27: La adrenalina

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Mi abuelo, que vive en Oklahoma, me contó que la miel, aunque está hecha de aceites y azúcares, también tiene en su composición unas enzimas que solo pueden producir las abejas. Cuando la miel es virgen, toda la fructosa, glucosa y demás azúcares que contenga, serán de fácil digestión gracias a estas proteínas.

Cada vez que lo recuerdo, y lo hago en los desayunos principalmente, cuando embadurno mi pan de miel por las mañanas, no hago otra cosa que imaginar lo que pasaría si pudiera conseguir una enzima que hiciera mi relación con Dev más digerible.

Estoy sentada en la escalinata de mi dormitorio, y he esperado por alrededor de veinte minutos a que Eliot llegue, ya que dijo que podíamos ir juntos, trotando, hasta el estadio. Hoy tengo un entrenamiento a las seis. Lo haré contra la pared como si se tratara de un partido de frontón y no de tenis.

Sin Dalila ni Cat, el cuadro que podría armarse con las principiantes sería deprimente.

Con un suspiro lastimero me pongo de pie solo para encontrarme de lleno con la imagen que representa mis anteriores pensamientos. Hoy brilla el sol en lo alto, aunque hay algunas nubes avecinándose. Así que Dev viste un anorak encima de la ropa deportiva, negra en su totalidad.

En cuanto llega a mí, ladea el rostro y sonríe, pese a que su mueca no es conciliadora.

—Creí que tenías una confrontación que hacer hoy —digo, recordando sus ácidas palabras anoche.

Disimula muy bien a la hora de demostrarme que quedó clara nuestra charla; no le pedí una relación, sino respeto, y ahora me dice todo cuanto está relacionado con su vida.

Me sentí molesta cuando la confusión reverberó después de ello.

Y me imagino que así será mientras la policía no cierre los casos y determine que Stanley y sus estudiantes no ocultan más secretos de los que logran aparentar. Como dijo Bryant, la mayoría pertenecen a familias acaudaladas y a las que, ser la mirilla de los medios de comunicación, no les gustaría que se esparcieran noticias engañosas sobre sus hijos.

—Pues cancelé —dice Dev. Empiezo a avanzar a su lado—. Eliot contrajo gripe y Bry está en la biblioteca, hasta el cuello de «todavía tengo tiempo para hacerlo».

Suelto una risa inesperada.

Devon se guarda las manos en el anorak y guarda silencio entonces.

—Lo lamento, sé que te encanta ganar puntos extras, aunque no los necesites.

—En eso nos parecemos también.

—Y a todo esto —me echo un mechón lacio hacia atrás—, ¿no es desgastante haber tomado cuatro extraordinarias?

—No, pero reconozco que últimamente se ha tornado un poco complicado —dice él, y me mira en un rápido oteo volviendo de nuevo la vista al camino de concreto que estamos siguiendo por en medio del bosque—. Antes las tomé porque pensé que, mientras más ocupara la mente, menos tiempo tendría de pensar negativo sobre mis relaciones afectivas.

Hago un movimiento torpe con la cabeza.

—Te refieres a Catherine.

Un suspiro por su parte.

A pesar de creer que se negará a decirme nada, al final termina contándome—: En parte. No quería que ella pensara que estaba obligada a responder lo que yo sentía. Pero los celos no entienden de razones. Hubiera valido lo mismo Ben o el presidente Kennedy. Me hervía la sangre y eso era lo único que pretendía superar.

Donde habitan los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora