Capítulo 3: La fiesta

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—No todas las personas tienen Instagram, Laurie —dijo Brooke encogiéndose de hombros—. Yo, por ejemplo.

—Ya, pero tú... —Laurie hizo una mueca—. Eres del siglo pasado.

Brooke rodó los ojos.

—No tendré oportunidad de conocer a las March y son mis vecinas —dramatizó Laurie—. La gente conoce a sus vecinos, Brooke, los conoce...

—¿Tener su Instagram te iba a ayudar mucho? —cuestionó Brooke.

Laurie subió una ceja.

—¿En serio, Brooke, en serio?

—Déjame, es que no nací en este siglo, ¿vale? —murmuró él.

—Ya, se nota...

Ambos se quedaron en silencio pensando en Amy y los intentos fallidos de lograr su Instagram.

—¿Estáis ya listos para la fiesta? —El abuelo de Laurie había interrumpido en la sala.

—Sí, abuelo —contestó Laurie.

—He invitado a las mayores de las March a la fiesta —soltó el abuelo de pronto sin darle importancia.

Brooke y Laurie cruzaron una mirada.

—¿Y eso, abuelo? —preguntó Laurie fascinado.

—Recibí una carta de agradecimiento por la cena y me parecieron muy buenas chicas, así que las invité —explicó él.

—Eso es increíble —exclamó Laurie levantándose de la cama como si le hubiera dado una carga eléctrica.

El chico bajó las escaleras con ansias y como un niño de cinco años que espera la fiesta de su cumpleaños llegar, Laurie colocó una silla frente al reloj del horno de la cocina y espero a que los minutos pasasen.

Pero cuando llegó la hora, las March no fueron las primeras en llegar.

—Vamos, Laurie —insistió Brooke—. Hay gente que te espera.

—Hagamos una cosa, esperaré aquí hasta que vengan las March, no conozco a nadie de aquí —protestó Laurie.

Brooke escuchó que lo llamaban a lo lejos.

—No es un buen comportamiento, Laurie —declaró y luego se alejó.

Laurie rodó los ojos y se mantuvo detrás de las cortinas. El tiempo pasaba y hasta su juego favorito de móvil se volvió aburrido.

Entonces, ocurrió.

—¡Ay, dios mío! —gritó una chica al entrar, esa era la March que encontró el día del desayuno—. Perdón, pensaba que aquí no había nadie.

—Baja la voz —suplicó Laurie—. Prefiero ser "nadie" en este momento.

—¿Eres tímido?

—Si quieres llamarlo así, la verdad es que no soy mucho de fiestas —respondió Laurie nervioso por hablar con una March.

—Ni yo —contestó la chica—. Y menos cuando tu hermana mayor te dice que no puedes hacer nada.

—¿Por qué no puedes hacer nada? —preguntó Laurie con cierto interés.

—Es una historia divertida y como no tengo nada mejor que hacer, te la contaré —dijo con júbilo la chica—. Meg y yo íbamos a la fiesta, entonces le dije: "Tengo hambre" y ella me dijo: "Vamos a comer en la fiesta, Jo" y yo le dije: "Pero es que quiero comer ahora", entonces cuando escogí un mousse de chocolate de la nevera y lo abrí se me cayó en el vestido y me hizo una mancha enorme. Meg me dijo que me lo podía arreglar, pero solo lo ha empeorado, ¿lo ves? No tengo otro vestido de fiesta así que tenía que ponerme este. Me ha aconsejado que me tire toda la fiesta con las manos encima de la mancha para que no se vea, pero mis manos no son más grandes que la mancha y además me aburro mucho.

Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora