extrañeza al objeto en la distancia, decidió permanecer lejos y examinar hasta donde sus ojos podían retorcerse.
Al concluir que se trataba de un pie, el hombre empezó a cuestionarse la procedencia de la parte mutilada: "¿Cómo es que tal cosa termino en un lugar olvidado? ¿Dónde estaría el dueño de aquel miserable pie? ¿Qué crudo destino le fue impuesto para llegar a ser lo que ahora, recostado en la caliente duna, perdía ya la esencia, para transformarse en nada?". Entonces como cachetada endiablada, por su mente cruzo la idea de que ese pie debió recorrer toda una vida: Hijos, pareja, trabajo. Tal vez lloraba todas las noches; tal vez se acurrucaba en el colchón más cómodo. Tantas horas vividas y ese pie recorría, al menos en el imaginario, tantos kilómetros, todo eso para llegar aquí: En donde no hay nada. ¿Hombre? ¿Mujer? Tal vez... ¿Joven? ¿Enamorada? ¿Correspondida? ¿Deprimida? ¿Murió en soledad? ¿Fue tortura su última visión del mundo?
La mente del ambulante empezó a recorrer miles de escenarios cada vez más grises, cada vez más sádicos. Imagen tras imagen que se implementaba en la paranoia: Lo aterrorizaban, lo inundaban de melancolía y pánico; desesperado y sin pensarlo de nuevo, echó sus piernas correr entre la profunda, amarillenta y brillante arena. Levantó sagas las rodillas y con aliento exaltado llego a su destino, se armó de valor y levando aquel pie perdido. Un movimiento mecánico y decidido, lleno de ímpetu y energía arranco el trozo tieso de aquella suave prisión.
En un segundo, tanto entusiasmo se fue de golpe, una ruptura de ilusión tan rápida que logra olvidar toda felicidad.
El delirante pie que se encontraba tan solo, falto de dueño, no era más que un viejo pedazo de tronco seco, enlamado de algunas partes donde la oscura corteza aun existía, con una forma, que ya de cerca, ni siquiera se asemejaba a un pie humano.
Y así fue entonces, que no era de hombre ni de mujer, ni de joven ni de enamorada, solo un tronco que por un momento logro tener mil y una vidas.
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Cachitos
Short StoryAlgunos cuentos cortos que no dejan nada ni garantizan entretener, pero ahí están ¿'eda?