IX

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I'm not for here for nameless faces,
But I just came here for the...

Había llorado hasta quedarse dormida. La joven rubia yacía sobre su cama, envuelta entre sábanas que la protegían del helado ambiente en su habitación.

Sus ojos se abrieron con pesadez al escuchar por cuarta ocasión su teléfono sonar. Cansada y con los párpados ardiendo tomó el aparato y sin checar de quien se trataba contestó.

  —Lanita...—Una voz conocida, un escalofrío recorrió su espalda haciendo que la somnolencia se desvaneciera.

Su voz estaba ronca y su tono era de súplica, una punzada le atravesó el pecho. No podía más. Mordió su labio inferior con la esperanza de que eso detuviera las lágrimas que amenizaban con volver a rodar por sus mejillas.

  —Luzu, please—Habló en su idioma natal. Suplicaba que parara, que dejara de llamarla, que dejara que le doliese que ese mismo día había terminado con ella.

No era la primera vez de todas maneras y aunque se sentía como una total idiota, sabía que tan solo debía decir una frase para tenerla de nuevo a sus pies...

Pero por lo menos, quería que dejara que le doliese, que se sintiera miserable para que una de sus amigas viniera a consolarla forzada, la regañara y le diga un "te lo dije".

No sucedió. La voz de Luzu era un susurro, esto para no despertar al chico que yacía desnudo a su lado, aunque Lana no fuera consciente de eso.

  —Haré lo que sea Lana, pero por favor no me dejes. Me moriría sin ti—Escuchó.

No era la primera vez que escuchaba esa frase y en ese momento suplicaba que fuera la última. Enardecida por su situación, que el chico que de verdad ama la trate de esa manera y ella se deje cual muñeca de trapo, habló con voz quebrada.

  —Then die...—Colgó, dejando a Luzu con el corazón acelerado y un amargo sabor de boca.

Los ojos del chico yacían perdidos en el blanco del techo. Por un instante su vista se había nublado para después notar como pequeñas gotas saladas se deslizaban por sus mejillas.

Acostado, giró el rostro para poder estar cara a cara con Raúl, quien permanecía profundamente dormido, aún entre la penumbra podía notar la leve barba de este y el cabello rebelde aplastarse en la almohada.

La mano de Borja viajó al rostro del chico y lo acarició, pero como si su piel le quemase, alejó su tacto de inmediato.

  —Joder macho...—Susurró, levantándose de la cama, buscando en el suelo sus prendas de ropa.—Vaya perdida de tiempo.

Ya vestido y sin importarle una mierda, se marchó de la habitación, dejando a Raúl solo. Seguramente su mente no lo recordaría en unos días, después de todo, no había asistido a esa fiesta para recordar nombres sin rostro.

Aunque claro, ¿Quien olvida un rostro como el de Raúl?.

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Había sido lo suficientemente sigiloso, aún sabiendo que todos se encontraban noqueados por el efecto del alcohol. Eran casi las cinco de la mañana y vagaba solitario por las calles rumbo al departamento de Lana.

Caminar no le haría nada mal, tampoco le quedaba de otra, pues a esa hora ningún taxi se encontraba disponible.

Su cuerpo dolía, leves punzadas en su estómago cuando respiraba o un escozor en su rostro, sus manos estaban tensas y podía notar que la hinchazón aún no bajaba a pesar de ya haber pasado varias horas.

Le producía ansiedad, debía pensar en las palabras que le diría a Lanita para que lo perdonara, eso nunca había sucedido... nunca debía pensar que hacer si ella desapareciera de su vida, ¡No podía, no quería!.

Lana era todo para él, necesitaba de ella para no perderse en ese mundo de mierda, dejando muy aparte a sus amigos, a su familia, ya nada le importaba...

Con la mano temblorosa buscó en sus bolsillos, encontrándolo después de unos momentos; un porro y un encendedor. Notó un parque al otro lado de la calle así que se dirigió con tranquilidad a este.

Decidió sentarse en unos columpios algo pequeños debido a su estatura, llevó el porro a sus labios para después tomar el mechero que lo encendió, dejando casi al instante el olor a césped quemado.

Se balanceó ligeramente en el columpio, millones de pensamientos inundaron su mente como si de agua se tratase. Su cabeza parecía una bola de estambre, con nudos y sin poder encontrar el principio o el fin de todo aquello que lo carcomía por dentro.

Era como si personas distintas empezaran a gritarle, lograba entender sus palabras pero estas se perdían en el siguiente grito, en el siguiente reclamo. Le dió una calada al porro para después llevar sus manos a sus oídos.

No quería escuchar, quería a Lana, quería abrazarla, aferrarse a ella y llorar por su perdón. Sin Lana estaba perdido y no iba a permitir estarlo, no iba a permitir que la joven rubia y dulce se alejara de él.

Apagó el porro aplastándolo en el suelo y se levantó instantáneamente del columpio para empezar a correr, retomando su camino.

Mientras tanto, en el interior de un auto que corría a toda velocidad sin ningún cuidado había cuatro personas las cuales disfrutaban de la buena vida. Estaban de regreso de un after, por lo que todos, incluyendo el conductor estaba más que borracho.

  —¡Joder gilipollas, frena un poco que vas a matarnos!—Exclamó una de las chicas que iba en el carro.
  —¡Vaya aguafiestas que eres guapa!—El chico había volteado para ver a la chica consternada, sin importarle el fijar su vista al frente.—¿No te gusta la v-!.
  —¡CUIDADO!.

Un grito y el mundo se había detenido, algo había golpeado el auto, haciendo que el cristal se quebrara, el conductor perdió totalmente el control, haciéndolo desviarse hasta un poste de luz.

El repentino y horroroso escándalo habían hecho temblar a Lana y a su compañera de piso. Ambas salieron de su habitación asustadas, se había escuchado tan cerca.

Ambas bajaron hasta la calle, notando que no eran las únicas, humo se veía a tan solo una calle, hubo un accidente... Una sirena, murmullos de la gente y gritos desesperados retumbaron en la cabeza de la extrajera, quien, sin poder evitarlo llegó hasta la escena.

No solo había sido el auto, varias personas apuntaron hacia el suelo, cerca de la escena, un charco de sangre manchaba la calle, ¿Pero de donde provenía?, no tenía mucha ciencia preguntárselo.

Lana alzó un poco más la mirada y como si algo la hubiera golpeado con tal de matarla, un desgarrador grito se expulsó de su garganta al verlo.

¡Es mi culpa, es mi culpa!; Se decía una y otra vez, lamentándose. Pudo habérselo dicho, pero era lo último que Lana hubiera deseado en la vida.

Un corazón destrozado, vidas perdidas en un trágico accidente y mientras todo eso sucedía, Auron acababa de despertar.

Hacia tan solo unos instantes que estaba despierto, pensando que iba a encontrarse con el chico de sus sueños yaciendo a su lado.

Que equivocado estaba...

❝Drugs❞ ❘ LuzuPlayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora