Capítulo 37

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Hanna está sentada en la sala de espera del hospital. Esta última semana su abuelo ha estado teniendo problemas con el corazón. El doctor les ha dicho que no deben presionarlo a vivir, el ya vivió lo suficiente y lo más probable es que ya sea su hora.

Por supuesto que Hanna no está dispuesta a dejarlo ir, al menos no ahora. Ella lo necesita para ser fuerte y sobrevivir la adolescencia.

Zach: ¿Cómo estás? Xx

Hanna: Mal :( No ha mejorado ni un poco y la verdad ya no tengo esperanzas.

Zach: No digas eso :( ¿Quieres que te acompañe?

Hanna mira la sala de espera y aunque sus padres y sus tíos están allí se siente más sola que nunca. Las paredes blancas la hacen sentir aún más triste y odia el olor a medicina y las miradas de lástima que las enfermeras le dan.

Hanna: Por favor, te extraño.

Zach: Mi turno termina en 10 minutos. Iré allá en cuanto pueda... Yo también te extraño xxxx

Durante las últimas tres semanas Hanna ha estado visitando el café tres o cuatro veces por semana y halando con Zach todos los días, en especial por las noches. Zach la hace sentir bien y no le molesta alejar a Josh cuando es necesario.

—Hola —Hanna mira hacia arriba y mira a Zach sonriéndole.

Mirando el reloj en la pared, se da cuenta de que ha pasado media hora sentada allí mirando fijamente la pared.

—Hola —ella responde y se pone de pie. 

—Te traje un café —Zach le extiende el envase desechable.

Los dos caminan afuera y se sientan en una banca colocada junto a la entrada principal del hospital.

Hanna lleva sus piernas a su pecho y se acurruca apoyando su cabeza en el hombro de Zach. Él la rodea con su brazo izquierdo.

—Hey, no te pongas así. Todo va a estar bien.

Hanna toma un pequeño sorbo del café.

—Gracias por venir. De verdad necesitaba a alguien.

Ella se acurruca más junto a Zach. Los dos se quedan allí sentados hasta que la tarde empieza a convertirse en noche y el frío viento de otoño los hace temblar.

Los dos entran de nuevo a la sala de espera, el brazo de Zach aún alrededor de la cintura de Hanna.

—Hanna —su madre la llama—, el doctor dice que puedes entrar.

Hanna deja que una pequeña sonrisa se escurra a sus labios.

—Bueno, yo iré a casa. Te veo mañana.

Zach se marcha incómodo bajo la mirada de la madre de Hanna.

Ella entra al cuarto de hospital y mira a James acostado en la cama.

—Hanna, linda. ¿Traes el diario? Ver televisión en un hospital es una porquería —riéndose James le indica que se siente junto a él.

Hanna se sienta en la silla y abre el diario. Suspira y empieza a leer.

Junio 6, 2010

11:08 p.m.

Ya tenemos todo planeado.

Mañana Diana regresará.

Los oficiales de policía ya tienen todo preparado.

Después de que se dieron de que el secuestrador de Diana trabajaba solo y no tenía a nadie que lo respaldara todo se hizo más fácil. Empezaron a negociar con él y aunque no dejó que la oferta monetaria disminuyera, nos dio un plazo más largo.

Luego descubrieron que era un novato buscando dinero fácil, con un plan mal elaborado y que no había tomado medidas suficientes para no ser encontrado. Lograron rastrearlo a la tercera llamada que hizo. Estaba en un apartamento a una hora de West Rose Hill.

Los oficiales de policía ya habían armado el plan para el rescate. Parecía que a Christian y a Clara les hubiera regresado la vida. Se veían más tranquilos y los ojos de Christian ya no estaban tristes cuando hablábamos de Diana. 

Parece que todos estamos mejor. Todos estamos bien.

Ella va a regresar.

Ella va a estar bien.

Mañana toda esta pesadilla terminará y volveremos a nuestras vidas. 

Mañana ella estará entre mis brazos. 

Junio 7, 2010

8:07 p.m.

Esto es una pesadilla.

No, esto es peor que una pesadilla.

Es el infierno.

Yo estaba parado allí, enfrente del edificio de apartamentos. Parecía que nadie vivía allí, pero una de las habitaciones de arriba tenía la televisión encendida.

Parado allí, con una maleta llena de todo menos dinero, esperé diez minutos a que ese tipo apareciera con Diana.

Diez largos y agonizantes minutos.

La puerta principal del edificio se abrió y un hombre en sus treintas, con el cabello grasoso y la ropa nada nítida salió.

Sus ojos estaban inyectados en sangre y tenía los labios resecos. En la mano derecha tenía una pistola apuntando hacia la cabeza de Diana y el brazo derecho al rededor del delicado cuello de ella.

—¿Tienes el dinero? —su voz rasposa rompió el silencio.

—Sí —dije señalando la mochila.

Miré a Diana. Ella no era la misma chica que yo había conocido. Estaba mucho más delgada, bolsas oscuras debajo de sus ojos, labios partidos y el cabello desarreglado. Parecía que iba a morir en cualquier segundo.

—Manos arriba, lo tenemos rodeado —un oficial gritó mientras los demás salían de sus posiciones.

Ojos inyectados en sangre miraron con pánico alrededor. Apretó el agarre alrededor de la garganta de Diana y parecía que sus piernas no podían sostenerla. 

—¡No se acerquen, o la mato! —escuchando su voz llena de pánico di dos pasos hacia el frente.

—Todo acabó. Déjala ir —dije lo más tranquilo que pude.

El hombre miró a los oficiales apuntándole. Me miró a los ojos y empujó a Diana hacia adelante. El hombre intentó escapar pero uno de los oficiales le disparó en la pierna haciéndolo caer. Yo agarré a Diana antes de que cayera al suelo. Ella ni siquiera tenía fuerzas para respirar normalmente.

El oficial de policía al mando arrestó al hombre. Christian corrió hasta nosotros. Todo pasó tan rápido que parecía más un sueño. No podía distinguir la realidad de los pensamientos que mi mente reproducía. Las voces de todos se mezclaban y la respiración errática de Diana se sentía pesada en mi cuello. Miré hacia abajo, a la chica en mis brazos. No era la misma chica de antes. No era Diana.

Diana me miró con sus ojos color chocolate y observé como el color dejaba su piel. Ella abrió la boca, pero nada salió de ella.

Dos segundos después Diana se desmayó en mis brazos.

The True Happiness (Versión en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora