Tokio

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—Tokio – Japón —

Caitlin llevaba tan solo dos días en Japón y ya lo amaba, agradecía enormemente a sus padres por darle este regalo, un viaje con todo pagado a la más hermosa ciudad ante sus ojos, tantos años queriendo caminar por estas calles que lo siente un sueño, uno que quiero mantener las dos semanas que estará aquí. Siendo invierno el frío era intenso pero nada que no pudiera arreglar su atuendo cálido, pasaría la navidad aquí y no estaba nada nostálgica a diferencia de sus padres, pero trataba de no pensar en ello. Amigos por supuesto que ya había hecho y la invitaron a salir, por lo que ahora se dirigía al establecimiento donde preparan el mejor Hiroshimayaki, iba leyendo los mensajes distraída y levanto un poco la vista para ver el semáforo en verde, pero al ir caminando tropieza con algo y cae al suelo de rodillas, estaba por levantarse cuando ve a un automóvil avanzar a gran velocidad hacia ella, aterrada intenta ponerse de pie pues el semáforo ya estaba en rojo, y pensaba correr pero el tacón de su bota se había trabado en la alcantarilla y para cuando pudo destrabarlo, vio el frente del auto muy cera, gritó y sintió un fuerte agarre alrededor de su cuerpo y para cuando abrió los ojos, se vio a salvo envuelta en los brazos de una persona, para después desmayarse.

Reacciona sintiendo una suavidad en su espalda y sobre su cuerpo, sonríe estirando su cuerpo hasta que detecta el olor a café, ella no tomaba café pues le provocaba demasiado insomnio, abre los ojos asustada y trata de sentarse, pero siente una mano en su hombro que se lo impide, recuperando poco a poco la visibilidad pues le duele la cabeza y está un poco mareada, se encuentra con una rubia desaliñada que trae una cazadora beige, sus ojos azules cubiertos por unas gafas y casi le devuelve la sonrisa, de no ser porque es una extraña.

-Por fin despertaste — Su voz es grave pero usa un tono suave — Es mejor que no te muevas, tienes una contusión, es mi culpa lo siento-

-¿Quién eres tú y por qué es tu culpa? — Cuestiona confusa.

-Soy Kara, y estuviste a punto de ser arrollada por un imprudente, logré salvarte pero no calculé bien la fuerza en mi trayectoria y te golpeaste la cabeza-

-Oh... — Solo puede decir ya que el mareo vuelve — Gracias...-

-Puedes dormir hoy aquí, tienes fiebre, es un efecto secundario de los sedantes que te puse-

-No... — Bosteza y hace una mueca — No te conozco...-

..

..

..

—A la mañana siguiente —

Caitlin despierta y esta vez no hay mareo solo un leve dolor en la zona del cerebelo, bosteza y ve la suave cobija cubriéndola, al mirar hacia el lado izquierdo de la cama puede verla, a la rubia que la salvó de nombre Kara, sentada en una silla con las piernas cruzadas bajo otra cobija y un libro de astrología entre sus brazos cruzados sobre su pecho, está cabeceando y solo puede sentir ternura al verla, pues renunció a la comodidad de su cama para velar su sueño y terminar dormida sentada.

Ella ha hecho todo esto por mí, desde salvarme hasta cuidar, que linda es.

Pone más atención en su entorno, siente la brisa del mar cerca puede oler ese aroma salado, sentada en la cama ve a través de la ventana detrás de Kara, en efecto están demasiado cerca, suspira y mira los cuadros en las paredes, cada planeta del sistema solar pintados en lienzo, incluso una galaxia perfecta que parecía una fotografía. Hay un cuadro enorme de la luna y una silla solitaria en ella, una silueta casi transparente de una mujer mirando hacia el planeta Tierra, era simplemente hermoso.

-Oh, ya has despertado — Se sobresalta al oír su voz, y la ve tallarse los ojos como una pequeña.

-Hace dos minutos — Le sonríe y la rubia se pone de pie dejando sus cosas en la silla — Debes tener apetito, he preparado arroz con tocino... — Se rasca el cuello nerviosa — No sé hacer mucho en realidad-

TokioWhere stories live. Discover now