Capítulo 16

106 7 3
                                    

Me agacho para levantar la bandeja caída del suelo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me agacho para levantar la bandeja caída del suelo. En vez de devolvérsela al mesero, quiero cubrirme con ella. Me siento tan avergonzada. Tanto Gilly, como Victor, voltearon a verme. Y sospecho que saben muy bien que los estaba escuchando.

—¿Estás bien? —pregunta Gilly con su máscara negra acercándose y ofreciendo su mano para ayudarme a levantarme.

No lo estoy. Quiero desaparecer en este momento.

—Sí, estoy bien —respondo en vez. Sin embargo, todavía mantiene su expresión de preocupación.

—¿Me acompañarías al balcón? —consulta bajando la voz.

Yo accedo y, evitando ser vistos juntos, caminamos hacia las grandes puertas que llevan a un pequeño pero hermoso balcón, donde la brisa corre de manera tranquilizante y la música de la fiesta queda en segundo plano.

Gilly definitivamente está raro, juega con sus manos, se acomoda la ropa. No sé si está incómodo porque en este sitio estamos sólo nosotros dos, y sería un total caos si nos descubrieran. O sea algo más que aún no me dice.

—¿Cuánto alcanzaste a oír?

—¿De qué? —pregunto fingiendo confusión.

—Emma —noto que a través de su máscara levanta una ceja—, no soy tonto. Sé que algo escuchaste. Te conozco.

—Jamás te llamaría tonto, querido amigo.

—Ya es un hecho —ríe—. Me lo confirmaste al llamarme «querido amigo». La Emma sin culpa que conozco nunca me halagaría.

¿Por qué soy tan mala fingiendo frente a él?

—Tenés razón, estaba escuchando. Pero no llegué a oír mucho.

—Supongo que ahora me toca a mí dar explicaciones. Victor pidió hablar conmigo porque necesitaba que alguien lo convenciera de que no estás disponible. Así que, si hablábamos de vos, era de tu compromiso.

—¿Sólo era eso? —consulto. Por unos momentos sólo nos miramos mutuamente, como si no necesitáramos hablar porque en nuestros ojos estuvieran las respuestas a nuestra mayor duda.

—Sólo era eso —afirma arrebatando todas mis esperanzas de oír su explicación para lo que en verdad escuché, y no le puedo contar.

—De acuerdo —suspiro intentando no sonar decepcionada—. Admito que fue bueno haber escapado un rato de la fiesta.

—Pienso de la misma manera. Me cansa siempre aparentar ser alguien más —se apoya en la baranda del balcón—. Estoy acostumbrado a ser invisible ante estas personas, pero cuando uso el traje, es como entrar a su mundo. Y es extraño, porque me agrada que me noten. No obstante, no deja de ser un disfraz. Todos usan una careta, como la de los artistas, para sentirse importantes.

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora