4 - KAEL

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Christen

Completamente decidida, me acerco a la habitación de mi madre y abro la puerta. Enseguida se acerca Kael a mí. Yo le dedico una mueca de desprecio. Todavía no le perdono lo que hizo y menos que mi hermana se fuera por su culpa. Si no hubiera intentado besarme, nada de esto habría sucedido.

—¿Estás bien, Christen? —pregunta afectado.

—Sí —respondo en tono seco —. Y a partir de ahora, deja de tutearme. Ya no hay confianza entre tú y yo.

Él me mira sorprendido. Parece que no se ha enterado de la situación, pero eso a mí me da igual. No quiero saber absolutamente nada de él. No después de lo que pasó. Y es una pena porque está buenísimo.

—No entiendo —dice sacudiendo la cabeza.

—No hay nada que entender —contesto de mala manera —. Y ahora, márchate. Quiero estar a solas con mi madre.

Me observa intrigado, pero enseguida se rinde.

—Como vos gustéis, princesa —dice con una reverencia antes de dirigirse a la puerta. —Estaré esperando fuera.

Una vez abandona la habitación, suelto un pesado suspiro. Sé que tengo que mantenerme alejada de él, pero es que es tan guapo...

Sacudo la cabeza para alejar de mi mente esos pensamientos y me centro en lo que realmente me importa, mi madre.

Me acerco a la cama y, sentándome en ésta, le cojo la mano. No puedo evitar estremecerme al sentir su frío e inerte contacto. Una lágrima se desliza por mi mejilla y, derrumbándome, me dejo caer sobre ella.

—Lo siento mucho, mamá —me disculpo entre sollozos —. Siento haberte tratado así y haber desconfiado de ti. Aunque sea un poco tarde, quiero decirte que eres y siempre serás la mejor madre del mundo ¿Podrás perdonarme alguna vez?

Sí. Por supuesto que te perdono, hija mía.

Levanto la cabeza asustada. ¿Quién ha dicho eso? Busco por toda la habitación, pero no hay nadie más que yo.

Observo fijamente a mi madre. Parecía su voz, pero ella... Está ahí, quieta, sin vida. Es imposible que haya podido decirme nada.

Un gran pánico se apodera de mí en esos momentos y salgo corriendo de la habitación. Corro y corro hasta que llego al lago. Una vez en éste, me dejo caer sobre las rodillas y comienzo a llorar.

¿Estaré sufriendo alucinaciones? ¿Me estaré volviendo loca? Era claramente la voz de mi madre, pero... ¡Eso es imposible! ¿O no?

—¿Estáis bien, princesa?

Todo mi cuerpo se tensa al escuchar esa voz. ¿Es que aún no se ha dado cuenta de cuando necesito estar sola?

—¿Qué haces aquí? —pregunto sin tan siquiera volverme.

—Estaba preocupado por vos —responde acercándose y sentándose junto a mí. Yo le vuelvo la cara y él sonríe. —¿Sabéis que estáis muy hermosa cuando os enfadáis?

Suelto un bufido. Definitivamente este tío es tonto de remate.

—Nadie te ha pedido que vengas, así que ya puedes marcharte por donde has venido —le indico en tono seco.

—¿Estáis segura de que queréis estar sola? —pregunta con un tono de voz que embelesa los sentidos —. Porque os he visto muy alterada y tal vez os siente bien hablar. Soy muy bueno escuchando, y más guardando secretos.

Me quedo mirándole fijamente mientras que él no abandona su seductora sonrisa. ¿Por qué tiene que ser tan guapo? Su rostro es lo más parecido a la perfección que jamás hubiera podido imaginar. Eso me pone las cosas más difíciles. En otras circunstancias, tal vez me hubiera dejado llevar y hubiera caído rendida ante sus encantos, pero ahora...

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora