¿Que es lo que tienes, joder?
Tus putos ojos castaños no dejan de mirarme en sueños, observan los míos que translucen mi amor por ti.
No consigo hacer que desaparezca:
este vacío, este dolor, este sentimiento, este silencio.
¿Tienes idea de las noches que he hablado conmigo misma?
¿Las noches que suplicaba que volvieras a mi?
¿Las noches que deseé volver la pasao?
¿Las noches que intenté conciliar el sueño para poder verte aunque no fuera de verdad?
Y, ahora, escribo esto con corazón en mano, con sentimientos como tinta y piel como papel.
Vuelve, necesito alguien que vuelva a enseñarme:
A sonreír, sin ningún motivo, sólo con meterte en mi desordenada cabeza.
A respirar, a ser libre y volar con tus brazos cubriéndome la cintura.
A no necesitar nada, sólo a ti.
A dormir cada noche con la cabeza llena de fiestas a las que asistan:
tus besos, abrazos y caricias.
A contar contigo y no con los dedos;
A sumar los días y a restar las lágrimas multiplicada por horas.
A desearte cada noche aunque se nos hagan las tantas de la mañana.
A mirarte como si fuera una constelación en plena noche estrellada.
A que seas el libro que nunca quiero acabar.
A enseñarte que cuando te digan que te busques, te metas en mi corazón, porque tiene más de ti que de mi misma.
Mi pequeño, dibuja una sonrisa en tu rostro cada vez que escuches mi nombre y así, el sentimiento será mutuo.
Quiero ser esa persona que:
Te observe cantar No woman no cry mientras te haces de desayuno un Colacao con doble de espuma como todas las mañanas.
Le dejes tu chaqueta y sienta tu olor en cada trozo de tela.
Que sólo sepa sonreír, sonreír, sonreír, y sin ti, no poder vivir.
La que no pueda soportar estar lejos de ti porque le falta lo esencial, y no el aire, si no tú.
Y ahora te digo:
Conviértete en mi día a día, en mis deberes del martes por la tarde y mis clases de repaso tres veces por semana, en mi clases de solfeo los sábados por la mañana y en los domingos de ir a misa, a la mierda todo, conviértete en mi rutina favorita.
Y que,
eres el pilar de mi castillo, el guardian de mi puerta, el cocodrilo de mi foso, el príncipe de mi torre y que, cuando vuelves a mis brazos es como si entraras echando el pestillo y es sentirse como en casa.