La tensión es palpable en la mansión Whitestone. Un silencio que prometía catástrofe.
La muerte observa de cerca a una persona en especial, escucha con atención sus latidos y se ufana de sus agonizantes jadeos.
Rafaello, el hombre que tuvo casi todo lo que un hombre desea en la vida,
Millones, mujeres, alcohol y por supuesto, poder.
No conocía la bondad. Su ambición era inhumana y sus acciones lo demostraba, la codiciosa brillaba en esos flamantes ojos azules y en esa ególatra sonrisa deseosa de más, mucho más, pero el dinero no detiene a la muerte, ya había llegado a su fin. Y el destino no tendría piedad de él.
Al no poseer familia y por su puesto un heredero, su riqueza quedaría al vacío deseosa por los codiciosos bancos. O eso se creía.
Su vida era un enigma, solo revelando pequeños fragmentos de su intimidad, escondiendo su vergüenza de la existencia de un bastardo. Es claro que cualquier persona que se encuentre en la pupila de la alta gama, suelta unos tantos miles de dólares para no revelar al público ciertos oscuros secretos. La dictadura y los malos tratos a sus empleados podrían dar mucho de que hablar a los medios y su prestigio se reduciría a nada. El problema se volvería insostenible en una nueva sociedad tan moralista e hipócrita como la actual, según su punto de vista.
Pero aun esconde algo más oscuro, más siniestro.
No era hombre de una sola mujer y eso siempre se supo ante los medios de comunicación. Pero siempre hay alguien excepcional.
Ninguna mujer le decía que no. O sufriría las consecuencias.
Rosalie era una joven chica universitaria que simplemente salía de copas por una decepción amorosa. Jamás pensó que esa pequeña salida se volvería su más grande pesadilla. Tuvo la mala suerte de caer en el juego de seducción por el joven y apuesto empresario Rafaello Whitestone. Como consecuencia de esa noche, hubo un pequeño error. Algo que sucedió en contra de su voluntad y no tuvo conciencia del acto.
Un hijo.
Sus padres la rechazaron cuando se enteraron de que esperaba un hijo, un bastardo. Provocando que ella tuviera un embarazo miserable, doloroso y solitario, alimentándose de las sobras y durmiendo en callejones con los peligros que estos implican, donde desafortunadamente fue herida y ultrajada en diversas formas, acabando poco a poco con su fortaleza espiritual, reduciéndola a nada.
Nadie esperaba que ese hijo ilegitimo se convertiría heredero de cuantiosa fortuna. Nadie se imaginaba que Rafaello el hombre sin control tuviera un heredero.
William Stenfield.
Nacido aun contra todo pronóstico, sin ningún buen prospecto de vida. Con una madre muerta después de su nacimiento y sin un padre que realizara registro, sin ningún pariente que reclamaran por él, el destino se apiado del ser tan desdichado en el que se convertiría. Una amiga de su madre, una mujer no tan joven que luchaba día con día para salir de las calles, reclamo por él. La mujer tenía una promesa que cumplir, un trato realizado con su madre.
Un chico humilde de unos veintitantos años, siendo empleado de su propio padre, su hombre de confianza. Su guardaespaldas.
Rafaello lo sabía, fue notificado por la mujer que lo ha criado por los últimos 25 años, pero nunca lo acepto como su primogetimo. No tenía compasión ni siquiera por su hijo.
El único placer heredado por su padre del cual el gozaba, era su incomparable físico.
Unos despampanantes ojos azules profundos, aunque la mirada que brilla en ellos es gélida. Son delirantes y profundamente nocivos para las damas. La piel ligeramente bronceada y de su cuerpo atlético mejor no hablamos. Sus pasos glaciales y felinos son su característica más atrayente.
Endemoniadamente apuesto.
Rafaello, en medio de delirios, tomo poder su conciencia y su arrepentimiento, tomando como decisión cambiar su testamento.
De alguna u otra manera algo dentro de él lo perturba y asustaba, impidiendo que descansará tranquilo.
De alguna manera era su hijo y por derecho dueño de dichas riquezas.
Y lo fue.
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Despreciable pasión.
RomanceAmar puede ser tu peor pecado (Antes "Helena") Ig: @merhdz Inspirado en la telenovela Lo que la vida me robó.