Amanecer y atardecer.

Mi primer beso.

Quería reírme un poco de esto, mi iniciativa era muy ridícula, como siempre. 

Queriendo parecer experta en lo que desconozco, ese ha sido siempre mi peor error. Es como caminar por la cuerda floja a punto de romperse. 

Recuerdo haber dicho que quien fuera mi primer beso, con el estaría toda la vida. 

Que ingenua, jugando a ser madura, como siempre lo he querido hacer. 

Me temblaban las rodillas, acostada en esa cama, podía sentir muchos nervios. 

Recuerdo tener ese sentimiento cuando supe que era hacer el amor, acostada en un piso frío. 

Justo en momentos, mis nervios siguen siendo tan fuertes. Como si de saltar un acantilado fuera fácil. 

Sólo en dos etapas de mi vida me he sentido como una adolescente que anhela de verdad estar con quien ama. 

Mi primer beso fue bastante especial, sentí mariposa en el estómago, los pelitos de mis brazos se erizaron, estuve lo suficientemente feliz por tres días. 

Y quería repetir la acción cada vez que podía, a escondidas, en la oscuridad, con el mismo afán y con el mismo amor. 

Me tomaron de la cara, y puso sus manos en mis mejillas, con el suficiente cariño que me tenía. Me tomó como algo delicado, cosa que nunca aparento, fue lo suficientemente valiente para estar conmigo. 

Y, en mi mente, contaba cada uno de esos besos. Por que sabía que se terminarían. 

Ahora que soy grande, puedo decir que estoy feliz con aquel primer beso. Abrió la gran posibilidad de amar a alguien. 

Poder experimentar una de las tantas expresiones de amor. 

Después de ese beso, probé diferentes formas de darlos. Y ese fue el único beso que fue con amor. 

Los demás siempre escondían algo que nunca quiero volver a experimentar. 

Pero mi primer beso fue lleno de amor.