Él no murió

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Tic Tac... Tic Tac...

La oscuridad cae por las enormes paredes de piedra negra. Es una oscuridad que repta, una oscuridad que se mueve.

Es una oscuridad que no se va.

Hace mucho que tus ojos no ven la luz y que tu piel no siente el calor del sol, hace tiempo que tu cuerpo se convirtió en sombra; en cenizas. Tus ojos no distinguen más que la negrura que se cierne sobre tus hombros: y tu piel, tan acostumbrada ya al frío de su cuerpo no se eriza al sentir su presencia.

Tic Tac... Tic Tac...

Es el sonido mudo que penetra en tus sentidos, esos gritos intangibles que rasgan el silencio se convirtieron en tus únicos amigos.

Ya no hablas.

El sonido de tu voz ha muerto en tu garganta y la voz que da vida a tus pensamientos murmura en silencio las mismas palabras: "Él no murió"

Para ti, ha dejado de existir el tiempo: no importa cuántas veces se oculte el sol: para ti siempre es de noche.

Y continúas siempre con la misma rutina: encogida en ese asqueroso rincón, mirando sin mirar un punto fijo a la altura de tu cabeza. El brillo que en algún momento destello en tus ojos se ha extinguido. No eres más que el triste recuerdo de una cadena de terror.

̶ ¡Calla! No era terror lo que había en sus ojos; era respeto. Esas personas no son más que la inmundicia de nuestro mundo. ÉL solo tuvo el valor de dar el primer paso hacia la grandeza.

¿Llamas grandeza a todas las vidas que llevas a cuestas? Tus manos manchadas de sangre son las mismas con las que fielmente lo seguiste, lo alabaste... incluso ahora en su muerte.

Él no murió.

Pocas personas viven para siempre, él es una de esas personas. Su nombre será recordado a través del paso del tiempo,  ̶  Su nombre es tan sagrado que debe permanecer tan solo grabado en la memoria. Si algún impuro osara pronunciar su nombre le cortaría la garganta de un tajo por profanarlo...- él no murió.

Tus pupilas se dilatan por la exaltación del momento, el simple recuerdo hace que tu piel se erice y que tus sentidos se agudicen.

En aquel rincón un bulto se estremece, la maraña de tu cabello ha creado un monstruo que se anida en esa oscuridad impenetrable y esa fiera que se alimenta en tu pecho muta de manera incomprensible; ruge desde algún lugar lejano y se lamenta. Hay momentos en que despierta, movida por la agonía de vivir, de seguir respirando ese aire que hiela y arde a la vez, de mirar siempre el mismo podrido lugar, cansada ya de ese martilleo que alimenta cada fibra de tu cuerpo.

¿Recuerda el momento de su muerte?

Él no murió.

No, es cierto, él no murió. Es su cuerpo el que está en ese ataúd.

Él no murió. Él no murió...

̶ ¡¿De qué se trata todo esto?!

̶ Veo... una luz.

¿Cómo puede haber luz en una habitación olvidada?

̶ No es una luz brillante, ni siquiera es una luz que exista. Es una luz que esta al cerrar mis ojos.

¿Tus ojos? Hace cuanto que abandonaste tu cuerpo al suplicio de la vida, lo que antes fuera tu carne ha dejado de serlo.

̶ Ha dejado de serlo porque se lo entregue a ÉL.

¿Él? ¿Quién es él? ¿Cómo es su rostro? ¿Cómo su cuerpo? ¿Y su timbre de voz? ¿Quién es ese al que tanto te aferras?

̶ ÉL es mi Señor; es un héroe. Su rostro tiene las facciones más perfectas: no parece humano... es más bien un Dios. Su piel es casi tan blanca como la nieve de invierno, su cuerpo impone su presencia, erguido y siempre con orgullo y cuando habla; su voz sería capaz de hacer temblar a un regimiento entero. Él es veneno, es vida, es...

Él no murióWhere stories live. Discover now