Capítulo 23

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Ignazio solo murmuró su nombre, apenas capaz de procesar el hecho de que ella estaba allí, se dirigió hacia él y lo abrazó, incluso dándose cuenta de que no él correspondía. Ella lo soltó y con ambas manos sostuvo su rostro.

-¡No puedo creer que seas tú! – Estaba sorprendida – Estás tan hermoso como nunca antes había visto. – Y él se mantuvo quieto, sin mostrar emoción. – Pensé que te habías ido y me dejaste... O que estuvieras muerto. – Y lo abrazó nuevamente.
- Para tu desilusión sigo vivo.
- ¿Cómo puedes decir eso? – Ella lo miró fijamente, preguntando en tono de indignación. – ¡No sabes lo preocupada que estaba! He estado en tu apartamento varias veces y nunca contestabas, te busqué en tu antiguo trabajo, pero nadie sabía nada.
- Por favor, no tienes que mentir de esa manera. – Concluyó con una sonrisa de desdén.
- ¿Cómo puedes decir eses absurdos?
- ¿Absurdo? – Preguntó incrédulo. – ¿Te has preocupado tanto que fuiste a mi casa y a un lugar donde ya no trabajaba y lo llamas preocuparte? – Él aplaudió lentamente – Felicidades, Giorgia. Este es el apogeo de preocupación por otra persona. – Ella lo miró con desprecio.
-¡Deberías estar feliz de haberte encontrado!
- ¿Feliz?
- ¡Claro que sí! – Hizo una pausa – ¡He estado triste todo el tiempo que he estado lejos de ti!
- ¿Tus varios amigos no te consolaron? – Preguntó con ironía y ella apretó la mandíbula.
- Sabes que el único que amé siempre has sido tú.
- No es verdad.
- ¡És la más pura verdad! – Ella se acercó, y mientras intentaba poner sus manos nuevamente en su rostro y besarlo, él se movía incansablemente, lo cual era relativamente laborioso ya que ella era alta y lo alcanzaba fácilmente.
- ¡Basta, Giorgia! – Finalmente agarró sus muñecas con fuerza. No iba a dejar que ella jugara con él otra vez. – Tú eres una criatura que no tiene capacidad de cambiar. Jamás. Entonces, métete en esa cabeza enferma que nunca volverás a jugar conmigo. – Ella llenó los ojos de lágrimas mientras se miraban el uno al otro seriamente.
- Te amo. – murmuró ella.
- Guarda tus lágrimas y palabras falsas para algún idiota que te crea.

Ignazio le soltó las muñecas con algo de fuerza y ​​se volvió para irse. No se quedaria más un segundo en ese lugar, pero antes de que pudiera irse, Giorgia lo agarró por el brazo, se puso frente a él y apoyó las manos fuertemente sobre su pecho para evitar que se moviera.

- No puedes dejarme de nuevo. – Ella sonó extrañamente desesperada y, sin embargo, él se rió e intentó esquivar, pero ella se movió junto a él. – ¡No vivirías sin mí, lo sé!
- Preferí la muerte que estar contigo – murmuró cerca de la cara de Giorgia, que abrió mucho los ojos a pesar de no entender completamente. Pero antes de que él pudiera hacer ningún movimiento para irse, ella lo besó con cierta agresividad.

Ignazio la agarró de los brazos con fuerza para alejarla, pero durante unos segundos su boca se unió a la de ella... Y justo entonces Valentina, no muy lejos, fue testigo de todo y sintió que sus ojos se humedecían y ese maldito dolor en su pecho. Y cuando Giorgia dio un paso atrás, Ignazio la miró, giró la cara hacia un lado y vio a Valentina, quien sacudió la cabeza y dedujo quién era ella, dió dos o tres pasos antes de darse la vuelta y alejarse.

Ignazio volvió su mirada furiosa hacia Giorgia, que abrió una amplia y insana sonrisa, sin darse cuenta de que otra mujer los había visto, y pensó que ese beso era más que suficiente para que él no resistiera su hechizo. Nunca fallaba con Ignazio y lo sabía. Pero su sonrisa se borró justo cuando se dio cuenta de que la estaba mirando con desprecio y cuando se limpió lentamente la boca con la manga de su chaqueta, sintió la ira invadir su cuerpo. ¿Cómo se atrevía a despreciarla así y todavía insinuaba que sentía asco?

- ¡No me puedes resistir! – Ella gritó – ¡Me necesitas!
- Te necesito lejos de mi vida... – se acercó a ella – Conmigo ya se acabó hace mucho tiempo. Te olvides de mí y sigas con tu vidita de mierda.

Y mirándola, se alejó y luego aceleró el paso. Necesitaba encontrar Valentina.

Labios Compartidos | Ignazio BoschettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora