48: La vida como un mapa en blanco.

4.1K 566 497
                                    

♫ Capítulo con playlist

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

♫ Capítulo con playlist.



Al encarar el vestíbulo, dos orbes verdes estudiaron, como de costumbre, cada movimiento suyo fijamente. La cola del felino se mantuvo contra el suelo, sin moverse más que en un lento vaivén desinteresado.

―Yo tampoco me alegro de verte, bola de pelos ―refunfuñó Sehun, cerrando la puerta a sus espaldas.

La gata bostezó, nada impresionada, y se desplazó con pereza hasta subirse a la mesa de café de un salto para sentarse allí. Sehun se dirigió directamente a la sala, tomando del suelo el comedero de paso para llenarlo de alimento balanceado y volver a dejarlo en donde estaba, sobre el suelo, todo bajo la intensa mirada verde del animal.

Era una rutina: Sehun llegaba, se miraban con mutua displicencia, le servía comida y agua, se sentaba un rato a comprobar que comiera y luego se iba, o perdía el tiempo alrededor de la casa.

En esa ocasión, la gata no se inmutó ante la visión de la comida. Sehun dio unos golpecitos impacientes sobre el suelo para llamar su atención.

―A comer, Satanás.

Habiendo sido completamente ignorado, decidió tomar el cuenco y llevarlo hasta ella. Lo dejó sobre la mesa y se desplomó en el sofá, mientras la gata olfateaba la comida y volvía a alzar la cabeza para mirarlo sin entusiasmo alguno.

―¿Cuál es el problema? ¿Me equivoqué de marca de nuevo...? ―se preguntó a sí mismo, analizando las pelotitas de comida balanceada.

Ya había pasado antes, cuando olvidó el nombre de la marca específica de comida que Luhan le había indicado que comprara, así que sólo compró otra, porque lucían todas iguales de cualquier forma. Pero, al servirle, Kwitegi olfateó un rato y luego hizo una arcada dramática y se alejó.

Esta vez estaba bastante seguro de haber comprado el alimento correcto, sin embargo.

―Sólo trágatelo, ¿por favor? ―rogó―. Si te mueres antes de que tu papá llegue, temo que van a enterrarnos juntos...

Kwitegi se acostó sobre la mesa y posicionó la cabeza sobre sus patas, mirando a cualquier punto que no fuera él. Tenía dos actitudes para Sehun: fingir que no existía, o atacarlo en cada ocasión que se le presentara.

Suspiró y se puso de pie, cruzándose de brazos.―Luhan te ha malcriado demasiado. Hay muchos gatos afuera con hambre y tú aquí haciéndote la delicada. Pues bien, ¡no comas!

Le quitó el cuenco, lo dejó en el suelo de un golpe que hizo rebotar varias pelotas de comida fuera de él, y salió de la casa pisoteando y refunfuñando con molestia sobre la ingratitud, y sobre cómo de mejor eran los perros.

Quince minutos después, Sehun habría la puerta y volvía a entrar a la sala, con las puntas del flequillo mojadas por caminar bajo la fina llovizna que había comenzado a caer de un momento a otro, la mochila en la espalda y una bolsa de la tienda más cercana en las manos.

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora