Estas ahí,
Te estoy esperando.
Hace semanas que pensé que vendrías,
y me quede acurrucada, llorando;
como si ese acto hiciera más corta la despedida.
Mírame simple y etérea... Todavía suspirando.
Porque no vienes hombre malo,
estoy amarrada a la vida,
esperando nuevamente tu despedida.
He maquinado tu regreso
mirándome al espejo,
convenciéndome de que necesito tu venida.
Ya me lo imagino.
Tu apariencia cansada y tu rostro extenuado,
me miras como las anteriores veces;
pero la tensión es cada vez más vivida.
Veo en ti, la necesidad y la nulidad de afecto;
me odias y te odio, lo sabemos.
Pero quien lo diría, preferimos seguir sufriendo juntos
que aceptar la despedida.
Somos hombres débiles y necios,
nadie nos enseño que la dignidad tenía más valía
y que apresarla requería mucho más esfuerzo
que pararme aquí y mentir que te quiero.