Bajé echa una furia a la sala, ya vestida. Eran eso de las tres de la madrugada y la fiesta seguía, sin ánimos de acabarse pronto. Atravesé la casa, empujando a uno que otro por el camino para desahogarme, y me metí en la cocina. Serví tequila en un vasito que conseguí por ahí y me lo tomé como si fuera agua.
Seth apareció de la nada, a mi lado. De nuevo iba con esa sonrisita burlona.
—Te ves bastante feliz.
—Déjate de sarcasmos —le dije, más brusca de lo que pretendía. Enseguida me supo mal. Seth no tenía la culpa de mi indignación, era un buen chico—. Lo siento, es que...
—No pasa nada —hizo un gesto para restarle importancia—. Sé más que nadie que Grayson puede sacar de quicio a cualquiera.
Hice una mueca y me serví otro tequila, tomándolo más rápido que el primero. El líquido me quemó la garganta e hizo que pusiera otra mueca. Seth siguió la acción atentamente con sus ojos, desde el vaso yendo a mi boca hasta que la botella volvió a la barra, sin perderse de nada.
—¿Cómo sabes que estaba con Grayson?
—Yo también tengo la misma reacción de malhumor cada vez que Grayson hace de las suyas.
Por la forma en la que lo dijo, tan simple y relajado, no creí que pudiera estar de malhumor alguna vez. O tal vez era el tequila, que estaba empezando a afectarme y no me dejaba ver claramente.
Sí, no eres buena para beber alcohol.
—¿Sabes? Es una mierda pasar esto sola —sus ojos cayeron directamente en la botella de tequila, la sombra de una sonrisa seguía en su cara—. ¿Por qué no me invitas?
Lo miré durante unos segundos. Él me miró de vuelta. Parecía estar hablando en serio.
—Lo que usted diga, señor Briggs.
Nos la arreglamos para conseguir otra botella de no sé qué cuando la de tequila se acabó. Seth y yo estábamos pasándola en grande, tan a gusto con la música y el momento que ni siquiera me interesó saber qué era lo que bebíamos. Incluso yo, que no me enteraba de nada por lo ebria que estaba, sabía que Seth estaba borracho. Empecé a notarlo cuando derramó por accidente el segundo vaso de no sé qué sobre la barra, riéndose a carcajadas. Eso me daba el doble de gracia a mí.
—Creo que deberíamos parar ya —volvió a reír, atontado. Su pelo castaño caía sobre su frente, que tenía una ligera capa de sudor.
—¿Qué? —me reí de lo absurda que sonaba la idea de parar. ¡Yo no quería parar!—. Tendrás que ser aburrido.
—Tengo que conducir a mi casa. —me informó, aunque no se vio preocupado.
—¿Y si pasas la noche aquí? La casa es gigante. Seguro que hay una habitación para huéspedes.
Aunque estaba algo tomado, se pensó las cosas dos veces. Frunció el ceño y se rascó la nuca con una mano, dudando.
—Yo... Eh... No lo sé.
—Oh, vamos —insistí, tirando de su brazo y poniendo un mohín—. Eres amigo de los chicos. No creo que haya problema con que te quedes hoy.
Sin embargo, él no pareció muy convencido con la idea. Suspiró, me miró y rodó los ojos, perdiendo esa mueca de preocupación cuando volvió a sonreír. Por un momento, pensé que le era difícil no mantenerse divertido, bromista.
—Bien, lo que tú digas. Hoy es tu fiesta y se hace lo que se diga la anfitriona.
Le di un golpecito en la punta de la nariz con un dedo, riéndome.
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Asaf y la alerta auxilio
Teen FictionSin preocupaciones, Sin compromisos, Con sonrisas que olvidan sus defectos, Un arrogante innegable, Irreverente de nacimiento, Y un buen chico de corazón. Así era Asaf. Y pronto no pude evitar caer en él. En su bonita destrucción.