🩵┇Pᴀʀᴀ Gᴜꜱᴛᴏꜱ Hᴀʏ Cᴏʟᴏʀᴇꜱ┇🩷
Kim Seok Jin, un experto en coqueteo y seducción.
Jeon Jung Kook, el más inteligente de la clase y con las mejores notas de toda la Institución Central de Seúl.
Ambos se necesitan para poder cumplir sus o...
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La semana pasó volando. Hoy era viernes y no me sentía preparado del todo, duré más de dos días estudiando para la gran prueba de biología sobre Charles Darwin y su teoría, también sobre la teoría cromosómica de la herencia de Mendel; no me sentía preparado para contestar cada una de las preguntas, pero era el mejor, debía mantenerme así.
—¿Pasa algo, señor Jeon? —preguntó la profesora.
Desvié mi mirada de la ventana y la fijé en mi prueba.
—No, profesora —sonreí falsamente y comencé a escribir en la hoja que tenía en frente.
—Pregunto porque ya sonó la campana del descanso —abrí mis ojos como platos, ¿Cómo ha de ser eso posible?
Miré hacia mis espaldas y era cierto. No había ni un alma en el salón, solo estábamos la profesora y yo. Suspiré y contesté lo más rápido posible, intentando no equivocarme o el título del mejor estudiante será para otro alumno que claramente no seré yo.
No hay nadie igual a mí, exepto yo.
—Tome profesora —le extendí la hoja. Al ella tenerla entre sus manos, guardé todo en mi bolso y me levanté del asiento rápidamente—. Gracias por esperarme —y como si me hubiese vuelto loco, besé su mejilla y salí corriendo del salón hasta el gran comedor.
Busqué con mi vista nuestra mesa, pero ya estaba ocupada por alguien más y que tiene una gran cara de niña.
—¿En donde están mis amigos? —alcé una ceja y con la poca paciencia que tenía, volví a hablar de forma calmada—. Está en nuestra mesa —Jin se levantó de la silla y caminó hacia mi.
—Que yo sepa esta mesa no te pertenece, no tiene tu nombre marcado, cara de rata —sus amigos comenzaron a reír, pero no era gracioso.
—¿En dónde están mis amigos? —repetí ignorando su estúpido discursito.
—¿Y a mí que me importa, enano?
Mi sangre comenzaba a hervir.
Voy a matarte.
No mentiré, sentí un poco de miedo cuando tomó el cuello de mi camisa y me arrastró hasta una pared, me había dolido el repentino golpe en mi espalda por algo sólido y frío. Todas las miradas estaban en nosotros y fue la primera vez que mi sed de enfrentar a otra persona en pleno receso invadió mi ser.
—Mañana en mi casa, a las dos y media —susurró muy cerca de mi oído.
No pude comprender, ¿Hablaba de las clases que le daría o qué a esa hora me daría una golpiza?
