Prólogo.

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Desechado, maltratado, humillado. Todo eso, toda su vida, era lo que Harry había vivido, sólo por pensar diferente, por creer en un amor menos convencional, por desear lo que no era lo que otras personas consideraban correcto.

Sentado en una pequeña mesa circular de madera, a la tenue luz de una lámpara de metal en el techo, en el lugar más recóndito del galpón en el muelle, sólo pensaba. Apenas habiendo salido del agua, con su cabello largo goteando el traje igual de mojado. Había arruinado un atuendo precioso. Era tan colorido, tan llamativo, y ahora, era sólo un trapo húmedo, hedoroso.

–Batsy, Batsy, Batsy...– murmuró, apretando con tanta fuerza el vaso que podría haberlo trizado. En su lugar, tomó un dardo, junto al paquete de cigarrillos, lanzándolo hábilmente contra un tablero redondo, donde la foto del murciélago de Gotham estaba al centro, le dió justo entre las cejas. Estaba envenenado de ira–. Estoy tan enojado que patearía a un jubilado.





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