Descubrimiento

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Disclaimer: Los personajes de Teen Wolf no me pertenecen; si así fuera, habría mucho más Sterek y Thiam en la serie. Sin embargo, la historia aquí descrita es de mi propiedad. 

Este fanfic fue escrito hace tiempo, y está dedicado a una vieja amiga, por su cumpleaños. Dany, I love u so much.

Capítulo único

Su relación nunca fue la mejor de todas. Desde el momento en que se vieron por primera vez, lo supieron: nunca, ni en un millón de años, lograrían llevarse bien. Porque siempre fueron polos opuestos; tan diferentes desde la punta del cabello hasta el último dedo del pie, tan incapaces de encajar. Y, aún a sabiendas de ese evidente hecho, no pudieron hacer nada en absoluto para escapar de las circunstancias en las que ellos mismos se habían metido. Stiles todavía se preguntaba si el golpe en su cabeza fue demasiado fuerte, puesto que no existía explicación lógica para que ambos estuviesen juntos.

Pero, con ese par, nada tenía coherencia. En algún momento debería acostumbrarse, quizá.

Derek Hale no era aquella despampanante mujer de la que estuvo enamorado durante su adolescencia, sus cabellos no eran rojo fresa y sus ojos, definitivamente, no eran de color hazel. No tenía curvas donde se hubiese imaginado que le gustaría verlas, no se caracterizaba por poseer una gran personalidad y, por el contrario, era más bien un tipo insípido, testarudo, bruto por naturaleza. Siempre se mostraba como si pudiese contra todos, como si no tuviese debilidades; imponente, necio. Stiles no recordaba la última vez que lo vio sonreír.

Así de insufrible era el lobo. Le ponía los nervios de punta, lo exasperaba en más de una ocasión. Y a veces, solo a veces, le hacía pensar que su vida sería mucho mejor si su mejor amigo, Scott McCall, no se hubiese involucrado con el mundo sobrenatural.

En el fondo sabe, sin embargo, que eso está lejos de ser cierto.

Derek Hale es un tipo solitario, y Stiles sabe que le resulta casi compulsivo alejar a las personas, porque no termina de sentirse cómodo con demasiada compañía. Pese a ello, no puede evitar que tal afirmación quede en duda cada vez que, durante la noche, la luz de la luna se filtra a través de su ventana, porque sus ojos se abren casi al instante y puede ver una familiar constitución de sombras reflejada en la pared de su habitación; el peso extra en la cama es capaz de hacer que el colchón rechine, pero no lo hace, porque está siendo especialmente cuidadoso al momento de meterse bajo las mantas; ninguno de los dos dice nada, pero el chico es consciente de que ganas no le faltarían para quejarse, con algún comentario hilarante, ante el roce áspero de la barba contra su nuca.

Si no le gustara cómo la piel se le eriza en presencia de lo que, en su mente, define como una caricia.

Porque Derek Hale, como es de esperar, no tiene manos de seda. Cuando la palma de su diestra se posa sobre su cintura, Stiles piensa que las yemas de los dedos se quedarán marcadas en la piel bajo estas; inconscientemente, lo anhela. Entonces suspiraba, con levedad, como si de alguna forma quisiera no ser escuchado; aunque da por sentado que él ya lo ha hecho.

Comenzó siendo una visita eventual, pero en cuestión de semanas se volvió recurrente. Para cuando quiso darse cuenta de lo que estaba pasando, dejaba entreabierta la ventana de su cuarto. Se negaba a admitir que, cada noche, apagaba las luces con la vaga esperanza de que el lobo se apareciera cual espectro, al pie de su cama; había una parte de sí, una muy enterrada en su interior, que disfruta del calor que su cuerpo emana, que le envuelve como una sábana, y resiente cada vez que despierta en la mañana gracias a la fría sensación que le produce el viento tras chocar contra su piel sudada.

El lugar al lado del suyo, en la cama, siempre yace vacío; la ventana, cerrada.

Mas algo le dice que esta vez será diferente, lo siente.

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