—Durante la Segunda Guerra Mundial, los judíos sufrieron las inhumanidades de los miembros del Partido Político Nazi, pero entonces, cuando... —Relata mi profesor de Historia: Mr. Jones un día de principios de septiembre. Sus clases no eran nada aburridas, pero hoy estoy despistada y pensando en mis cosas que no eran pocas.— ¡Stuart! ¡Es la cuarta vez que le llamo la atención! ¡Una más y la expulso de clase! —Pero no estoy haciendo nada. Sólo garabateando sobre un papel.— ¿¡Me oye?!
—Sí, profesor.
—Así me gusta. ¿Podría decirme quién lideró el Partido Político Nazi?
—Adolf Hitler.
—Sí, Señora, ¿cómo murió?
—¿Lo asesinaron los judíos para vengarse? —Digo no muy segura de mi respuesta.
—¡Oh no, por Dios! ¡Qué de películas ha visto! Se suicidó con un arma de fuego. Para mañana quiero que elaboren un trabajo sobre Hitler. Tendrán que hacer un resumen de su vida, y detallar como estaba organizado un campo de concentración. —Se oye un "oh" por parte de todos y varios suspiros.— Y nada de quejas, sólo... —El timbre interrumpe su charla y todos salimos del aula a toda prisa.
Espero en el pasillo a que mis amigas salgan de clase. Llegan Gemma y Ruth, pero Lucy no.
—¿Y Lu? —Pregunto.
—No sé, ¿no había tenido clase contigo, Ruth? —Supone Gemma.
—No, no he compartido clase con ella en toda la mañana.
—Será mejor que la llamemos. —Propone Gemma sacando su teléfono móvil.
Gemma marca el número de nuestra amiga y pulsa el botón de manos libres. Suenan cuatro pitidos y Lucy no contesta. Al sexto pitido la llamada se efectúa:
—¿Diga?
—Soy Gemma, Lu, ¿dónde estás?
—Oh, perdonad, soy su madre, Susanne. Lucy no puede atenderos ahora.
—Sólo llamábamos para preguntar, como hoy no ha venido al instituto... —Digo.
—Sí, bueno, es que, estamos en el hospital.
—¿¡En el hospital?! —Preguntamos todas.
—Sí, pero no os preocupéis. Es un simple dolor de barriga, sin embargo hemos venido porque Lucy se quejaba mucho y decía que era muy fuerte. Ahora mismo le están haciendo algunas pruebas.
—Iremos para el hospital nada más terminar las clases. —Anuncia Ruth.
—Está bien, estaremos aquí, chicas. Adiós, ¡atended mucho en clase!
—Lo haremos, gracias, adiós. —Dice Gemma y cuelga el teléfono.
Las tres nos miramos preocupadas pero ninguna dice nada, hasta que rompo el hielo:
—Susanne ha dicho que no es nada, no os preocupéis.
—Eso espero.
—Le llevaremos esos caramelos de cereza que tanto le gustan. —Dice Gemma.— ¿Bajamos a la cafetería y se los compramos?
—Claro, ¡invito yo! —Digo aparentemente feliz. Pero no del todo. Estoy preocupada por Lucy.
Ella es demasiado dulce y no se merece que le pase nada, pero aún no es seguro, y es que, no sé qué pensar. Debo permanecer fuerte por mí, y por las demás. Yo soy la que las sujeta cuando se caen, es decir: soy el punto fuerte del grupo. Lucy es el punto dulce y amable. Gemma es el punto divertido. Y Ruth es el punto responsable. Unas complementan a las otras y viceversa, las cuatro sabemos que no seríamos nada sin nuestros otros tres puntos de apoyo.
El recreo acaba y sé que las tres horas que me quedan se me van a hacer interminables. Gemma nos avisa de que ella terminará sus clases una hora antes que nosotras y como es mayor que nosotras y pertenece al alumnado de un curso superior, puede salir del centro. También nos dice a Ruth y a mí que va a ir a hablar con Allan sobre las nuevas composiciones y el proyecto de gira ya que tiene algunas dudas, después estará en la puerta del instituto para ir juntas al hospital.
Las tres próximas clases coincido con Ruth cosa que agradezco, la verdad, porque así puedo charlar con ella en clase y no me aburro. Aunque hoy, ninguna habla. Ella permanece en constante silencio y muy callada casi no me dirige la palabra en toda la clase de Física y Química, pero sé que no es porque esté enfadada, ni mucho menos; es por Lucy. La conozco demasiado bien para saberlo. Ella se preocupa por todas y no puede evitarlo. La verdad, es que yo también tenía la mirada Dios sabe donde, porque no me sacaba de la cabeza la imagen de Lucy presionando con la mano su tripa por el dolor. La verdad es que ella se ha quejado varias veces cuando estaba conmigo, al menos, pero nunca creí que sus padres llegarían al punto de llevarla al hospital.
Después de Física y Química, empezó la clase de Educación Física, en la cual el profesor nos hizo correr 25 vueltas a la pista improvisada de fútbol de la que consta mi instituto, ya que la otra pista está en obras. Ruth y yo nos mantuvimos corriendo al mismo ritmo, pero no volvimos a hablar para no alterar la respiración y porque sé que Ruth necesitaba pensar y estar sóla psicológicamente por unas horas. Ruth y Lucy se conocen desde primero de primaria y son como hermanas. Ruth estaba rota por dentro y seguramente la idea de escaparse del instituto para ir al hospital, estaba paseándose por su cabeza y se paseará durante la siguiente hora también.
A partir de la vuelta número dieciséis, acabo alternando mi ritmo durante el resto de la carrera: corro y después camino, camino rápido para preparame y después vuelvo a correr, y así hasta la vigésimo quinta vuelta.
Y para finalizar, para la última hora tenemos lengua y el profesor que imparte esta clase es súper aburrido, con lo cual, la situación me venía de perlas.
—¡Stuart!, ¿dónde está? ¡Lleva toda la hora dispersa! —Grita el profesor.
—Es que...
—¿Es que, qué?
—Bueno, hoy no es mi mejor día y...
—¡Salga a la pizarra ahora mismo! —Me interrumpe. Me levanto de mi silla perezosamente y ando hasta la pizarra verde oscuro casi negro.— Escriba una frase en voz pasiva.
—¿En pasiva? —Jadeo, no tengo ni idea de lo que es la pasiva. Así que arriesgándome escribo: "La operación salió bien."
—¡No, no y no! —Coge el borrador y borra bruscamente la frase que acabo de escribir.— Te daré una segunda oportunidad: Escribe otra frase en activa.
—¿Activa? —Vuelvo a jadear y escribo: "Las pruebas fueron realizadas por el médico."
—¡De nuevo ha vuelto a fallar! ¡Lo ha hecho todo al revés! ¿Va usted a estudiar medicina o qué?
—No soy de ciencias.
—Y por lo visto, tampoco de letras. Será mejor que se siente. —Cuando llego a mi mesa me siento y él continúa hablando.— ¿Qué quiere estudiar usted? Sólo es por curiosidad.
—Profesor, Anne se dedica a la música actualmente. —Interviene Jessica una chica que no me cae muy bien pero tampoco es que la odie, ahora mismo le debo las gracias por salvarme de esta situación tan incómoda.
—¿Y piensa que eso le sacará las castañas del fuego toda la vida?
—Aún no me he parado a pensar eso. —Digo bastante tímida e insegura.
—Debería empezar a sopesar la idea de estudiar una carrera. Con vuestra edad —se dirige a toda la clase—, todos creen que pueden comerse el mundo y que pueden cambiar las normas y romperlas.
Un murmullo se forma en la clase que en segundos se convierte en jaleo: alumnos que discuten entre ellos o con el profesor, el cuál se ve obligado a intervenir:
—¡Silencio! —Nos callamos al segundo.— Quizás alguno de vosotros llegue a cambiar el mundo pero, que tenga claro que eso no es cosa de un día.
El timbre suena y después de apuntar los catorce ejercicios que el profesor nos ha mandado para hacer en casa, Ruth y yo salimos corriendo del instituto. En la puerta nos reunimos con Gemma y a lo lejos vemos como unas luces procedentes de un coche de policía se acercan a nosotras. Cuando se paran en frente del instituto lo ignoramos y vamos hacia la parada de autobús para coger el próximo que lleve al hospital donde Lucy se encuentra ingresada.
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El Susurro de Anne
Novela JuvenilPuede denominarse superación o persecución de sueños. Llame como se llame, es lo primero en lo que piensan al escuchar mi nombre. ¿Y por qué será? Un día, por alguna extraña razón, decidí cambiar mi vida. No es nada fácil arriesgarlo todo sabiendo q...