Parte única

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Sinopsis: Todo está hecho. La batalla ha terminado, Ubbe Ragnarsson va a partir hacia Kattegat al día siguiente por meros asuntos importantes, pero Alfred El Grande necesita negociar con él por última vez...tomando en cuenta la palabra de Dios.

Palabras: 2817.

Sin nada más para agregar, saluditos 🌼 Gracias por leer.

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Estaba sentado en la gran silla portando la corona, dejándose llevar por el ruido del silencio, navegando en las fuertes olas de los mares de sus pensamientos. Nadie le acompañaba; su madre había ido a descansar temprano ese anochecer, su impuesta prometida yacía en la comodidad de su cama, y su querido hermano tampoco disponía de tiempo para acompañar a King Alfred en la cámara del trono.

Tampoco le apetecía ser acompañado, sino, agradecía que por esta vez le dejaran solo, sin respiraciones en el cuello, sin susurros al oído. Alfred se mantenía callado en su propia soledad, pensando en los pecados que en su mente cometió cada noche antes de dormir desde que aquel hijo de Ragnar Lothbrok había pisado tierras inglesas.

Se consideraba cordial, sabio y sumamente respetuoso, no un pecador aunque susceptible a las tentaciones. El joven rey sabía que no era alguien perfecto, pero que su crianza sí la había sido, y aún así estaba allí, con una batalla en medio de la oscuridad donde su enemigo era el cumplimiento de su deseo carnal. Pero no soy perfecto, Señor... Se repetía en su mente, con brillo en sus ojos.

De todas formas, ¿qué tenía Ubbe Ragnarsson de especial que su prometida no tuviera? Era inaceptable doblegarse por un hombre. Era pecado, abominación frente a los ojos de Dios...

─La noche ha caído y a penas tienes velas que te alumbren ─mencionó su querida madre, encendiendo un par de velas para deshacerse de la asfixiante oscuridad. Alfred no dio respuesta alguna, pero pudo percatarse que Judith vestía sus ropas para dormir y sostuvo que ella no podía conciliar el sueño─... Tus ojos están bendecidos, hijo mío ─dijo la mujer al dejar de alumbrar la habitación para después tomar cercanía hacia su retoño─, pero ni el cristiano más bendecido tiene la capacidad de ver entre la oscuridad donde el mal se esconde y se engrandece ─Alfred solo escuchaba sus palabras y sentía cómo la suave caricia de su madre se sostenía en su barbilla, levantando su cabeza para cruzar su mirada con la mujer─. Siento que algo te acongoja. Siento mi corazón arrugarse porque sé que el tuyo carga con una gran angustia.

El joven rey derramó una lágrima, inevitablemente. Tomó la pequeña mano de su madre y la sostuvo así, sintiendo la suave piel contra la suya como un consuelo.

─No he perdido la fe, madre. Y al mismo tiempo, me comparo con un hombre que necesita sentir la ira de nuestro Señor.

─Mi querido Alfred ─nombró Judith, afligiéndose por el estado de su muchacho─. El Señor no te ha abandonado, y Él nunca lo hará. Incluso cuando los pecados se acumulen y las cicatrices sigan abriéndose, Él estará allí para sanarte, para perdonarte ─mencionaba mientras se ponía de rodillas para estar a la casi misma altura que el joven rey que continuaba sentado en el trono.

─No es justo ─negó. Y entonces, la viva imagen de Ubbe se presenció en su mente, el día que lo miró por primera vez, y cómo eso fue ocasionando cambios en su interior─... Todo lo que quisiera saber ahora es cómo mi abuelo lidiaría con esto de haber estado en mis zapatos.

─King Ecbert fue un buen hombre ─Judith habló, provocando que su hijo le mirara enseguida, prestándole atención─, con el poder, la mente y el corazón que probablemente ninguno otro jamás iba a igualar... Pero como todos nosotros ─Las manos de ambos se vieron unidas, enrollándose con fuerza─ él no era perfecto. Tenía sus errores, sus defectos, algunos los conocía y como cualquiera, él pudo haber escondido otros más para sí mismo.

NEVER HESITATE | ULFRED, ONESHOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora