Te llamé {Romance}

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Martina, era mi pareja desde la secundaria, pero poco a poco, el amor que sentía por ella se está desvaneciendo. 

No era una chica tóxica, por suerte. Es exageradamente amorosa. A tal punto de llenarme el chat con mensajes recordándome que me amaba, imágenes y videos de amor. Cada noche me dedicaba una canción y aveces me escribía poemas. 

Su madre dejaba que ella viniera a mi casa a visitarme seguido, pero a su padre le molestaba vernos juntos. No soportaba verme. Él era un hombre de negocios, sueño de una empresa de productos eléctricos, y no soportaba que yo no tuviera trabajo, y que no fuera lo suficientemente fuerte como para defender a su hija.

Pienso que las mujeres no necesitan de un hombre para protegerse. Mi hermana Julia, estudió karate desde los seis años. Muy pocas veces venía a casa. Ella vivía en la ciudad de caracas, se mudó allá para estudiar medicina. La extrañé mucho los primeros años.

Cuando comencé a tocar el piano, tomé su habitación como sala de ensayo. Guardé mi piano y mis partituras allí. Me encanta la quinta sinfonía de Beethoven. 

—¡Jean! —Me llamó mi madre. Tocó la puerta de mi habitación y le abrí. 

—¿Qué pasa? Esta es mi hora de leer —aclaré. Nuestra relación madre e hijo era más de amigos. Ella me contaba sus secretos y yo le contaba los míos. 

—Lo sé, pero allá afuera está Martina. Dice que quiere verte —Tenía en sus manos su celular con el WhatsApp abierto. Allí se la pasaba la mayor parte del día. 

—Dile que iré en un momento. Deja que pase —Nunca me había visitado tan temprano, eran las diez de la mañana. Por suerte desperté temprano ese fin de semana. 

Caminé a mi guardarropa y escogí lo primero que veía. Nunca me gustó combinar o planear mi outfit. Además, no tenía mucha ropa. 

Tomé mi teléfono y le saqué los audífonos. La música seguía sonando así que la quité. Me habían llegado diez mensajes de Martina. Nueve de ellos eran "te amo" y uno que decía "voy llegando a tu casa, tengo una sorpresa".

Salí de mi cuarto y observé mi anillo de graduación en la mesita al lado de mi cama. Siempre me gustó llevarlo puesto para recordarme que había cumplido una de mis metas. Estudiar ingeniería industrial. Retrocedí para colocármelo y luego salí al pasillo. 

En el fondo del pasillo estaba la habitación del baño abierta, eso solo significaba que mamá estaba limpiando, o que papá había cenado tacos con frijoles.

—Amor, mi padre salió a España a hacer unos negocios. No viene hasta dentro de tres semanas —comentó, entusiasmada. 

—¡Qué buena noticia! —fingí alegría. Sentía que nuestra relación tenía salvación, pero no sabía como salvarla. Ella pensaba que todo estaba de maravilla, porque eso le hacía creer.

Que su padre saliera, significaba que íbamos a ir a las fiestas de Fred y de Liliana. Dos amigos que celebraban su cumpleaños la misma semana. 

Noté que había pintado su cabello a un tono más claro. Su hermosa mirada, era lo que me hacía estar locamente enamorado de ella. Y sus enormes lentes, los hacían notar. 

—¿Y entonces? —preguntó—. Vamos a la playa, se está aclarando tu hermosa piel morena. Recupera ese color. 

—Está bien. Lo que tú digas, princesa —Le acaricié el mentón y se inclinó para darme uno de sus deliciosos besos. 

Le sonreí y caminé a mi habitación nuevamente. Me cambié de ropa y tomé las llaves de mi auto. Un convertible amarillos, fue el regalo de mi padre cuando cumplí dieciocho años. 

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⏰ Last updated: Mar 21, 2020 ⏰

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