Capítulo 1

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Hola! como anuncié en twitter la cuarentena es malísima para mi cabeza que se pone a idear historias, esta es una de ellas a petición de mi novia que me conoce y sabe que no me puedo negar cuando se trata de escribir idas de olla. Espero que la disfrutéis.

Dedicado a mi novia porque es su culpa que la esté escribiendo y porque me ha hecho esa maravilla de portada. también a mi niña Cris porque literalemente no sé que haría sin ella.

Sin más os dejo leer y espero que os encante y me lo dejéis saber en los comentarios.

I

El agua helada contra mi rostro, una mañana más, erizaba mi piel recordándome que seguía viva. Hacía ya tiempo que había perdido la cuenta de los días en este mundo nuevo, desde que todo se echó a perder y la muerte empezó a reinar por encima de los pocos supervivientes que aún transitábamos, perdidos la mayor parte de las veces, carreteras derruidas donde la naturaleza se alzaba victoriosa, tragándose en sus fauces los vestigios de la humanidad casi extinta.

El sonido de los pájaros, libres y dueños del cielo, rompía junto al deslizar del río chocando contra las rocas, el silencio y la quietud cuando el sol a penas asomaba en el horizonte, indicándonos que era nuestro momento para abastecernos, lo más rápido posible ya que, permanecer demasiado tiempo lejos de nuestro pequeño escondite era demasiado peligroso y las dos lo sabíamos.

Sin nada para poder secar mi rostro, más despierta que hacía unos instantes y con nuevas energías, alcé la mirada buscándola puesto que siempre solía dejarme mi espacio cuando me embarcaba en mis rutinas mañaneras pero sin alejarse demasiado. No estaba equivocada, nada más levantar la cabeza de aquel riachuelo mi mirada se cruzó con su rostro tenso, escrutando con ojos expertos los alrededores, siempre alerta con su ballesta en las manos, cargada y dispuesta a disparar si era necesario. Se había recogido los cabellos con un trozo de cuerda, dejando que algunos mechones dibujaran su rostro perfecto y sus labios se encontraban torcidos en una mueca imperceptible. Creo que ni ella misma se daba cuenta de cuán hermosa era cuando se concentraba en extremo, con todos sus músculos tensos y dispuesta a mostrar batalla si fuese necesario...

Ella me miró, supongo que debió sentir mi mudo escrutinio, frunciendo el ceño levemente y signando, preguntando con sus manos de forma muda si estaba lista para continuar, recibiendo mi respuesta afirmativa de la misma manera. Habíamos aprendido que el silencio era nuestro aliado más poderoso y lo respetábamos de forma reverencial, comunicándonos la una con la otra en el lenguaje de los signos, el mismo que ella dominaba y con paciencia me había enseñado, regalándome la oportunidad de ser tan sigilosa como ella cuando nos aventurábamos a dejar atrás nuestra humilde morada, buscando productos de primera necesidad para sobrevivir, quién sabía cuánto tiempo, puede que semanas, días, meses o unas horas... No estaba escrito.

Dejando atrás mis tímidos pensamientos, me acerqué con sigilo hasta alcanzarla, deleitándome suavemente con esa sonrisa dulce que siempre me regalaba, negando con mi cabeza y sonriendo a la vez al ver como me signaba recriminándome que era demasiado presumida para los tiempos que corrían, burlándose de mí en silencio ya que había tardado más de la cuenta en asearme... Sentí la necesidad imperiosa de callar esa carcajada que adivinaba en su mente, besándola hasta perder el aliento, besándola como si nada más importase y el mundo no hubiese enloquecido, como si no tuviésemos que huir de los no muertos y el hecho de haberme enamorado de ella no fuese un simple paréntesis en nuestro afán de sobrevivir al fin del mundo.

En cuanto echamos a andar, siguiendo sus pasos expertos y confiando ciegamente en su capacidad de llevarnos al lugar indicado, mi mente voló una vez más al principio del final, a como en pocos días el mundo, tal y como lo conocíamos, había dejado de existir para convertirse en esa selva que se comía ciudades desiertas, en ruinas y vegetación salvaje... En muertos que volvían a la vida para devorar cuanto encontraban a su paso... Un suspiro inaudible escapó de mis labios pues, si hacía unos meses me hubiesen dicho que el mundo acabaría y que yo, Irene Montero, sobreviviría al fin del mismo junto a Inés Arrimadas me habría reído hasta asfixiarme y habría tachado de loco a quien tuviese en mente semejante despropósito.

Diario de una supervivienteWhere stories live. Discover now