Papá nos había acostumbrado a que el Golf o Ella, tenían siempre prioridad en sus decisiones. No importaba si le rogábamos o planificábamos para compartir tiempo juntos, era siempre Él y sus "dos" amantes quienes tomaban la decisión final. Por esta razón mi hermana no aceptó de buenas ganas cuando Papá, luego de haberse comprometido con su hija y nieta para ir a comer para celebrar el dia del padre, el desdijo el compromiso con una excusa "banal" de "no amanecí con ganas de salir". Así que Obeline del Pilar, Pilar como la madre de Papá, decidió ir en persona a verlo y hacerle entrega del regalito que le había comprado especialmente y había envuelto ella misma de una manera primorosa, como solo ella sabe hacer.
Para tal misión, despertó a su hija, Oriana, que a regañadientes y con cara de disgusto, se levantó de la cama y se arreglo para ir a hacerle la visita anual al único abuelo presente.
Luego de considerar infinidad de ideas y posibilidades que explicaran la supuesta indisponibilidad del agasajado, en las cuales siempre se incluían a cada una de sus dos amores, Mi hermana, la hija pequeña, tanto por edad como por tamaño, llegó a la puerta de la casa del que ya de un tiempo era el "viejo Marco".
Ya en la puerta de la que en el futuro sería una casa a su nombre, sonó el timbre y esperó... y volvió sonar, y espero... sin obtener ninguna respuesta. Entonces, ya con los nervios a flor de piel, toco la puerta con sus nudillos carnosos y espero...
Mi hermana, con la cabeza llena de extrañas ideas y el corazón lleno de rabia, nunca imaginó lo que pasaría luego se escuchar los dos giros de llave y el tintinear de la cadenita de la puerta de madera que finalmente se abría.
Seguramente, si hubiese sido una noche de luna llena y la noche hubiese estado impregnada de esa neblina fría, húmeda y blanda, típica de las noches de terror, mi hermanita hubiese estado predispuesta y preparada para ver y sentir lo que detrás de la puerta estaba a punto de aparecer, pero no...
Era un domingo penúltimo de Junio, en una cálida, limpida y seca ciudad de Guayana. Con un sol que "quema negro y tuesta blanco", medio dia, con el aire lleno de los aromas típicos de mi tierra, parrilladas y pelaos que se preparan especialmente para el Padre de la casa. Nada hacía presentir la aparición que sería presenciada por Obe.
Aquel, quien fuera en un tiempo no remoto un hombre detrás de su luminosa sonrisa, con ojos grandes, marrones, alegres y vivarachos, de postura decisa y orgullosa, con manos fuertes que terminan brazos velludos y rotundos. Aquel, que se reía hasta "ingrincharsele la panza" (que nunca tuvo). Hombre honesto, cordial y tozudo, se presentaba de detrás de la puerta de madera, como una caricatura de sí mismo.
Sus ojos hundidos en sus mejillas parecían recordar tiempos mejores. sus manos flácidas y agotadas, no empuñarían nunca más un palo de golf. Sus brazos fuertes y dispuestos, no abrazarían nunca más a sus hijos adorados. Sus piernas que anduvieron tantos greens, playas y montañas, ya no eran capaces ni de caminar el camino a casa.
Donde eran antes sus músculos, se notaban sus huesos, su sonrisa apagada y mustia hacía pensar que aquella alma que siempre luchó por vivir y seguir pa'lante sin titubear, ahora se alejaba, se desprendía poco a poco y velozmente de ese cuerpo que fuera una vez hombre, una vez padre, una vez tortolito, y que ahora había decidido abandonar ese cuerpo que no le respondía más, que se estaba desvaneciendo y que solo provocaba la sensación de una noche de espectros, en un claro y hermoso domingo de Junio de aquel año que fue el último.
Obeline al verlo, sonrío dulcemente, como solo ella sabe hacerlo.
Pidió la bendición y lo abrazo.
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El Ocaso de una gran vida
Short StoryDe como las expectativas de una hija sucumben ante la vision de su viejo Padre.