CAPÍTULO 9

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Como un juego mental.

Como un juego de ajedrez:

<<Jaque mate>>.

No estaban listos para perder esta vez.

La nave de la resistencia había tomado posición en una batalla sin pensar en abandonar antes de acabar con lo que habían iniciado. El bombardeo iba y venía de vuelta como un boomerang. Ambos lados causaban aquel enorme caos y la piloto de la nave de la resistencia no planeaba desistir hasta sentirse completamente satisfecha, y para que eso llegara a pasar necesitaba única y exclusivamente verlos agonizantes, de rodillas ante ella.

No soportaba perderlo y menos soportaba no dar la cara para defenderlo, por lo cual se mantenía aún cuando el tormento a su lado, de cabellera pelirroja, estuviera en un constante vaivén.

—¿No querías ver qué tan buena soy piloteando? —cuestionó la peli-cobrizo alzándole una ceja para luego dar vuelta a la nave y pasar justo bajo su gran adversaria.

—Nunca había sentido tantas ganas de vomitar —se quejó él llevando una mano hacia su cabeza para calmar un poco todo el estrés que sentía.

Y lo que no esperaban era un último bombardeo, uno que iba justo a los propulsores. La nave se tambaleó fuertemente y ocasionó la caída de varios tripulantes mientras que a su vez un pitido de advertencia sonaba como un taladro para sus oídos.

—¡Kaaira detente ya! —exclamó la castaña mientras se sostenía de un agarrador para no perder el equilibro.

—¡¿Crees que voy a escucharte?! —exclamó devuelta la peli-cobrizo—, ¡no permitiré que se lleven a Blake!

—Si seguimos atacando y derribamos esa nave, Blake sufrirá las consecuencias, ¿no crees? —intervino el cejudo desde su posición—, ¡tenemos que acabar con esto!

—Solo para recordarte, ya nos han dado en uno de los propulsores, y eso no es precisamente bueno que digamos —recalcó el pelirrojo a su lado, para luego levantar las manos de los controles—, no voy a ayudarte con esto esta vez, ya fue suficiente.

Kaaira le miró de reojo por un momento y sintió que su voz comenzaba a atorarse en su garganta, no podía protestar con su imagen rondando sus pensamientos. Su cabello negro y sus ojos casi ausentes, demasiado claros como el cielo, iba a extrañar observarlos cada día, cada segundo de cada momento.

No podía dejarlo así como así.

—¡Ya suelten esas armas! —exclamó Kim dirigiéndose a la pelinegra de cabello corto y la rubia, las dos aún perdidas y concentradas en su trabajo—, ¡ya basta de pelear!

—Esto es una guerra, Kimberly, deberás acostumbrarte —espetó Mack para luego suspirar profundamente, la sangre hervía en sus venas, y solo podía pensar en el dolor, en el rencor que emanaba todo su ser.

En su mente solo sobrevolaban los recuerdos, cada golpe, cada grito, cada enfrentamiento, cada moretón, cada gota de sangre derramada... la daga en su pecho.

Uno estaba herido.

Y el otro llevado contra su voluntad.

Ese era una evidente amenaza.

Un atentado a su vida y la de los demás.

Eso de ninguna manera iba a permitirlo.

No mientras estuviera viva.

Angie soltó el control del arma de golpe y pasó sus dedos por su lacio cabello, sopesando toda la información que venía muy rápidamente hacia ella, todo lo que acababa de hacer sin detenerse, sin aparente razón.

Homeri Oddysea UniversumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora