Narra Lourdes

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Un verano de intenso calor, no tuve mejor idea que visitar a mi amiga, que vivía en por lejos el lugar más caluroso de toda la ciudad. Detrás de las vías, la ciudad cambiaba muchísimo. Los edificios eran viejos y estropeados o nuevos en plena construcción. Eran terrenos de barrios pobres pero las clases sociales no me iban a impedir ver a mi amiga. Llegue a la casa como a las cuatro de la tarde y ella me recibió con una enorme jarra de agua y galletitas. Nos sentamos a jugar en la computadora un rato y luego decidimos ir a fuera, mientras su mama barría las migas que nosotros habíamos hecho. En lo que respecta a comer, nadie nos ganaba, nadie nos gana hoy en día. En cuanto salimos, nos sentamos en la sombra junto a la casa y miramos un poco alrededor. La plaza que estaba al otro lado siempre me había parecido deprimente por lo que la idea de ir para ahí no me caía en nada bien, pero para mi sorpresa había chicos que si les parecía buena idea aprovechar el espacio. Uno incluso nos saludo en cuanto nos vio y de un momento al otro parecía venir hacia nosotros

-¿Lo conoces?-Le pregunte a mi amiga

-La verdad que no, pero parece simpátic..¡Hola!- Dijo ella, el chico ya estaba junto a nosotros con una sonrisa divertida y no le permitió terminar la frase.

-Hola, ¿qué tal? Soy Francisco y me preguntaba si podrías darme un poco de agua, es que estoy  derritiéndome- dijo poniendo cara de exhausto de repente. Supe que se había ganado a mi amiga con su actuación porque de repente corrió hacia adentro, incluso pisando lo que su mama había barrido, solo para ayudar al pobre chico.

-Soy Lourdes, y creo que a mi amiga la van a retar por tu culpa- Le dije bromeando

-Seguramente. Es culpa de mis ojos seductores- Y ambos asentimos y nos reímos al mismo tiempo. Fue un acto un poco egocéntrico pensaría cualquiera, pero me dio gracia. Se notaba que lo había dicho bromeando. Por otro lado era cierto. No tenía dos ojos, tenía dos esmeraldas brillantes como árbol de navidad en la oscuridad. Cualquiera quedaba atontado si le miraba directamente y su pelo era un descontrol de rulos oscuros que no ayudaba a no mirarlo.

Mi amiga volvió pronto con el agua y nos pusimos a hablar de la computadora. Hacía poco que me había hecho un correo y tenía la manía de agregar a cualquiera que quisiera así que le di mi correo. Usualmente cuando te lo piden, rara vez te agregan al instante, pero esa misma noche, ni bien me conecte comencé a hablar con Fran. Casi a diario nos mandábamos mails y ahí supe un poco más de él. Era de Buenos Aires, estaba de visita con su amigo y pensaba volver algún día de vacaciones por ahí, pero que dentro de dos días se iban a ir a Mar del plata. Fue un poco triste saber que tal vez no vería mas al chico tan simpático, pero aun así nos hicimos amigos por Mail y a menudo nos enviábamos correos y videos graciosos. Lo único que nunca le envié fueron esas cadenas que normalmente enviaban y decían que si no las reenviabas ibas a tener mala suerte. Tal vez de haberlo hecho en su momento, hoy hubiera mejorado nuestra suerte. Pero mejor no pensar en eso.

La Historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora